jueves, 18 de junio de 2015

agua

Sin agricultura, no hay agua en El Tabaibal...

“... me temo que... se pervierta vuestro modo de pensar...” (de la segunda carta de san pablo a los Corintios 11,1-11).
“... siembras año por año... hierba que se renueva; que florece y se renueva... y nuestra vida será alegría y júbilo...” (del salmo 89).
“... pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazo los corderos y hace recostar a las madres...” (del cántico de Jeremías 40, 10-17).
“... ¿qué os conviene más, que os gobierne setenta... o que os gobierne uno solo?...” (del libro de los Jueces 8, 22-23, 30-32; 9, 1-15. 19-20).
CARTA ENCÍCLICA
LAUDATO SI’

DEL SANTO PADRE
FRANCISCOSOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN
1. «Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba»[1].
2. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura

... que salía de Ingenio, camino a Cazadores y pasando por La Pasadilla, pregunté a dos hombres del lugar, por la casa de Pepa Aurora, para pedirle el libro de cuentos donde escribe sobre el Cuervo de Zamora (Gu-Guy o Güi-Güí),
dado que su historia tuve que contarla durante 36 meses (siempre en agosto) a donde con jóvenes desheredados y problemáticos, me pasé  (tres años) los veranos de mi vida, y heme aquí ante la sorpresa de quien un campesino de los dos, nunca antes me había visto en persona, pero me reconoció de verme en televisión mientras que el otro señor sí me conocía ya en persona, ambos sabían de mi lucha a favor y defensa de la agricultura y ganadería, y les comento: cómo subo asombrado viendo desde Ingenio (donde fui a bautizar a sendos niños), todos esos terrenos que se ven despedregados a muy duras penas, para plantar en su día: trigo, centeno, cebada, archita, etc. (y me dijeron aquella zona fue llamada la despensa de lo que antes era Gran Canaria (ahora Gran Tabaibal), ahora llenándose todo de solo tabaibas. A lo que me comentan; pero “es que sin agricultura, no hay agua”, y me lo explican: “si llueve y hay surcos, el agua se queda en los surcos y se filtra, si la tierra está “zorribada”, cavada o arada, la tierra está floja y cuando llueve, esa agua se la traga la tierra, que después la devuelve en: fuentes, remanientes, arroyos, barrancos, charcos, etc., pero al estar la tierra apelmazada, dura, cae el agua sobre ella, y el agua corre sin calar buscando los barranquillos y barrancos y, ¡al mar! Es decir, dicen no tenemos agua, pues si volvieran a la agricultura, la tendríamos de sobra, abundante y todo el año”. Conste, que nunca había oído esta explicación (aunque lo sabía es así), que por su interés, hoy se la muestro en mayor tamaño de letra y color, por si algún político algo cegato -ya que todos-todos, reciben mis correos- lo leen y se enteran: si volvemos a la agricultura, tendríamos agua de sobra. Esta es la sabiduría del hombre del campo, precisamente a los que no se les escuchan, sino al miedo ambiente, y sus técnicos.
El Padre Báez.

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