¡Vamos, es una de las mil preguntas que me hago, y que poco a poco van a ir saliendo! Y ello, aunque nadie me conteste; mejor, porque así se retratan. Pues,¡al grano! Que sabe un servidor de obras, que se han comido yacimientos, y nadie las ha parado, pero sí paran a un pobre agricultor si lo ven con su cabra (no al que va con su perro). Así que, ¡al grano (repito)!
Aquí, la economía cementística, se come a: la cultura, al arte, al patrimonio, ¡y todos tan contentos! ¡No pasa nada!
¿Dónde están los de cultura, que no ordenan parar obras –ya sea el gobierno, cabildo o ajunta y miento que las promueven? Tengo entendido –en mi poco saber- que hace falta, para toda obra un control arqueológico, ya que sin ello, se destrozan yacimientos, y se los desparecen. Y lo de los guanches, merecen algo más que un respeto; merecen protección, defensa, vigilancia...
¿Que información se nos da –desde todos los ámbitos- de intervenciones que son obligatorias arqueológicamente, según planes de protección? Es decir: antes de cualquier comienzo de obras, hace falta esos informes (sin que el informador o informante –falto de dinero- se venda al dueño del solar, que lo calla, y así se entierra y desaparece (sabe unos de muchos casos) tesoros de nuestra arqueología y patrimonio machacado.
Personalmente, así como hay jueces que mandan derribar bibliotecas, yo derribaría áreas comerciales y otros muchos edificios, por esconder en sus cimientos valiosísimos yacimientos (o lo que los tractores y excavadoras dejaron, pero allí están los restos).
¡Cómo recuerdo, que no ya una obra, sino el simple limpiar una cuneta, el cabildo se surtió de las piedras de un poblado, que un su tractor destrozó, para parar la terrera (de la tierra extraída de la dicha cuneta)! Es decir, si esto hacen los que deben dar ejemplo, ¿qué cabe esperar de los profanos? Es el hecho, que aparecen restos, que los destrozan, y van a parar entre escombros o quedan entre los cimientos sepultados (cuando no el listo de turno, se lleva su “trofeo” sean en huesos, cerámicas, piedras, etc., a su casa y estantería).
Desconozco –por eso pregunto (aunque no me van a contestar)- quién sea el jefe que debe firmar la paralización de las obras comenzadas, cuando éstas amenazan un yacimiento, sin el visto bueno arqueológico. Todo proyecto de obra, debe tener la intervención arqueológica pertinente.
Y ya se trate de urbanizaciones, de zanjas, de carreteras, de... ¡lo que sea!, todo; los de la arqueología, deben comprobar si hay o no restos guanches. Y dicho sea de paso, el arqueólogo que tiene una empresa, no me vale, porque defenderá a su amo, antes que a su profesión, o irá al paro. Por eso, hay que desconfiar de los comunicados o informes interesados.
Nada quiero decir de unos aparcamientos en Gáldar, sobre yacimientos, con coches encima, esperando hierros (no panchas, ¡que también!), para columnas y levantar pisos... ¡San Sebastián, nos libre del mal del cemento, y otros!
El Padre Báez, que sabe –y dice verdad- que se descartan la existencia de restos arqueológicos, careciendo eso de rigor, para preservar se siga la obra. Pero, en este caso, mejor si me callo, ¡y que hablen otros! Al menos, ya digo algo.
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