lunes, 17 de septiembre de 2012

Yo, vi...

Yo, vi llorar, a una pobre y desgraciada mujer:

Sucedió el Domingo por la tarde –poco importa de qué semana, porque ocurre todos los días-. La tarde se prometía serena y en paz -iba de visita-, con gozo y alegría, pero...

Todo comenzó, cuando comentando lo de la policía de tráfico (la guardia civil), que anda al acecho, a los pocos –y cada vez menos- camiones que circulan por la carretera, que según lo ven asomar desde lejos, ya les están haciendo señas para que se aparque, y nada tiene que ver, que el chofer, conductor y dueño, tenga prisa y un horario que atender, porque estos de verdes –que según parece cobran, según las multas que pongan, teniendo su parte o comisión de ellas- allí permanece haciendo cola, una hora o más, siendo registrado, controlado, viendo y pidiendo papeles, más papeles, hasta dar con la minucia para sancionar –porque siempre encuentran algo, por más que en regla estés o vayas-, y ello de por internet, o vía móvil de por medio consultando con la central, o vaya usted a saber con quién, que aquello, se eterniza, y mientras, la familia: “¿Le habrá pasado algo?; ¿por qué tarda tanto?; ¿...”,  y si viene del mercalaspalmasdegrancanaria –que es el caso- la clientela esperando y marchándose, porque no llega la fruta y hortalizas del día a su tiempo, con las pérdidas pertinentes.

Que la pobre y desgraciada esposa del dicho comerciante de poca monta, de atender a los cada vez menos compradores y en menos cantidad en la cesta, de estar de pie todo el santo día y así semanas, meses, años, tiene las piernas hinchadas, moradas, llenas de varices, de venas gruesas, va y me dice (y ruego nadie me llame racista, por transcribir literalmente lo oído):

“¡Mira, que esté trabajando una, como una negra, para que vengan estos hijos de puta –eso dijo-, a quitarme 3.000,00 euros (exactamente: 3.301,00 euros, añadió su esposo), porque a mi marido se le olvidó escribir a dónde venía!” Y, hasta aquí, nada anormal, sino que noté añurgada a la pobre y desgraciada mujer, la miro, y no pudo seguir hablando, porque lloraba, como una magdalena, de dolor y rabia, de impotencia e indignación; miro entonces al esposo, y éste, de ver a su mujer llorar, con los ojos enrojecidos, le corrían –igualmente- lágrimas, por la cara abajo.

Me costó mucho, salir de esa conversación, para distraer a este pobre matrimonio, que a duras penas sale hacia adelante, con la que está cayendo, y encima le cae esta multa, por no decir en un papel, que venía de mercalaspalmasdegrancanaria e iba desde allí, a su tiendita, a unos 15 kilómetros de distancia de ese lugar, causa de su ruina. Porque: ¿de dónde saca ese dinero que no tiene (en pesetas medio millón)?

Pero, ¿es que es así como ayuda el cabildo al que honradamente se gana la vida?; ¿es justo que quien está para ayudar al transportista, y recordar al transportista si se le olvida algo debe tenerlo en cuenta para otra ocasión, y avisar al transportista que si es reiterativo lo va a sancionar, y así cumplir el papel de policía y guardia, y no de castigador, de traidor, de ladrón, de colaborador con el cabildo, cumpliendo a rajatabla una normativa, que debe ser poco a poco revisada e implantada (o suprimida) y no a golpe de muerte, acabar con una economía ya por los suelos?

Ahora comprende uno, que ante multas desmesuradas por nimiedades o naderías, con prisión incluida, algunos –cada vez más- opten por el suicido, al no poder hacer frente a esas desconsideradísimas multas, por simplemente hacer lo que siempre se ha hecho (y ellos no hacen, ni dejan hacer: limpiar un camino, por ejemplo); más la vergüenza de ir a la cárcel, con asesinos, narcos, traficantes, ladrones, etc. sin que estos desgraciados del campo, hayan cometido ningún delito ante Dios y sus propias conciencias, sino que en leyes que desconocen y hechas para cazar a inocentes, están acabando con la agricultura, ganadería y el pequeño comercio.

