domingo, 7 de febrero de 2016

fray

Al monje (ermitaño), le dije: “¡pon un par de cabras...!”...
... sucedió, que entraba y salía uno de la sacristía -sábado tarde era- al altar, y viceversa, trayendo vasos sagrados, libros litúrgicos, campanilla, etc., cuando media hora larga antes de la Eucaristía -sucedía esto en Cazadores- me percato, de la presencia de un religioso, con hábito, en el primer banco del lateral derecho del templo, que oraba, y que -sin presentárseme- me hizo pensar en algún fraile de paseo y que entraba a saludar al Santísimo (si bien, al otro lateral del templo), pero extrañado por su no saludo, pasando -entre idas y venidas- alguna de las mías, me acerco a él, y viéndolo sin cordón deduje no era franciscano, y le pregunté si era carmelita, a lo que me respondió era un monje, un ermitaño..., y que vivía en Cazadores..., ante mi extrañeza, y es que llevaba pocos días, en cuevas que son de su padre y bla, bla, bla...,
pues ya en la Eucaristía, lo presenté a la Comunidad; y a él, en público, le dije: “que era un regalo del cielo, tenerlo entre nosotros, le dábamos la bienvenida, y que contar con la oración de un monje y a tal como nuevo feligrés (se trataba de un joven de unos treinta años, y venía de Vecindario), era todo un lujo, y que para que no dependiera de nosotros -cuya ayuda tendría- que se buscara un par de cabritas, y tendría resuelto el asunto de su alimentación, además de ocupación, más allá del Oficio Divino...” Y, en ello quedamos. Pasó el tiempo, el vicario de por medio, informe al Obispo, dirección del canto, ayuda a la liturgia, preparación de niños a la Primera Comunión, celebraciones de la Palabra, etc., etc., total, dos años de ello, y ahora ya, por fin, ahora junto a su rancho de gallinas, tiene ya las dos baifas, casi machorras, que en algunos meses, tendrá ya leche, la posibilidad del queso, estiércol, etc.
El Padre Báez, que les cuanta cómo la cabra, siempre estuvo presente en mi (su) vida, y en la recomendación al monje en su día, solucionado al presente, si bien han pasado ya de ello dos años, que de haberlo hecho desde el principio las machorras, serían cabras, y en su mesa el queso tierno diario, no le hubiera faltado, pero como bien dice el refrán: “¡nunca es tarde si la dicha es buena!”
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“... saltaron como machos (cabríos [cabrones]), como cabras...” (salmo 113).
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Don Víctor Ramírez Rodríguez, se excusa (y justifica):
Muchas gracias, querido Fernando:
Me agradaría mucho asistir al acto de Agaete. Pero no va a ser posible porque tengo programa de radio los viernes de 19 a 20 h (añadiendo el tiempo que gasto llevando en mi coche a participantes de regreso a sus casas) y porque cada vez evito más conducir de noche -sobre todo hacia fuera de la capital-. Pero quiere el azar que el 16 de este mes realice yo una charla-coloquio en una asociación cultural junto al cine Avellaneda sobre "EL PAPEL DEL INTELECTUAL EN CANARIAS". Sería buenísimo que tú dieras en ese local la charla-combativa por la defensa de esas hermanitas tan benéficas en la sorroballada existencia de nuestros antepasados -muchísimo más benéficas que todos los humanos- que son las cabras (¿qué daño han hecho ellas?: ¡ninguno!; ¿qué bien?: ¡muchísimos y de diferentes índoles, como tú muy certeramente has expuesto y sigues exponiendo!).
Ya sabes, querido Fernando, cuánto he señalado y combatido esa momificación a que han llegado la tremenda mayoría de nuestros compatriotas, cómo se ha utilizado y se continúa utilizando todos los llamados centros docentes -desde primarias hasta la universidad- para convertirnos en un pueblo castrado (condenado a la ignorantación, al amedrentamiento y a la alienación, es decir: a la indignidad). Por eso contienda como la tuya es tan incomprendida, tan rechazada, tan ninguneada, tan vilipendiada..., tan poco asumida, tan inclusive temida.
Como dice un personaje de cierta novela mía, "el castrador no odia a quien lo castró -incluso lo admira y defiende-, sino al semejante que no se deja castrar": y eso nos ocurre a ti, a mí y a los pocos que hemos osado y seguimos osando en encararnos a esta vileza.
Y por eso me gratifica y estimula tener tu afectuosa amistad.
Un fuerte abrazo.
Insisto: cuenta conmigo para cualquiera de tus programas televisivos, radiofónicos e incluso de charlas-coloquios (a los que asistiré superando mi aversión a conducir de noche si es preciso). Al de Agaete -insisto- llegaría muy tarde y apurado: lo que no me conviene.
Víctor.
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Víctor Ramírez Rodríguez.

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