Conseguirán las tabaibas,
que...
“... el que no trabaja, que
no coma... algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada... que
trabajen con tranquilidad para ganarse el pan...” (de la segunda carta de san
Pablo a Tesalonicenses 3, 10b-13).
... muertos los cuatro ancianos que nos quedan vivos, y
son la tradición, la identidad, la sabiduría, se pierda para siempre lo que sea
arar la tierra, surcar un terreno, estercolar un cercado, segar lo que sea,
arrancar una pita (y que no te vea el miedo ambiente), cavar la tierra, sembrar,
segar, cavar, ordeñar, etc., etc., porque la juventud que tenemos, ni por asomo
nada al respecto saben, ni nada de eso se le ha enseñado, y es que los han
alejado del campo y sus labores (agrícolas y ganaderas) con fútbol, con drogas,
con botellones, con fiestas, con estudios universitarios y títulos, con
entretenerlos y darles toda facilidad para la diversión, sin que nadie les
enseñen lo que un hombre debe saber, que es sacar la comida de la tierra y vivir
con dignidad de sus sudores y trabajo.
Nadie se ha ocupado de esto, y al paso
que vamos, cuanto se ha heredado desde siglos, se va a perder por una eternidad,
y tanto, que si quedara la tierra libre de tabaibas -cosa que deseo y dudo algún
día se consiga, dado el chollo que supone para el cabildo mantenerlas
protegidas-, vamos a pasar mucha hambre, mucha degeneración, mucha miseria,
mucha dependencia, mucha ruina, muchas enfermedades, mucha depresión y
mucho-mucho fútbol para idiotizar o embobecer al personal. De paso, ya no se
sabrá jamás a qué huele el retal mojado; se ignorarán las bellezas de las
salidas de sol, y el contemplar las estrellas, mirando al cielo; ya no se
saboreará el dulzor de las ciruelas, ni la frescura de los tunos, tampoco se
sabrá a qué sabe mojarse si llueve, ni ver echar humo a la tierra recién mojada;
se ignorarán artes y nombres de animales, se desconocerá el uso de los distintos
aperos..., solo habrán tabaibas, tabaibos y tabaiberos, solo se sabrá tabaibear
y todo será tabaibocentrismo, todo será de tabaibas y estaremos en
Tabaibolandia, y solo habrá que comer de la tierra, la leche de tabaiba, ¡buen
narcótico, que te llevará al sueño eterno! Así que estamos a las puertas de
despedir cuanto hemos recibido; a punto de perder cuanto nos han transmitido, y
dejándonos tierras -si es que se libra de las tabaibas- no se sabrá hacer nada
en ella, perdiéndose las posibilidades de sobrevivir o vivir del sector
primario, al ignorar que la leche, por ejemplo viene del ubre de una vaca, cabra
u oveja, y no de un cartón y empresa; o que las nueces las da un árbol, y no una
fábrica de frutos secos. Lamentable, pero a pasos acelerados, sin que nadie
frene radicalmente tanto mal como se nos echa encima, y solo vean protección a
las tabaibas, ¡lamentable e incomprensible! Y es, que hubo
un Sr. Bravo en el cabildo que no salía del puerto; ahora hay otro “menos
bravo”, y no hay quién toree los toros bravos que nos cornean: el paro, la
crisis, el hambre..., sin ver que en la vuelta al campo (agricultura y
ganadería), arrancando las tabaibas está la solución. ¡Que no se enteran! Hacen
falta vacas, cabras, ovejas, cercados de millo, de papas, de trigo... ¡y toros,
que no sean bravos!
El Padre Báez.
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El relativismo práctico
122. Un antropocentrismo desviado da lugar a
un estilo de vida desviado. En la Exhortación apostólica Evangelii gaudium me referí al
relativismo práctico que caracteriza nuestra época, y que es «todavía más
peligroso que el doctrinal»[99]. Cuando el ser
humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus
conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo. Por eso no
debería llamar la atención que, junto con la omnipresencia del paradigma
tecnocrático y la adoración del poder humano sin límites, se desarrolle en los
sujetos este relativismo donde todo se vuelve irrelevante si no sirve a los
propios intereses inmediatos. Hay en esto una lógica que permite comprender cómo
se alimentan mutuamente diversas
actitudes que provocan al mismo tiempo la degradación ambiental y la degradación
social.
123. La cultura del relativismo es la misma
patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero
objeto, obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola en esclava a causa de
una deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños, o
al abandono de los ancianos que no sirven para los propios intereses. Es también
la lógica interna de quien dice: « Dejemos que las fuerzas invisibles del
mercado regulen la economía, porque sus impactos sobre la sociedad y sobre la
naturaleza son daños inevitables ». Si no hay verdades objetivas ni principios
sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades
inmediatas, ¿qué límites pueden tener la trata de seres humanos, la
criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de diamantes
ensangrentados y de pieles de animales en vías de extinción? ¿No es la misma
lógica relativista la que justifica la compra de órganos a los pobres con el fin
de venderlos o de utilizarlos para experimentación, o el descarte de niños
porque no responden al deseo de sus padres? Es la misma lógica del «usa y tira»,
que genera tantos residuos sólo por el deseo desordenado de consumir más de lo
que realmente se necesita. Entonces no
podemos pensar que los proyectos políticos o la fuerza de la ley serán
suficientes para evitar los comportamientos que afectan al ambiente, porque,
cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce alguna verdad
objetiva o unos principios universalmente válidos, las leyes sólo se entenderán
como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar. (Francisco, en Laudato si, su
encíclica).
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Lo de aquel acampado (Pero
Urbistondo) de muchos años atrás con un servidor, es de nota
10.
