¿Movimiento alguno contra las
tabaibas?...
“... sembraré mientras es tiempo, aunque me cuete
fatigas...”
(del himno de Laudes del miércoles III)./ “... ¿quién... sacude su mano rechazando el
soborno?...” (del profeta Isaías 33, 13-16)./ “... me persiguen a muerte... traman mi
daño... se ríen de mí...” (del salmo 69)./ “... fundirán sus espadas para arados, sus
lanzas para podaderas... cada uno habitará bajo su parra y su higuera...”
(del profeta Miqueas 4, 1-7)./ “... los que sembraban con lágrimas, cosechan
entre cantares. Al ir iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven
cantando, trayendo sus gavillas...” (del salmo 125)./ “... los trabajadores, que ganan el pan con
el sudor de su frente...” (de las preces de Vísperas del miércoles
III).
... ellas son el gran problema, sin duda; ellas nos han
traído la crisis del ambiente, la violencia (guerra del sepro y miedo contra el
campesino), la exclusión del mismo, la desigualdad, la pobreza, etc. ¿Dónde los
intelectuales y académicos que comprometan sus voces? Vivimos la tensión
generada por las tabaibas y su defensa o protección exacerbada. Campesinos sin
campo (el campo ha sido entregado en su totalidad a las tabaibas, sin más).
Las
trasnacionales han devorado lo local, y han destruido nuestro sector primario,
ya inexistente, salvo algún resquicio mínimo e insignificante. No hay acceso
posible a la tierra, ¡ni al trabajo en ella (la única dadora de empleo, ¡y hasta
de sobra!)! Las tabaibas acaparan toda la tierra. Y no hay trabajo posible. Las
tabaibas, nos desplazan del agro. El miedo ambiente, el sepro y el cabido
reprimen al campesino. Hay que recuperar la economía local (agricultura y
ganadería), para salir de esta crisis, que crece de día en día cada vez más. Las
tabaibas nos deforestan, al ser ellas excluyentes y las únicas en todo el
territorio insular (y en el archipiélago). Perdemos biodiversidad al galope.
Sufrimos, un auténtico genocidio, un terricidio tabaibero. Las tabaibas
descartan a niños, a jóvenes..., ¿qué futuro nos aguarda? ¿No vamos a recuperar
la tierra para el cultivo, la agricultura y la ganadería? ¿Qué frutos -de
verdad- comemos producidos en nuestra tierra (nos engañan diciendo es de este u
otro lugar de aquí, y en esos lugares no se cultiva nada de eso; y hasta envasan
con falsedad de datos, con total impunidad)? Si alguien osa o se atreve cultivar
algo, es de inmediato perseguido, castigado, sancionado o/y multado por el sepro
y medio ambiente, de donde el cabildo engrosa sus arcas con dineros sacados
(robados) a los más pobres. Es decir se reprime y criminaliza cualquier acción
natural en el campo, como grave delito ambiental, cuando es justo todo lo
contrario, pero según legislación a favor de ellos, nada se puede hacer, sino
pagar, la cárcel o suicidio (real y cierto). Las tabaibas, nos han excluido de
la tierra, del trabajo, de la vida social, de la cultura del agro, etc. Y lo
peor de todo: no hay interlocución campesino-cabildo. Jamás uno solo de estos ya
cercanos al millar de comentarios tabaiberos, tuvo la respuesta de ninguno de
los citados, cual si nada pasara, nada se dijera, y nada aportáramos (¡y me leen
todos ellos!). Es decir: un silencio, más que mudo (¡y mira que todos ellos
reciben diariamente estas diatribas!). Por supuesto, la prensa -comprada por ellos- nada,
absolutamente nada dicen de lo que un servidor lleva dos años -diariamente
escribiendo (¡y reciben mis escritos fiel y puntualmente!, pero... ¡caso
omiso!)-. Y, lo repito: el campesino se ha quedado sin campo, sin tierra (les
hablan de campos de fútbol y de las incidencias en los mismos [y fuera de
ellos], todos los días, fijo).
El Padre Báez.
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98. Jesús vivía en armonía plena con la creación, y los
demás se asombraban: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?»
(Mt 8,27). No aparecía como un
asceta separado del mundo o enemigo de las cosas agradables de la vida.
Refiriéndose a sí mismo expresaba: «Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y
dicen que es un comilón y borracho» (Mt 11,19). Estaba lejos de las
filosofías que despreciaban el cuerpo, la materia y las cosas de este mundo. Sin
embargo, esos dualismos malsanos llegaron a tener una importante influencia en
algunos pensadores cristianos a lo largo de la historia y desfiguraron el
Evangelio. Jesús trabajaba con sus
manos, tomando contacto cotidiano con la materia creada por Dios para darle
forma con su habilidad de artesano. Llama la atención que la mayor parte de su
vida fue consagrada a esa tarea, en una existencia sencilla que no despertaba
admiración alguna: «¿No es este el carpintero, el hijo de María?» (Mc 6,3). Así santificó el trabajo y
le otorgó un peculiar valor para nuestra maduración. San Juan Pablo II
enseñaba que, «soportando la fatiga del trabajo en unión con Cristo crucificado
por nosotros, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en la
redención de la humanidad»[79].
99. Para la
comprensión cristiana de la realidad, el destino de toda la creación pasa por el
misterio de Cristo, que está presente desde el origen de todas las cosas: «Todo
fue creado por él y para él » (Col
1,16)[80]. El prólogo del Evangelio de Juan (1,1-18)
muestra la actividad creadora de Cristo como Palabra divina (Logos). Pero este prólogo sorprende
por su afirmación de que esta Palabra «se hizo carne» (Jn 1,14). Una Persona de la Trinidad
se insertó en el cosmos creado, corriendo su suerte con él hasta la cruz. Desde
el inicio del mundo, pero de modo peculiar a partir de la encarnación, el
misterio de Cristo opera de manera oculta en el conjunto de la realidad natural,
sin por ello afectar su autonomía. (de la encíclica Laudato si de
Francisco).
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