En la homilía, de cuerpo presente, de mi
padre...
... esto fue lo que dije, entre otras
palabras:
“... hoy entra en el Cielo, el hombre que hubo más feliz
en la tierra: vivió y se desvivió por sus cabras; ahora, en la Gloria, toda la
hierba es poca para él, ¡y de las mejores sembradas, para sus cabras, que lo
habrán recibido con balidos de alegría! ¡Qué feliz mi padre en las praderas del
Padre!, donde los mejores manjares para hombres y ganados..., si ya mi madre -y su viuda- se lo decía en
vida: “... ¡Rafael, hasta junto al altar irías a segar -sin respeto- una macolla
de algo que te gustara para tus cabras (que a tal fin, no respetaba nada, con la
hoz siempre al cinto)...!”, ahora, en esas verdes explanadas y llanuras infinitas del Reino de la Gloria, toda la
hierba (yerba) para ti y tus cabras, a las que tanto quiso en esta vida..., y
tanto, que enfermo y moribundo, quiso despedirse de ellas -hubo que llevarlo- ,
floreó sus pesebres y pensó en comprar una machorra, porque la canela ya estaba
vieja...”
Presidía la Eucaristía el Obispo Ramón Echarren Yztúriz,
(hace 38 años y a los 30 de un servidor, que a los 66 de sus años de vida, murió
mi padre), y concelebraban varios hermanos sacerdotes. Y. si viene este recuerdo de tal oratoria
fúnebre -pieza única en la liturgia universal (me lo parece)-, es para que se
sepa de dónde le viene a uno la defensa de las cabras, el amor a las cabras, el
enfado al ver que nos las quieren desaparecer y nos las mata el cabildo. Como se
puede apreciar tuve buen maestro en ello, y esa fue la escuela que tuve.
Recuerdo también, que mi madre le decía repetidas veces: “¡tu
dios, Rafael, son las cabras!”, y era un gran creyente. Llegado a la
Feria Dominical en san Mateo, donde vendía y compraba, dejaba los animales
amarrados y nos íbamos a Misa, con protestas de un servidor, porque no quería
regresar a casa sin vender los animales que habíamos traído, y siempre me decía
los mismo: “primero es Dios!”. Creo, de ahí
nació mi vocación sacerdotal. Curioso, porque vueltos de Misa, ya con los
feriantes -marchantes- casi todos idos, siempre tenía suerte y a última hora
entre regateos: vendía, cambiaba, compraba...
El Padre Báez, que nostálgico, hoy escribiendo lo que
antecede, le salió a sus ojos algunas lágrimas..., ¡y no
sigo!
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“... ¿busco la
aprobación de los hombres?... ¿trato de agradar a los
hombres?...”
(Ga. 1,
1-12).
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Nos va quedando menos para vernos en el Valle de Agaete,
para el tema de las cabras que mata el cabildo. Recuerden: día 12 a las 20,30 en
la Asociación del lugar. No falten, por favor y vayan
acompañados.
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