Que venga un pobre y desgraciado comerciante de poca monta, pensando más en el precio, en el margen de ganancia para no perder clientela, en llegar pronto a su tiendita y deprisa para no perder la venta y ganarse unos céntimos, y que le quiten tiempo y dinero, es como para decir a gritos: ¡esto es un abuso, un acoso y un derribo en toda regla!; esto es una demencia o locura, esto ni es política ni es nada, esto es acabar con los tres desgraciados que quedan, para que solo vivan las grandes áreas comerciales, a las que por cierto, no revisan, ni multan.

Y claro, no le falta razón, a los que desengañados de la política recaudatoria de un cabildo y un gobierno, que tienen ejércitos varios, para recabar dinero por cultivar o tener un animal, o están en la carretera o detrás de un mostrador, abusando de la ignorancia y falta de conocimientos, de la sencillez y nobleza de un pueblo llano y bueno, que a duras panas saca para comer, y ahora tiene que dar por multa unos dinerales, que ni tienen, y si sí, lo necesitan para su negocio, y no para alimentar a esta caterva de gansos uniformados, que viven como piojos o garrapatas, agarrados de pobres y desgraciada gente, que el único delito que cometen es trabajar para ganarse el pan con el sudor de sus frentes, y vienen y se lo quitan.

Las lágrimas de aquella mujer, no eran comedia, estaba roja como un tomate, los ojos rojos y lágrimas a raudales, lloraba con pasión y dolor, lloraba con sentimiento e indefensión, lloraba porque es lo que necesita para comer, y porque trabaja para ellos (¡ya se sabe!), que no trabajan, sino robando tiempo, sudor e ilusiones, en una comunidad autónoma policíaca; pues no se me olvida que fui desde Madrid a Lisboa –medio continente peninsular espakistanílusitano- y no vimos ni una sola pareja de la guardia civil de tráfico, ni de la otra; aquí, los tenemos detrás de cada curva, camuflados, escondidos, al acecho y por todas partes.

¿Qué pasa?, ¿damos de comer a toda espakistania?; ¿somos traficantes de armas?, ¿tanta droga circula entre gente sencilla y buena?, ¿hay etarras u otros terroristas?, ¿tan delincuentes somos que estamos rodeados –como el agua- de uniformados por todas partes, todos a cual quien más sanciona?, pero, ¿esto es normal?, ¿y el pueblo no se rebela?, ¿no se manifiesta ya de una vez este pueblo avasallado, zorroballado, pisoteado, ninguneado, perseguido y controlado hasta en lo más mínimo y con efectos retroactivos?, los sindicatos no dicen nada de esto?, ¿no se hace huelga por estos abusos descomunales?, ¿por qué callan los periódicos, emisoras de radio y de televisión?, ¿es que no lo saben?, ¿es justo pagar tres mil y pico de euros por un simple olvido, yendo todo lo demás en regla?

El Padre Báez.


P. D.-

Dada la prisa del pobre y desgraciado pequeño comerciante, con su camión parado, y ante la pasividad y lentitud del policía, va y le dice el conductor al que lo escudriñaba:

-        ¡Por favor agente, múlteme por cualquier cosa, pero déjeme seguir, que llevo mucha prisa!

Va y le contesta el uniformado:

-        ¡Eso es chantaje! ¿Usted quién se cree que soy yo? ¡Yo soy un profesional muy honrado y honesto!

¡Ja, ja, ja...! ¿Honrado y honesto? ¿Es honradez y honestidad castigar, perseguir, retener, hacer perder en el negocio, multar, tener parado una camioneta cual si llevara droga y se la investiga ante todo transeúnte y conductor, humillando a un honrado y honesto tendero?

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