Al monje (ermitaño), le dije: “¡pon un par de
cabras...!”...
... sucedió, que entraba y salía uno de la sacristía
-sábado tarde era- al altar, y viceversa, trayendo vasos sagrados, libros
litúrgicos, campanilla, etc., cuando media hora larga antes de la Eucaristía
-sucedía esto en Cazadores- me percato, de la presencia de un religioso, con
hábito, en el primer banco del lateral derecho del templo, que oraba, y que -sin
presentárseme- me hizo pensar en algún fraile de paseo y que entraba a saludar
al Santísimo (si bien, al otro lateral del templo), pero extrañado por su no
saludo, pasando -entre idas y venidas- alguna de las mías, me acerco a él, y
viéndolo sin cordón deduje no era franciscano, y le pregunté si era carmelita, a
lo que me respondió era un monje, un ermitaño..., y que vivía en Cazadores...,
ante mi extrañeza, y es que llevaba pocos días, en cuevas que son de su padre y
bla, bla, bla...,
pues ya en la Eucaristía, lo presenté a la Comunidad; y a él,
en público, le dije: “que era un regalo del cielo, tenerlo entre
nosotros, le dábamos la bienvenida, y que contar con la oración de un monje y a
tal como nuevo feligrés (se trataba de un joven de unos treinta años, y
venía de Vecindario), era todo un lujo, y que para que no
dependiera de nosotros -cuya ayuda tendría- que
se buscara un par de cabritas, y tendría resuelto el asunto de su alimentación,
además de ocupación, más allá del Oficio Divino...” Y, en ello quedamos.
Pasó el tiempo, el vicario de por medio, informe al Obispo, dirección del canto,
ayuda a la liturgia, preparación de niños a la Primera Comunión, celebraciones
de la Palabra, etc., etc., total, dos años de ello, y ahora ya, por fin, ahora
junto a su rancho de gallinas, tiene ya las dos baifas, casi machorras, que en
algunos meses, tendrá ya leche, la posibilidad del queso, estiércol,
etc.
El Padre Báez, que les cuanta cómo la cabra, siempre
estuvo presente en mi (su) vida, y en la recomendación al monje en su día,
solucionado al presente, si bien han pasado ya de ello dos años, que de haberlo
hecho desde el principio las machorras, serían cabras, y en su mesa el queso
tierno diario, no le hubiera faltado, pero como bien dice el refrán: “¡nunca es
tarde si la dicha es buena!”
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“... saltaron
como machos (cabríos
[cabrones]), como cabras...”
(salmo
113).
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Don Víctor Ramírez Rodríguez, se excusa (y
justifica):
Muchas gracias, querido
Fernando:
Me agradaría mucho asistir al
acto de Agaete. Pero no va a ser posible porque tengo programa de radio los
viernes de 19 a 20 h (añadiendo el tiempo que gasto llevando en mi coche a
participantes de regreso a sus casas) y porque cada vez evito más conducir de
noche -sobre todo hacia fuera de la capital-. Pero quiere el azar que el 16 de
este mes realice yo una charla-coloquio en una asociación cultural junto al cine
Avellaneda sobre "EL PAPEL DEL INTELECTUAL EN CANARIAS". Sería buenísimo que tú
dieras en ese local la charla-combativa por la defensa de esas hermanitas tan
benéficas en la sorroballada existencia de nuestros antepasados -muchísimo más
benéficas que todos los humanos- que son las cabras (¿qué daño han hecho ellas?:
¡ninguno!; ¿qué bien?: ¡muchísimos y de diferentes índoles, como tú muy
certeramente has expuesto y sigues exponiendo!).
Ya sabes, querido Fernando,
cuánto he señalado y combatido esa momificación a que han llegado la tremenda
mayoría de nuestros compatriotas, cómo se ha utilizado y se continúa utilizando
todos los llamados centros docentes -desde primarias hasta la universidad- para
convertirnos en un pueblo castrado (condenado a la ignorantación, al
amedrentamiento y a la alienación, es decir: a la indignidad). Por eso contienda
como la tuya es tan incomprendida, tan rechazada, tan ninguneada, tan
vilipendiada..., tan poco asumida, tan inclusive temida.
Como dice un personaje de
cierta novela mía, "el castrador no odia a quien lo castró -incluso lo admira y
defiende-, sino al semejante que no se deja castrar": y eso nos ocurre a ti, a
mí y a los pocos que hemos osado y seguimos osando en encararnos a esta vileza.
Y por eso me gratifica y
estimula tener tu afectuosa amistad.
Un fuerte
abrazo.
Insisto: cuenta conmigo para
cualquiera de tus programas televisivos, radiofónicos e incluso de
charlas-coloquios (a los que asistiré superando mi aversión a conducir de noche
si es preciso). Al de Agaete -insisto- llegaría muy tarde y apurado: lo que no
me conviene.
Víctor.
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Víctor Ramírez Rodríguez.
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