“Algo en contra al
tabaibismo:
Hola Cura:
Yo también estoy deseando
verle en persona. ¿Quizá en alguna
convivencia o campamento? Imagino que esto también está prohibido. Por ahora, me
voy aquedar en la isla para estar cerca de María mi hija. Estoy trabajando en
las plataformas del puerto. Le expondré básicamente por qué estoy de acuerdo con
Ud. respecto a la situación actual tabaibera que Ud. denuncia aunque espero que
disculpe los defectos en la objetividad y argumentos en la exposición debidos a
mi corta visión.
Según F. R. M. un filósofo,
el Apocalipsis de San Juan se refleja en los diferentes momentos de la historia.
Cuando el poder es arrebatado a los pueblos y substituido por un poder vertical,
los jinetes del Apocalipsis serían las consecuencias de la cesión de poder.
Imaginemos a las personas constituidas en aldeas, dueños de sus terrenos
comunales y dueñas de todas sus decisiones con respecto a sus necesidades
legales, fisiológicas, filosóficas, económicas, sanitarias, culturales,
estructurales, todas ellas asentadas
firmemente gracias al esfuerzo común, a
la asamblea y la colaboración, a la convivencia, donde la meta es el bienestar
común, el amor a los congéneres y la naturaleza, la generosidad y la búsqueda
sincera de la verdad (por ej. Como sucedía en su La Lechuza natal). Todos serían
ricos y dueños de sus destinos (todos estos valores no son utópicos). El hombre
es social por naturaleza, a pesar de que nos quieran convencer de lo contrario.
Nadie más que nadie. Esta riqueza
concedería grandes satisfacciones, una riqueza no basada en el poder del
dinero, sino en la capacidad de autogestión directa de todas nuestras tierras,
de nuestras necesidades, en el esfuerzo recompensado, en el amor al entorno y
semejantes. Nuestra ropa, nuestra comida, nuestras casas, tendrían un valor
diferente, superior e insustituible.
Como Ud. creo que reivindica, siendo nosotros quienes decidiéramos sobre
la gestión de nuestro entorno, de nuestras tierras, como un comunal y usando
únicamente los recursos para cubrir nuestras “propias” necesidades (la de
nuestra aldea, ej.: Nuevamente su La Lechuza natal), todos tendríamos trabajo en
cada comunidad, trabajo libre y no asalariado y todas las comunidades de la isla
serían independientes, en todos los aspectos fisiológicos y filosóficos, siendo
la política “real”, donde las mujeres y los hombres así como los ancianos
tendrían los mismos deberes, como trabajar o decidir cada una de las cuestiones
que afectaran a la comunidad como las leyes.
Las necesidades sanitarias y educacionales también formarían parte de las
comunidades, los problemas tecnológicos, filosóficos y de organización
dependerían directamente de sus individuos. La cultura surgiría de estas
comunidades, la creatividad, la pasión por el buen gusto, por el arte y la belleza, por las cosas
bien hechas, por el esfuerzo personal, los valores como la voluntad y la
búsqueda de la verdad (la búsqueda de la verdad es intrínseca al ser humano,
aunque después de milenios de búsqueda solo pudiéramos llegar a una ligera
aproximación, una premisa podría ser “amor y servicio”). Suponiendo esta
idílica situación, entiendo que F. R.M. ve el Apocalipsis como intervención
vertical de un poder central y ajeno que perturba y aniquila todas las bases de
convivencia al hacer desaparecer la capacidad de intervención sobre nuestro
destino, educación, cultura, la
capacidad de decisión, el sentimiento de propiedad del individuo para con su
comunidad, substituyéndolas por leyes impuestas y resguardadas por una policía,
cambiando la verdad por la propaganda y las consignas, siendo las élites los
dueños de todas nuestras decisiones,
también desaparecería el amor por el arte, la filosofía, autogestión, el
altruismo, la convivencia, la asamblea. Esto cambiaría el deber para con tu
comunidad, para con tus vecinos inmediatos, (ej.: los de La lechuza) por el
deber hacia un gobierno vertical lejano. Las tierras comunales, los bosques, los
ingenios, los molinos, batanes comunales, serían arrebatados. La resistencia
sería sofocada con sangre; la filosofía, educación, arte, etc., también dejarían
de ser propias para recaer en élites de este nuevo poder lejano y ajeno que
decidiría por nosotros según intereses ajenos a la verdad, que administraría
nuestras vidas. Desaparecería substituyéndose por una impuesta y lejana.
Nuestros abuelos se convertirían en despojos inútiles, y los pueblos sentirían
las ganas de desaparecer, de morir, de tirarse por los barrancos. Los que
quedaran serían seres nada, débiles, dóciles, preocupados únicamente por el
estómago propio, y por agradar a las élites y no a los hermanos. Seres abúlicos,
sin voluntad y sin empatía, sometidos, asalariados y necesitados de jerarquía, de caudillos. Seres infantiles
incapaces, egocéntricos, narcisistas, deprimidos, pedigüeños, pasivos,
quejicosos, miedosos y absurdamente consumistas con no más experiencias que las
alienadoras aulas y la televisión. Lo que ahora somos.
Seguro que sus campamentos, aportaron en mi persona
valores primordiales, como el esfuerzo que me han hecho más
humano, de hecho, el
hecho de construir nuestra propia comunidad con gran esfuerzo, la convivencia,
el contacto directo con la naturaleza, con nosotros mismos, siempre me llenó de
una energía y euforia imposibles de igualar en mi vida normal. Tenemos mucho
que revisar.
Abrazo
Cura.
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Gracias Pedro, Dios te
bendiga (y a tu familia). Cordial saludo (sabes, te tengo como a un
“hijo”).
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