lunes, 8 de junio de 2015

habría y hay

Donde las tabaibas y la ciudad...
“... que los hombres trabajáramos de tal forma que, cooperando unos con otros, alcanzáramos éxitos cada vez más logrados...” (de la oración de Tercia, del lunes II).
“... el dueño de la viña y de los sembrados... que repartes las tareas y distribuyes el justo salario a los trabajadores...” (de la oración de Sexta del lunes II).
“... los que buscan trabajo... que consigan un empleo digno y estable...” (de las preces de Vísperas del lunes II).
“... que la simiente... que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy, crezca y germine para la cosecha...” (de la oración de Completas del lunes).
... donde las tabaibas (no por ellas, sino en el campo sin más, y sin ellas): salud, autenticidad, lo bueno, tradición, sosiego, paz, libertad (limitada y coartada por miedo y sepro [el cabildo]), amistad, relación, sensibilidad, vecindad, educación, amabilidad, delicadeza, relación, comunicación, aire puro, relax, sosiego, tranquilidad, felicidad, producción, trabajo, desarrollo, alegría, producción, alma, fe, sentimientos, seguridad...
todo esto y más mientras se decidan a arrancar las tabaibas y descatalogar terrenos, que si de altísimo grado de conservación, que si paisajístico y otras tonterías, porque el terreno -el campo- es todo lo mismo, igual en su composición y ello con pequeños matices según la zona. Por tanto esto es lo que perdemos y esto es lo que nos oferta el campo, en un pequeño ejercicio de enumerar sin esfuerzo y clasificación, y hasta sin ir más allá, quedando en el tintero muchísimo más; pero, si pasamos a la urbe (a la ciudad o/y grandes poblaciones, es todo lo contrario, y aquí solo se enumera algunos de sus efectos, sin mayor rigor, sino el de dejar salir de la mente según se escribe y te vienen a ella.
... donde la ciudad: hermosos y grandes edificios, bibliotecas, cines, almacenes, tiendas, jardines, parques, centros, guaguas, taxis, bancos, estatuas, el cabildo, el gobierno, hospitales, vida difícil, incomodidades, ruidos, gases, hipocresía, lujos, mentiras, soledad, presunción, indiferencia, pobreza, degradación, prostitución, alcoholismo, drogadicción, lo malo, aberraciones, bombillos, servicios (de toda clase), contaminación, colas, estrés, atascos, nerviosismo, insensibilidad, individualismo, escapes los sábados-domingos al campo o playa, sin valores, consumo, residuos, carencias, desequilibrios, paro, materia, indiferencia, apatía, miedos (no me refiero al miedo ambiente), y que es donde perdemos valores (bis), principios, dignidad, etc., etc.
Se equivoca el campesino que opte por la ciudad, que no es su medio, y sale perdiendo. El campesino, en el campo es donde vive y puede morir; si se decide por la urbe, es su propia ruina, miseria y muerte. Las diferencias son abismales, y aquí solo reflejo algunas actitudes que les son propias a cada mundo. Por descontado que la urbe reclame, llame y hasta los hay que se dejan engañar, pero pronto se dará cuenta no es su sitio (recuerdo a aquel anciano que era feliz en el campo [Tejeda], echándole de comer a su cabrita, limpiando la acequia, moviendo unas piedras, sembrando y plantando... sus hijas se lo llevaron a la urbe, y lo colgaron en un quinto piso, de cuyo balcón -parado todo el día- y mirando con nostalgia a la cumbre, de allí no salía, sino que justo al mes, lo sacaron muerto, y que de haber seguido en su pueblo, todavía estaría vivo y en sus quehaceres)...
El Padre Báez.

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