lunes, 7 de febrero de 2011

DON FÉLIX SANTIAGO Y DOÑA GUADALUPE:

 
    No creo, le pase a Don Félix Santiago lo de Chicho -este chiste, me lo contó Don Antonio Cubillo- que, dice: había un lapidario, esculpiendo las lápidas con epitafios, para distintos difuntos ilustres, y que se le acercó uno de campo, y le preguntó qué hacía; al contarle que a distintas personalidades, ya fallecidas, en reconocimiento a sus obras y méritos, le ponía en las lápidas esas frases, que resumían sus vidas, con pensamientos y palabras bonitas, y así le contó, que una era de un gran médico, que había salvado muchas vidas, y le leyó la del mismo; que la de aquél otro, le dijo era la de un gran arquitecto, que había construido muchas casas, para bien  de la sociedad; que aquella tercera era la de un gran escritor, que había escrito muchos libros,para bien de la cultura; y así continuó, con algunas más, hasta que el tal del campo, le preguntó y pidió si le podía hacer la suya, ¡vamos la de él!, a lo que el lapidario le contestó, que para eso había antes que morir, pero que bueno, se la tendría preparada, a falta de que le dijera, qué había hecho, a favor de la humanidad, y le fue preguntando si había hecho alguna casa, si se había casado, si había escrito algún libro, si tenía hijos, y a todo esto, el bueno y simple del hombre este del campo, le iba diciendo con asombro, que no, no. Entonces el lapidario, le  pregunta por el nombre, que cómo se llamaba, y le contestó, que Chicho, ¡me llamo Chicho!, le dijo; se queda pensativo el lapidario y al momento dice: ¡ya lo tengo! Dígame, qué me va a poner, le dice el del campo, y le contesta el lapidario: “Aquí yace Chicho, del coño su madre, al nicho”; es decir, no había hecho nada en su vida. No se podrá decir lo mismo de Don Félix Santiago, que –tampoco seré yo, quien mejor resuma su vida –que Dios guarde muchos años-, o como le dijera Don Aday, el párroco de La Montaña de Gáldar, lo esperaba, para las de diamante; es decir, que uno sepa, a Don Félix Santiago, son muchos los que le deben la casa, que ha ayudado a la agricultura, es público y notorio, que siempre se le recordará por puentes y túneles, y no es fácil, resumir sus muchas obras; y para un servidor, la mayor de todas, que en época de crisis, de hambre, de paro, etc., él ha sabido dar y crear trabajo y por tanto de comer a muchas mesas, es decir a muchas familias, sin que por ello, se le haya hecho un reconocimiento público -al menos que uno tenga constancia de ello-; que no conforme con cuanto de bueno este hombre ha hecho –que no se presentará ante Dios, cuando lo llame, con las manos vacías-, digo, que con ser mucho y bueno, lo por el hecho o realizado, lo mejor, para un servidor, fue la última lección que nos dio –junto con su esposa Dña. Guadalupe Cubas- en el templo de Santiago Apóstol -el mismo que muestra estos días sus recién descubiertos cimientos-, digo, que la lección última y mejor de Don Félix Santiago y su esposa, ha sido y es: que después de 50 años de casados, han sabido y han querido mantener su matrimonio como hace medio siglo lo prometiera, lo cual quiere decir son hombre y mujer de palabra, entre otros muchos méritos. Por eso, quiso ante un público que abarrotaba el templo, quiso renovar su boda, y celebró, las de oro. Toda una lección, para las nuevas generaciones, y las del presente, que pueden emular y seguir el buen ejemplo y testimonio de fidelidad y amor, mantenido y enriquecido -pues el amor, no se pierde se se le cuida-, y éste va a más, aún habiendo de por medio dificultades -como en todo en la vida-. Razón esta, por la que un servidor, viéndolo como padre de muchos, más allá de sus hijos, le da las gracias, y los felicita a él, tanto como a su señora esposa, que a decir verdad, parecía tan guapa, como hace 50 años atrás, pues más parecía ser la primera boda, antes que esta segunda o de su renovación. Volvieron a intercambiarse las alianzas, y volvieron a repetir el “sí te quiero”, hasta que la muerte nos separe. Y los aplausos, juntos con la música del órgano u armonio, llenaron la Iglesia antes ya citada. Amigos, toda una hermosa lección, en estos tiempos que corren en los que como dije en esa acción litúrgica, no juzgo -ni soy quién- a los que han pasado por el trance doloroso de la separación, pero ahí está el testimonio, y el ejemplo, de un matrimonio, que ha sido fiel a la palabra dada en su día, y se han mantenido unidos hasta el presente, y han renovado la intención de seguir así, hasta la muerte. Felicidades pues a Doña Guadalupe Cubas, y a Don Félix Santiago, por tan hermosa lección, y por tanto más. Emotivas fueron las palabras de su nieta e hija, y hermosísima la homilía del sacerdote citado, que los puso como ejemplo de luz, en un lugar visible, desde donde irradian  claridad, y destellan amor. Hace 50 años, entraron solos; hoy venían con el fruto de tanto amor: sus hijos y nietos. Fue el sábado día 5 de Febrero, toda una estampa, que se adelanta al día de los enamorados; ojalá, y sean muchos, los que tomen ejemplo de este ejemplar matrimonio. Y repito, y son muchos los testigos: Doña Guadalupe, estaba radiante; y Don Félix, como no podía ser menos –igual que hace medio siglo, en un trance similar-, un poco nervioso, pero solo al principio, por la emoción de la efemérides, la música, su familia, sus amigos (imposible enumerarlos, pues eran tantos y de diversas profesiones, y cargos)...: pues quede constancia de dicha ceremonia religiosa, y reitero la felicitación, y las gracias a ambos: Guadalupe-Félix; Félix-Guadalupe: unidos en el amor, en la salud y en la enfermedad, en las penas y en las alegrías, y así hasta que la muerte los separe.

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