Un mundo sin
tabaibas...
“... el enemigo me persigue a
muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las
tinieblas
como a los muertos ya
olvidados.
Mi aliento
desfallece
mi corazón dentro de mí está
yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos...”
(del salmo 142).
“... estad alerta, que
vuestro enemigo... como león rugiente ronda
buscando a quien devorar...” (de la primera carta de san Pedro 5,
8-9).
... es el mundo más allá de nuestras
aguas. ¡Qué suerte la de ellos, al no tenerlas!; ¡qué
desgracia la nuestras al tenerlas! ¡Y nos llama(ron)
“afortunadas”!; pues, ¡vaya fortuna! Fortuna la de los otros, por
ahí afuera donde no las hay, que a nosotros nos tocó bailar con la
más fea.
Suerte la de ellos, por españa, europa y otras partes del mundo
que ni las sueñan al no tenerlas, pero para nosotros
la mayor desgracia, que por culpa de ellas nos hemos quedado sin
tierras, ni vacas; ni cabras ni ovejas, y sin
cercados de papas (para que rime y lleve implícita algo de poesía,
que a pesar de todo, alegre nuestra pobre vida). Que son nuestra
ruina, son una gran desgracia, ¡y son tantas! ¿Para
qué las queremos?, ¿qué nos dan -aparte de su leche amarga-? Son un castigo, y no del Dios Supremo, sino
de unos políticos ineptos que defienden flora envenenada.
Inutilizada nuestra tierra, a ningún animal alimenta, tampoco a
los que aquí habitamos, que la isla es toda de las tabaibas, y: o
morimos o nos vamos (que también es muerte dejar atrás tu tierra
por estar toda ocupada de tabaibas). Tabaibas que no producen sino leche con la
que nadie se alimenta ni se hace queso con ellas.
¿Cuál es la razón de su defensa? ¿No bastarían con unas pocas en
una reserva?, ¿por qué
toda la isla -e islas- de ellas todas llenas? Si son lo peor del
reino animal, ¿por qué debemos soportarlas? ¿Acaso maldición de los dioses? ¿Por
qué ningún partido político en sus programas habla de defendernos de ellas y
recuperar labranza?, ¿es que puede haber
ganadería si ellas están por todas partes? ¡Si al menos fueran materia prima
para algo, bien valdría la pena!, pero si no sirven para nada, ¿para qué
queremos tantas?, ¿no bastarían con una cuantas?,
¿no son una plaga?, ¿no es eso un castigo?, ¿no están devorando
toda otra flora que no sean ellas mismas?, ¿con qué nos quedaremos al fin?,
¿solo tabaibas?, ¿para qué? Si no tuviéramos tabaibas, tendríamos trabajo,
cultivo, ganados, riqueza, alegría, paz, amor, familia, comida, frutas,
hortalizas, tradición... ¡vida!, pero con solo tabaibas, y más tabaibas, solo
nos aguardan la pobreza, la miseria, la muerte.
El Padre Báez.
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Como éste, un montón (es decir: muchísimos). A todos mil
gracias. Y como muestra basta un botón, ahí uno cualquiera al
azar:
“Buenos días Padre Báez.
Feliz regreso amigo.
Saludos.
Tomás”.
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