Vuelta a las tabaibas...
“...iba todos los días a hacer labores... para ganarse
el sustento con el trabajo de sus manos...” (del libro de Tobías 2,
10-23).
“... en la tierra, la
descendencia... será bendita...” (del salmo 111).
“... lo que es del César
pagádselo al César, y lo que es de Dios, a Dios...” (de Jesucristo: evangelio de
san Marcos 12, 13-17).
“... espían al pobre; acecha
en su escondite como león en su guarida, acecha al desgraciado para robarle,
arrastrándolo a sus redes; se agacha y se encoge y con violencia cae sobre el
indefenso...” (del salmo 9 B).
“... malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana...” (del salmo
11).
“... malhechores, que devoran
a mi pueblo como pan... podéis burlaros del desvalido, pero...” (del salmo
113).
“... que otro coma lo que yo
siembre...” (del libro de Job 31, 1-8. 13-23. 35-37).
... o regreso al campo, de aquellos que hace medio siglo
lo abandonaron y dada la situación de hambre y pobreza regresan o vuelven al
campo. Pasa, que se lo encuentran todo lleno de tabaibas, y protegidas, no las
pueden ni tocar, he ahí el dilema y la grave situación; en la ciudad se mueren
de hambre, y en el campo también.
Y es que, sin trabajo y con tierras en el
campo, llenos de pobreza y el campo lleno de hierbas, todos parados en casa, y
el campo esperando manos y sudores, pues que se vienen, suben, vuelven,
regresan..., eso sí poco a poco. Es decir, el campesino se volvió urbanita y
ahora vuelve a sus orígenes. Antes bajaron del campo a la ciudad, ahora suben de
la ciudad al campo, pero no saben la que les espera (¡el miedo ambiente!),
pero... sigamos: Otra salida no hay
salvo que se emigre, pero ¿y a dónde?; pues, a la tierra de los abuelos, de los
padres, a la propia. Y de paso, esos barrios fantasmas, donde no se ve un alma,
comienza a haber esperanzas, andanzas, labranza..., pero con mucho miedo al
miedo ambiente y al seprona, que vigían, guardias unos, policías los otros. Y es
que de seguir en la ciudad o en grandes poblaciones mayores serán las ruinas,
las miserias, las hambres..., mientras allá arriba: el huerto, los árboles
frutales, la fuente, la tierra, una cabrita (con zarcillos, matriculada,
veterinario...), ¿no es más barata la leche en la ciudad? En fin, normativas,
leyes, artículos, multas..., ¡en mala hora esa vuelta al campo! Vigilado cual
delincuente, castigado cual ladrón, arruinado por querer comer... Y es que en
paro en la ciudad, ahora en el campo no para, se le echa la noche encima y sin
descanso trabajo no le falta y nunca acaba, pero al acecho, a escondida, cual si
un malhechor o chorizo fuera, y la visita, y la multa porque no tiene permiso,
porque... ¡la ruina! ¿Volver a la ciudad?, ¿resistir?, ¿aguantar?... Se puede
sostener, pero no gana para multas, y miedos, y susto... ¡que ni duerme! Total:
volver al campo le ha resultado un calvario, un martirio, una desgracia, y se ha
venido de Guatemala a Guatapeor. De crisis en crisis, y sigo porque me toca...,
pero la duda sigue: ¿medio rural o zona urbana?
El Padre Báez.
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