Su cadena tabaibera...
“... nos aprietan por todos
lados... estamos apurados... acosados... nos derriban... en toda ocasión y por
todas partes...” (de la segunda carta de san pablo a los Corintios 4, 7-15).
“... nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza...” (de la carta de san pablo a los Romanos
8, 28-39).
“... estamos saciados de
desprecios... del desprecio de los orgullosos...” (del salmo
122).
“... se desvían por senda
tortuosas...” (del salmo 124).
“... me rodean... todo el
día, me envuelven todos a una...” (del salmo 87).
... la de este pobre hombre, que por allá, por donde los
cochinos en otros tiempos, aún recientes, y por donde pudiéramos llamar la
corona o el reino de las tabaibas, aunque se extienden y reinan por toda la
isla, como que por esta zona (Ingenio [San Sebastián], pero que también por
Agüimes,
Santa Lucía, San Bartolomé, San Antonio [Mogán], San Nicolás, San Pedro [Agaete], Santiago [Gáldar], San Matías [Artenara], San Mateo, San Juan de Telde, San Miguel del Valle Sequillo... ¡es
decir: por toda la santa isla!) se
las ven más crecidas y abundantes, que mi buen hombre, ya jubilado y ahora sí
dispuesto a combatir la vejez con algún trabajillo cual hobby o entretenimiento,
mira atrás en sus recuerdos y allí está aquel cercadito más largo que estrecho
en la falda de una de esas montañas, que escalonadas desde la mar a la cumbre, y -repito- más larga que
ancha y algo estrecha la “finca”, y tras la pared que le para la tierra y
protege, de lejos mientras se acerca a su terrenito abandonado por mor de su
trabajo, y no digamos en qué, que al fin esto poco importa (pero honrado y
fiel), se va acercando despacio, con el alma en suspense a ver en qué estado encuentra la tierra heredada de
sus mayores, y el corazón le late fuerte, por la edad, por lo empinado del
camino, por la hora del día, por la curiosidad de ver y temer qué se iba a
encontrar, y ya sin adivinarlo ni esperarlo, porque desde lejos en el fondo de
su tierra no adivina, confirma y ve hay sendas grandes tabaibas -¡vaya por
Dios!-, pero eso no fue lo más grave, que llegándose a lo suyo, se encuentra con
la terrible y gran sorpresa, que cual semillero, todo estaba lleno de pequeñas
tabaibas (tabaibitas), algo así como de dos cuartas -me lo señaló con los dedos
de las manos- y deprimido, sorprendido, asombrado (por lo de miedo ambiente o/y el seprona), bajó
hundido, apesadumbrado y asombrado, porque estando así ocupado su cercado, nada
puede hacer en él, y teniéndolo, porque es suyo, como si no lo tuviera. Y eso,
que en otros tiempos, tiempos de su juventud, de allí a la mesa: papas, millo,
trigo, chochos, garbanzos, chícharos... y seguía con sus recuerdos y sus
añoranzas, de tener y no poder plantar nada, porque sin permiso, unas plantas
basuras, que solo dan leche amarga y venenosa, se han apoderado de tal manera,
que creciendo las tabaibitas, y haciéndose mayores -en breve- pues crecen como
zarzas -y protegidas y defendidas toda la basura en toda la isla- su pobre y
desgraciada tierra, ha sido entregada, sin él haberla dado, al cabildo que no te
deja tocar nada (y si lo haces te multan)-. Pues mis amigos, no crean se trata
de un romántico comentario, bucólico o comentario en prosa, porque en verso es
que no tiene gracia maldita, que así vea los ojos de Dios, que los del que me lo
contó ayer, con rostro triste, le salían tímidas, unas lágrimas...
El Padre Báez.
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