martes, 4 de septiembre de 2012

Carmela...

CARMELA de GÜI-GÜÍ (o Gu-Guy).

Popularmente conocida –y porque era su apellido- “Carmela Pestana”, sin más. Reina y señora de Güi-Güí, y sus aledaños, q. e. p. d.

La conocí cuando para la ordenación sacerdotal, me retiré una semana a sus dominios, lugar paradisíaco, de silencio y luz. ¡Bueno, se oía de vez en cuando el graznido-lamento del Cuervo de Zamora (del cual nos contaba a los acampados leyendas e historias), y el incesante rumor del mar, con sus olas acabando entre callados o/y la arena!

Ya después, serían hasta 36 campamentos consecutivos, todos lo meses de agosto, que sumados son tres años de mi vida en ese paraje único.

Carmela, con sus prismáticos veía a quien descendía desde la degollada de Tasartico, y el camino por medio del patio de su casa, era obligada la parada, porque Carmela, irremediablemente ofrecía café y fruta a todo el que por allí pasara.

Nació en el lugar, y con una caja de tomate por libro, aprendió a leer, deletreando y preguntando: La “t”, con la “o”, to; la “m” con la “a” ma, hasta completar la palabra, y así otras. En su mocedad, en el almacén (ahora en ruinas), hasta con 20 muchachas más; entonces los bailes y el trabajo; lo hizo de cocinera en las presas de La Aldea, y regresa a su Güi-Güí, de donde se ausenta temporalmente (a su otra casa en el Pueblo), pero nunca del todo, volviendo cada verano y por temporadas más largas; llegó incluso a regentar un centro de rehabilitación de adictos a drogas, con bastante éxito. Componía poesías que recitaba de memoria; leía la Biblia...

Carmela y Güi_Güí, es –era- un binomio inseparable, no se entendía una sin el otro. Guardiana y hospedera. Vigilante y honesta. No sabía nadar, pero era una sabia. Astuta y observadora.

Carmela, hace ahora, el día 5 de septiembre (mañana), a las 16,00 horas su último viaje. Sus cenizas, serán embarcadas en el Puerto de La Aldea, para en compañía de varios barcos, su familia y muchos amigos, para ir a descansar en la tierra y mar que tanto amó; allí, van a dejar sus cenizas, en su Güi- Güí, donde va a seguir Carmela –invisible- por siempre.

Por supuesto, la acompañaré en ese traslado de sus restos, como señal de amistad, y agradecimiento; rezaremos por ella, que desde el cielo, seguirá siendo el ángel que cuide y proteja a cuantos se adentren por ese macizo del noroeste de la isla, donde los alzados guanches, y ella la última como aquellos, viviendo pegada a la tierra, manteniendo costumbres y tradiciones (hacía el queso, el pan...). Ella, me habló del Tagoror Rojo, y de tanto...

Piensa uno -que no es el más adecuado para biografiar la vida de tan
importante mujer-, que si otros, por menos méritos, tiene su efigie en bronce en rotondas o plazas, ¿no debe ponerse una estatua de Carmela en Güi-Güí, donde todo el que pase la recuerde, y quien no la conozca pregunte quién es, y se entere fue la última vecina de un lugar donde en otro tiempo, habían muchas familias, entre otros datos de su vida, que aquí quedan muy resumidos?

El Padre Báez.

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