Donde las tabaibas y la
ciudad...
“... que los hombres
trabajáramos de tal forma que, cooperando unos con otros, alcanzáramos éxitos
cada vez más logrados...” (de la oración de Tercia, del lunes
II).
“... el dueño de la viña y de
los sembrados... que repartes las tareas y distribuyes el justo salario a los
trabajadores...” (de la oración de Sexta del lunes
II).
“... los que buscan
trabajo... que consigan un empleo digno y estable...” (de las preces de Vísperas
del lunes II).
“... que la simiente... que
con nuestro trabajo hemos sembrado hoy, crezca y germine para la cosecha...” (de
la oración de Completas del lunes).
... donde las tabaibas (no por ellas, sino en el campo sin más, y sin ellas): salud, autenticidad, lo bueno,
tradición, sosiego, paz, libertad (limitada y coartada por miedo y sepro [el
cabildo]), amistad, relación, sensibilidad, vecindad, educación, amabilidad,
delicadeza, relación, comunicación, aire puro, relax, sosiego, tranquilidad,
felicidad, producción, trabajo, desarrollo, alegría, producción, alma, fe,
sentimientos, seguridad...
todo esto y más mientras se decidan a arrancar las
tabaibas y descatalogar terrenos, que si de altísimo grado de conservación, que
si paisajístico y otras tonterías, porque el terreno -el campo- es todo lo
mismo, igual en su composición y ello con pequeños matices según la zona. Por
tanto esto es lo que perdemos y esto es lo que nos oferta el campo, en un
pequeño ejercicio de enumerar sin esfuerzo y clasificación, y hasta sin ir más
allá, quedando en el tintero muchísimo más; pero, si pasamos a la urbe (a la
ciudad o/y grandes poblaciones, es todo lo contrario, y aquí solo se enumera
algunos de sus efectos, sin mayor rigor, sino el de dejar salir de la mente
según se escribe y te vienen a ella.
... donde la ciudad: hermosos y grandes edificios, bibliotecas, cines,
almacenes, tiendas, jardines, parques, centros, guaguas, taxis, bancos,
estatuas, el cabildo, el gobierno, hospitales, vida difícil, incomodidades,
ruidos, gases, hipocresía, lujos, mentiras, soledad, presunción, indiferencia,
pobreza, degradación, prostitución, alcoholismo, drogadicción, lo malo,
aberraciones, bombillos, servicios (de toda clase), contaminación, colas,
estrés, atascos, nerviosismo, insensibilidad, individualismo, escapes los
sábados-domingos al campo o playa, sin valores, consumo, residuos, carencias,
desequilibrios, paro, materia, indiferencia, apatía, miedos (no me refiero al
miedo ambiente), y que es donde perdemos valores (bis), principios, dignidad,
etc., etc.
Se equivoca el campesino que opte por la ciudad, que no es su medio, y sale
perdiendo. El campesino, en el campo es donde vive y puede morir; si se decide
por la urbe, es su propia ruina, miseria y muerte. Las diferencias son
abismales, y aquí solo reflejo algunas actitudes que les son propias a cada
mundo. Por descontado que la urbe reclame, llame y hasta los hay que se dejan
engañar, pero pronto se dará cuenta no es su sitio (recuerdo a aquel anciano que
era feliz en el campo [Tejeda], echándole de comer a su cabrita, limpiando la
acequia, moviendo unas piedras, sembrando y plantando... sus hijas se lo
llevaron a la urbe, y lo colgaron en un quinto piso, de cuyo balcón -parado todo
el día- y mirando con nostalgia a la cumbre, de allí no salía, sino que justo al
mes, lo sacaron muerto, y que de haber seguido en su pueblo, todavía estaría
vivo y en sus quehaceres)...
El Padre
Báez.
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