Posibilidades tabaiberas
campestres...
“... os exhorto a seguir progresando: esforzaos por
mantener la calma, ocupándoos de vuestros propios asuntos y trabajando con
vuestras propias manos...”
(de la primera carta del apóstol san Pablo a
los Tesalonicenses)./ “...
siembras y recoges... siembro y recojo...” (Jesucristo en el Evangelio de san Mateo
25, 14-30).
... cuando el miedo ambiente no le deja tocar nada al
campesino, ni al pastor de siempre y de toda la vida, protegido todo-todo,
resulta que no faltan los que dejado el campo por imperativo miedoambiental, y
se ha dejado ya de cultivar y de pastorear, los hay listos, que viendo en el
medio otras posibilidades, se lo montan para sacar cuando no millo (que da
gofio), y papas para el sancocho, digo,
le sacan la rentabilidad arqueológica, y
así te ofrecen llevarte de la mano, como guías a cuevas, graneros, casas
cruciformes, grabados, etc., todo ello por el módico precio de unos eurillos de
nada, para el monitor avispado, que ve en el campo o medio la manera de comer
sin dar un palo al agua, y ya culturizados, gracias al campo, ¿qué más cabe
esperar de la tierra, sino que sea toda ella entregada -sin más- a las tabaibas?
Pues así la cosa, te van a educar, especialistas en pateos por el terreno
(¡pastores y ganaderos, no), y te van a interpretar -canciones, no-la riqueza de
esta tierra hollada por los guanches, o por lo que llaman matrimonio (perdón,
quise decir patrimonio), y de paso te educan en lo ambiental, en lo ecológico,
en lo romántico, en lo bucólico, en lo etnográfico, en lo campestre, en ...
¡leche en cacharro!, ya que no hay de cabras u ovejas, que también la de vacas
-más allá y mejor que la de las vacas asturianas- también es bebible o tomable.
Que la tierra nos sostiene -algunos-
organizando rutas por distintos parajes, montañas y barrancos, sin
depredar el medio, y sin ser multados por el miedo por el pateo y dejar cacas y
papeles, más tabaibas rotas y retamas huidas; que pagando por todo ello y para
no cansarles sin llegar a un par de horas (¡vaya universidad ad hoc!). Y así, te descubrirán los
encantos ocultos o disimulados de la tierra (el cultivar y pastorear, no es
encanto). Y así, buscarán en la tierra -no comida- sino arte aborigen, que
alimenta el espíritu, descubriendo (no América) tesoros guanches y sus
Historias, contadas por “doctores” en la materia (¡jajajaja...!). Y no faltará
quienes no vean en los triángulos grabados la trinidad, sino pubis propios de
maniacos y obsesos sexuales, y llamarán a eso religión, o culto al sexo, ¡no te
digo! Además de estropear el campo -que tiene otra finalidad (la de darnos
trabajo-trabajo y comida- se cargan la Historia y la verdad, y de paso critican
lo antropizado (lo hecho por el hombre: terrazas, cercados, cadenas, paredes,
caminos, etc., como algo nefasto y muy malo) del terreno, pues toda acción
pastoril o agrícola es tenida por estos macacos, como daño al terreno...,
¡disculpen no siga, pues pudiera ofender, y me callo
ya!
El Padre Báez.
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132. En este marco debería situarse cualquier reflexión
acerca de la intervención humana sobre
los vegetales y animales, que hoy implica mutaciones genéticas generadas por la
biotecnología, en orden a aprovechar las posibilidades presentes en la realidad
material. El respeto de la fe a la razón implica prestar atención a lo que
la misma ciencia biológica, desarrollada de manera independiente con respecto a
los intereses económicos, puede enseñar acerca de las estructuras biológicas y
de sus posibilidades y mutaciones. En todo caso, una intervención legítima es
aquella que actúa en la naturaleza «para ayudarla a desarrollarse en su línea,
la de la creación, la querida por Dios»[112].
133. Es difícil
emitir un juicio general sobre el desarrollo de organismos genéticamente
modificados (OMG), vegetales o animales, médicos o agropecuarios, ya que pueden
ser muy diversos entre sí y requerir distintas consideraciones. Por otra parte,
los riesgos no siempre se atribuyen a la técnica misma sino a su aplicación
inadecuada o excesiva. En realidad, las mutaciones genéticas muchas veces fueron
y son producidas por la misma naturaleza. Ni siquiera aquellas provocadas por la
intervención humana son un fenómeno moderno. La domesticación de animales, el
cruzamiento de especies y otras prácticas antiguas y universalmente aceptadas
pueden incluirse en estas consideraciones. Cabe recordar que el inicio de los
desarrollos científicos de cereales transgénicos estuvo en la observación de una
bacteria que natural y espontáneamente producía una modificación en el genoma de
un vegetal. Pero en la naturaleza estos procesos tienen un ritmo lento, que no
se compara con la velocidad que imponen los avances tecnológicos actuales, aun
cuando estos avances tengan detrás un desarrollo científico de varios
siglos. (de Francisco, en su encíclica: Laudato
si).
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