Pelea contra las
tabaibas...
“... me
encuentro impedido... me dicen: “no pasarás”... ¡sed fuertes y valientes!, no
temáis, no os acobardéis ante ellos... no temas ni te
acobardes...” (el libro del Deuteronomio
31, 1-8)./ “....
un hombre tiene cien ovejas...”
(de Jesucristo en el Evangelio de san Mateo)./
“... está roto... el campo... está roto el
hombre que no ve... el campo...” (del himno de la Hora intermedia del martes III)./ “...
abandonado... el monte donde tu morada... estas ruinas... han arrasado... los
agresores... abatieron... destrozaron... prendieron fuego... incendiaron...
insensatos...” (del salmo 73)./
“... librad al oprimido del opresor...”
(del profeta Jeremía 22, 3)./ “... no explotes al pobre, no atropelles al
desgraciado...” (del libro de los Proverbios 22, 22-23)./ “... escuchad jefes... y príncipes... ¿no os
toca a vosotros respetar el derecho... despellejáis al pueblo... anuncian
prosperidad... sin arado del campo... todo lleno de
maleza...” (del profeta Miqueas 3,
1-12).
... o el camino hacia Cáritas de más y nuevos pobres, y
a menos a repartir. Esa es la disyuntiva, y no hay otra. Desiguales y excluidos,
y ¡tan tranquilos! Nada esperan, sino que les den gratis la comida. Falta
trabajo y falta tierra (ésta, ha sido entregada a las tabaibas); el otro (el
paro), nos trae a la pobreza, a la miseria, a mendigar. Niegan el derecho a la
tierra y al trabajo de los hombres del campo.
Ya las manos de los campesinos no
huelen a tierra, ni a cosechas (la comida viene toda de fuera, envenenada). Y no
se oye el grito de los pobres, que callan. La caridad, los vuelve pasivos, ¡ojo
con esto! Cada vez más, las tabaibas nos alejan la tierra, ¡y el trabajo en el
campo! Cultivar la tierra es un mandato divino; y nadie la protege mejor que el
campesino (pues, depende de ella; ¿Cómo no la va a tratar bien [sobraría el
miedo ambiente])? Las tabaibas (es decir: el cabildo), desarraiga al campesino
del campo, de la tierra. Las tabaibas acaparan toda la tierra. Las tabaibas
arrancan al campesino del campo, de la tierra, de su tierra. Las tabaibas,
separan al hombre del cultivo, de la agricultura, de la ganadería, de la tierra;
decae el estilo de vida rural, con sus encantos y filosofía; se extingue el
sector primario, con total pasividad de todos. Y de esos barros, esta hambre.
Las tabaibas son criminales, nos matan a hambre. Y tenemos derecho a comer de la
tierra (no de otras tierras, sino de la nuestra). Esto, tiene que cambiar. El
mundo rural, es digno. Nos quedamos sin familias en el campo; desaparecen
barrios (quedan y están vacíos). Las tabaibas nos segregan, nos apartan, nos
mandan al hambre, a la periferia, al margen, nos erradica. Se olvidan los
valores, principios, ética, moral, espiritualidad, etc., todo por culpa de las
tabaibas. Y lo peor: el paro (cuando donde hay y tenemos tierras que trabajar o
laborar [labrar]). Se descarta al hombre, se le quita la dignidad del trabajo,
el derecho al mismo. Y porque sobran, no se los integra, son cuales desechos. El
centro, no es la persona, sino las
tabaibas. Sin trabajo, desocupados (toda la tierra para las tabaibas). ¡Fuera
los jóvenes (se les descarta)! Sobran. ¿Dónde están los campesinos? R/. ¡Han
sido excluidos (y sin derechos)! Los políticos solos, dirigen toda esta
protección a las tabaibas (y desprotección de la gente). Tenemos que gritar todo
esto. Siegan vidas, en lugar de segar cosechas. Perdemos también la
biodiversidad. No cuidamos la tierra (la tienen protegida). Se destruye el digno
trabajo del agricultor y ganadero. Expulsan al campesino del campo (el sepro y
el miedo [el cabildo]). Esto, hay que cambiarlo, ¡ya! Más local, y menos global.
Es urgente la tarea por hacer: cambiar este estado de cosas absurdas, en las que
una tabaiba desplaza del centro al hombre. ¿Qué futuro nos aguarda de seguir
así? Sea la tierra para el campesino, no para las tabaibas. La persona, tiene
derechos y dignidad, ¡no se los quiten! Hay y tenemos que
luchar.
El Padre Báez.
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VII. La mirada de Jesús
96. Jesús asume
la fe bíblica en el Dios creador y destaca un dato fundamental: Dios es Padre
(cf. Mt 11,25). En los diálogos
con sus discípulos, Jesús los invitaba a reconocer la relación paterna que Dios
tiene con todas las criaturas, y les recordaba con una conmovedora ternura cómo
cada una de ellas es importante a sus ojos: «¿No se venden cinco pajarillos por
dos monedas? Pues bien, ninguno de ellos está olvidado ante Dios» (Lc 12,6). «Mirad las aves del cielo, que no
siembran ni cosechan, y no tienen graneros. Pero el Padre
celestial las alimenta» (Mt
6,26).
97. El Señor
podía invitar a otros a estar atentos a la belleza que hay en el mundo porque él mismo estaba en contacto permanente con la
naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro. Cuando recorría
cada rincón de su tierra se detenía a contemplar la hermosura sembrada por su
Padre, e invitaba a sus discípulos a reconocer en
las cosas un mensaje divino: «Levantad los ojos y mirad los campos, que ya están listos para
la cosecha» (Jn 4,35). «El reino de los cielos es
como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su
campo. Es más pequeña que cualquier
semilla, pero cuando crece es mayor que las
hortalizas y se hace un árbol» (Mt 13,31-32). (de Laudato si, la encíclica de
Francisco).
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