Los marchantes, compraban y vendían
cabras...
... las llevaban a arrastros, tirando de ellas, a varias
amarradas y mezcladas, por esos caminos de Dios, y asomándose por las casas con
la doble pregunta si le comprábamos o vendíamos una cabra; también cabía el
trueque, a veces con un complemento por parte de una de las partes; y no siempre
había que ir hasta la Feria semanal, en San Mateo, para tal menester, con lo que
se ahorraba uno el ir y volver, aunque con menos oportunidades en el elegir.
Uno
y otros salían ganando siempre algo; perder, nunca se perdía, y todo era
cuestión de regateo. Era, también, una forma de vida, y hasta una profesión. A
algunos les iba tan bien el negocio, que comenzando a pie sus recorridos
comerciales, terminaban con camión propio donde llevar la mercancía, y más que
de cabras, de becerros y vacas, pero que igualmente se invitaban y te invitaban
a esa compra-venta de distintos animales. A veces, criar un becerro era la beca
de un curso, un viaje, una compra, una deuda, una boda, etc., que se saldaba o
se hacía gracias al animal que poco a poco -y de forma desesperante iba
creciendo tan lentamente, que no lo notabas nunca sino siempre igual cual si el
tiempo corriera parado-. Una profesión, la de marchante -por aquello que
marchaba de un lugar a otro-, en el trajín de comprar o vender, y tener para el
Domingo en la Feria, y en la reventa la posibilidad de ganar siempre algunas
pesetas sobre el precio pagado. Toda una vida, una tradición, una profesión...,
venida tan a menos que en menos de medio siglo, ha
desaparecido.
El Padre Báez, que recuerda la compra o venta de una
cabra, era la solución económica con la que hacer frente a un imprevisto, un
avanzar en la economía doméstica y sobresueldo, y un tener un fondo de ahorros
para lo que pudiera hacer falta, e incluso, para volver a comprar otro animal,
que más barato, de dejara un poco de ganancia, hasta repetir la operación,
mejorado el animal último comprado (mi padre lo cambiaba con limpiarlo, lavarlo,
cortarle el pelo, etc. ¡parecía otro en tres días!). La cabra, siempre en medio
de la economía y vida familiar; ella cual pilar central -entonces- en toda casa,
en todas las casas. Que lo que es ahora, el cabildo, ya sabemos: nos las
matan.
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“... con temor y
temblor...” (Flp 2, 12b-15a). / “... mi corazón entero en el temor...”
(salmo 85).
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Nuestras cabras libres merecen nos molestemos en asistir
el viernes al Valle de Agaete para su defensa. El cabildo las mata. Nos reunimos
y decidiremos. Día 12, a las 20,30 en la Asociación del lugar. Allí, todos los
que puedan ir. Les espero.
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