Las tabaibas nos
eliminan...
“... el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará;
y el que siembra generosamente, generosamente cosechará... semilla para
sembrar... aumentará la semilla...”
(de las segunda carta de san Pablo a los
Corintios 9, 6-10)./ “...
el grano de trigo... si muere, da mucho fruto...”
(Jesucristo, en el Evangelio de san Juan 12, 24-26)./
“... el dueño... de los sembrados... reparte
las tareas y distribuye el salario...”
(de la oración de Sexta del lunes III)./ “...
hagan brotar el trigo... procedan sus frutos...”
(del profeta Oseas 14, 2-10)./ “...
maldito el suelo por tu culpa: brotará para ti cardos y
espinas...”
(citado por Teodoreto de Ciro, obispo, en su tratado sobre
la encarnación del Señor).
... y nos
quedamos sin tierra, sin techo y sin trabajo: las tres “t” de nuestras
desgracias. Desgraciadamente, no se escucha a los pobres, generados por las
tabaibas (o tabaiberos). Las tabaibas nos convierten en ilegales, en víctimas,
en sufridores, sin esperanzas, sin cambio social; todo ello gracias a la acción
del cabildo con sus dos ejércitos: policía del miedo o agentes y el seprona. De
campesinos trabajadores libres, nos ha convertido el cabildo en esclavos
dependientes.
Queda un residuo de agricultura, y quedan agricultores sin tierra
(a pesar de tenerlas, pero no se las dejan cultivar, ¡ni tocar!). Los han
mandado a zonas periféricas de la ciudad u otras urbes (donde quieren cultiven
huertos). Los han vuelto en inactivos, en parados, sin empleo, con hambre y
pobreza. Se subsiste gracias a Cáritas y otras ongs. La alternativa al campo y
su cultivo, es la pobreza y la miseria que les sigue. Los campesinos (y su
agricultura), han sido descartados. Les han colocado en las periferias, al
margen. Incluso tratan que sean invisibles. No cuentan. Y este grupo, crece sin
parar, llegando también de clases medias. Y debieran estar, en el centro. Y,
dejarlos hablar, y se les escuche. Quedamos sin tierras, devoradas por las
tabaibas. Esto deja sin respeto la dignidad (humana) de los campesinos, que se
convierten en víctimas de las tabaibas. El ser humano, queda por debajo de las
tabaibas; éstas, protegidas; los humanos, desprotegidos. Las tabaibas, nos
descartan. Las tabaibas han desarraigado a los campesinos; han acaparado la
tierra y han dejado sin empleo y en el hambre a los mismos. Lo malo de todo esto
es que los pobres siguen pasivos, no luchan. Se conforman con ser campesinos
excluidos, sobrantes, sin dignidad, sin trabajo. Y las instituciones, los
ignoran. Y, caminamos hacia la desnutrición severa; aumenta el desempleo; la
juventud no tiene trabajo (el campo está vedado, cerrado, protegido,
vigilado...); crece la exclusión social... Y los políticos, mirando hacia las
tabaibas, que les dan mucho dinero por multas a los pobres. Los políticos -y los
suyos- no dialogan; y de esto que trato, ¡ni media palabra en los medios y en
sus planes! Ya, ni cultivadores, ni pastores; el campo no produce y se van a la
capital... Y la hermana madre tierra
nos alimenta si la dejan. Las tabaibas, la devasta; también la cultura de la
tierra desaparece. Unos pocos amenazan la vida en la isla. Nos han convertido en
esclavos. Los pobres, no son ni están en el centro, sino las
tabaibas.
El Padre Báez.
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Sobre el comentario de ayer
“Discutamos sobre las tabaibas...”,
una gran autoridad de esta provincia y capital, cuyo nombre obvio, me mandó el
siguiente correo, que les reenvío:
“Gracias, Padre Báez. Me
encanta su planteamiento de hoy. La enseñanza del Papa Francisco que recoge es
FUNDAMENTAL. Su reto va avanzando. Poco a poco se logrará su insistente
propuesta. Un abrazo”.
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94. El rico y el pobre tienen
igual dignidad, porque «a los dos los hizo
el Señor» (Pr 22,2); «Él mismo hizo a pequeños y a grandes» (Sb
6,7) y «hace salir su sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45). Esto tiene
consecuencias prácticas, como las que enunciaron los Obispos de Paraguay:
«Todo
campesino tiene derecho natural a poseer un lote racional de tierra donde pueda
establecer su hogar, trabajar para la subsistencia de su familia y tener
seguridad existencial. Este derecho debe estar garantizado para que su
ejercicio no sea ilusorio sino real. Lo cual significa que, además del título de
propiedad, el campesino debe contar con medios de educación técnica, créditos,
seguros y comercialización»[77].
95. El medio ambiente es un bien colectivo,
patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos.
Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien
de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la
existencia de los otros. Por eso, los
Obispos de Nueva Zelanda se preguntaron qué significa el mandamiento «no
matarás» cuando «un veinte por ciento de la población mundial consume recursos
en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que
necesitan para sobrevivir»[78]. (de Francisco, en su
encíclica Laudato
si).
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