A quien corresponda...
... que bien sabemos, y se sabe quién. Les cuanto mis
amigos: si usted sube desde Telde a La Atalaya de Santa Brígida, y sin querer o
tener que ir tan lejos, pues se puede ir a San Roque, o al El Palmital, tal vez
a La Gavia, Goteras o Culata, tiene que pasar por la carretera general que pasa
por La Higuera Canaria, tome buena nota -si es tan amble- y subiendo a la margen
izquierda verá sendos eucaliptos, pero sobre todo uno, que enfrente por frente a
la casa número 54, domicilio que es de Don Olegario González Santana,
esposa e
hija, dicho señor cansado de solicitar o pedir le arranquen, quiten o
desaparezcan dicho eucalipto, justo cuando tantos otros, sin perjudicar ni
molestar a nadie han sido quitados, éste que hace daños, permanece inalterable,
porque lo que le hicieron en su día fue levantar parte de la carretera en
distintos cortes, para cortar trozos de raíces, le volvieron a echar alquitrán,
pero el mal perdura y dura, con lo que las raíces del dichoso árbol sigue
haciendo estragos en el domicilio citado, y paso a contarles algunos, de los que
he sido testigo: de por sí la carretera vuelve a levantarse con los
consiguientes baches para los vehículos que por allí circulan; pero entrando en
la casa -y sin entrar- se puede apreciar las ranuras y resquebrajamientos por
distintos lugares, tanto de fachada laterales como trasera, pero ya en su
interior, amenaza con derrumbe toda vez que afecta las raíces del dichoso
eucalipto que busca agua, y cuyas raíces palpa los cimientos, entra en la
aljibe, rompe paredes, pasa por cañerías, etc., con lo que (repito): la casa
presenta -en su interior sobre todo- columnas rajadas; trozos de paredes
cayendo, el desagüe de lavabos y otros obstruidos, no baja al estar ocupados por
las raíces -las raíces van a su alegría por las alcantarillas y otros lugares-,
pasando a las tuberías y cañerías. Por supuesto el altanero eucalipto supera la
altura de la casa, a la que envuelve con su sombra, llenando azoteas, terrazas y
si ventanas abiertas, con sus hojas todo los espacios y lugares; descansar no es
posible por los continuos golpes de los coches al paso saltando los dichos
baches por el asfalto levantado por las raíces; la casa es como una mina a punto
de explotar (o caerse), por todas partes (ya dicho); el interior por todas
partes rajado o abiertos. Y curioso, aunque me repita: han cortado muchos
eucaliptos por la zona, y por donde no habían casas, ni molestaban a nadie, y a
éste, al que se ha pedido reiteradas veces lo quiten, por el gravísimo daño que
ya está ocasionando, pues las raíces han llegado -buscando agua- al subsuelo o
bajos del edificio y aljibe, y la rompe, y todo lo que le hicieron, fueron
cortes en la carretera para cortar algunas raíces, pero el eucalipto sigue vivo
y creciendo al tiempo que multiplica sus daños al edificio en cuestión, dañando
sobretodo las planta baja donde el garaje, acceso, pórtico, fachada, etc., donde
hay paredes materialmente cayéndose a cachos o trozos, con encalados levantados,
veteados, rotos, etc.. Mucho se teme el bueno de Olegario, el eucalipto le tire
su casa, la misma que le costó sudor y sangre levantarla, porque quien la
levanta de raíz y cimiento y lo levanta todo y rompe, es el muy airoso y dichoso
eucalipto. Y ahora, a la altura de este mi comentario dos ideas, del bueno de
Olegario: 1ª.- Con lo fácil que es eliminar por su cuenta el eucalipto -cuyo
método y manera no vamos a reproducir, no sea lo lleven otros a la práctica con
otros árboles-, y no queriendo él le echen la culpa, y sobre todo por tener
limpia su conciencia y respetuoso con las normas y porque no quiere luego tener
delante de su casa un árbol seco, no lo ha hecho, ni lo va a hacer; lo que hace
es solicitar por enésima vez, que por justicia, cuando no por favor o caridad,
le quiten ese árbol de delante de su casa, que buscadores de agua los
eucaliptos, le tira la misma al suelo, ¡con lo que le ha costado levantarla,
hasta una tercera planta!, y 2ª.- Olegario, se compromete a plantar en dicho
lugar tres olivos, para que lo verde o ecológico siga en el lugar, pero esta
vez, sin hacer daño a nadie.
Pues, dicho queda:
El Padre Báez.
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