miércoles, 10 de junio de 2015

huertos

Las tabaibas los llevan a huertos urbanos...
“... procurar la condena se hizo con resplandor...” (de la segunda carta de san Pablo a los Corintios 3, 4-11).
“... no... pondré una mordaza a mi boca... no hablé con ligereza...” (del salmo 38).
“... todo el día maquinando injusticias... autor de fraudes; prefieres el mal al bien, la mentira a la honradez...” (del salmo 51).
“... repaso los días antiguos, recuerdo los años remotos... se ha cambiado...” (del salmo 78).
“... discursos altivos... echando por la boca arrogancias... hunden en el abismo... da la pobreza...” (del cántico del libro primero de Samuel 2, 1-10).
“... ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?...” (de la carta de san pablo a los Romanos 8, 35, 37).
“... Dios está –sin mortaja- donde un hombre trabaja...” (del himno de Hora intermedia del miércoles II).
“... emigraría lejos, habitaría en el desierto... violencia  y discordia veo en la ciudad... dentro de ella, calamidades...” (del salmo 54).
“... no os dejéis intimidar por nadie...” (del libro del Deuteronomio 1, 16-17a).
“... comieron del fruto de la tierra... a comer del fruto de la tierra... comieron de la cosecha de la tierra...” (del libro de Josué 3, 1-17;4, 14-19; 5, 10-12)
“... se complacen en la mentira...” (del salmo 61).
“... concede, Señor, buen tiempo a las cosechas, para que la tierra dé fruto abundante...” (de las preces de Vísperas del miércoles II).
... y no, no y mil veces no, siempre no. La urbe es para las casas, los coches, los gases, las calles, la contaminación, la basura, el aire enrarecido, las cloacas, las cucarachas, la mierda, etc., etc. La urbe y lo urbano, no es para el cultivo, ni para hortalizas, ni para frutales.
Todo esto (hortalizas y frutas, quesos y leche) y el resto de la comida, toda ella viene del campo, de huertos campesinos, no de la ciudad o de la urbe (dicho en latín). Que hay un puesto para cada cosa, y ciertamente las papas, ni el trigo se plantan o cosecha entre coches, cementos, escupitajos, meadas, humos, cloacas, etc., ¡que no hombre! Ese cuento de los huertos urbanos es contra natura, es enfermedad segura, comida contaminada... nada bueno se puede cultivar fuera del ambiente propio del cultivo, de la agricultura y ganadería que es el campo, donde el sol, la tierra, el agua, el aire, etc., todo es puro y limpio. Pasa, que al ocupar la dichosa y maldita tabaiba todo el espacio antes dedicado al cultivo y al ganado, plantado todo de pinos y el resto dado en su totalidad a las tabaibas, si se quiere comer una lechuga o col de aquí, habrá que plantarlas entre humos de tubos de escapes de coches, motos, guaguas, camiones, etc., ¿y es eso ecológico?, ¿y es saludable?, ¿es -incluso- mejor que lo sembrado o plantado, criado y engordado en el campo? Si algún día los que mal nos gobiernan se animan a arrancar las tabaibas y devolver el terreno a la agricultura y a la ganadería tendríamos todo ecológico incluidos: quesos, leches, carne fresca, etc., etc., pero mientras las tabaibas todopoderosas y absolutas llenen el campo nada se podrá plantar ni cosechar, menos pastorear o tener animales, y, o se planta entre coches y orines, entre basuras y contaminantes, no cosechamos nada, aunque un servidor prefiere pasar hambre antes que llevarme a la boca nada que se cultive entre humos, mierdas, cloacas, aguas residuales o negras, por ser algo perjudicial para la salud, sanidad debiera prohibir, para preservar la salud de este pueblo engañado, pues el campo es para la siembra y el cultivo, el pastoreo y la ganadería, y las urbes (ciudades), son para mal vivir y morir, no para cultivar nada en ellas (que los mataría antes aún), pues basta ver los árboles de los parques y todo aquello plantado entre edificios, cómo las hojas están negras del hollín de los humos y gases nocivos que desprenden los hogares y sus moradores (pestilente y asqueroso), y los motores, más con el remanente de retretes de donde se riega lo que llaman ecológico y huertos urbanos. Los huertos en el campo, y en la ciudad -o grandes poblaciones- los coches y la gente enferma que mal vive, pues no es natural, y de hecho los pobres capitalinos, tan pronto pueden se escapan al campo o a la playa para respirar aire limpio y puro huyendo de lo nauseabundo e insoportable, dado que el aire que respiran en sus casa y entorno, está contaminado, sucio, lleno de basuras invisibles...
Abogo por: que el campo -arrancadas las tabaibas (¡y los pinos!)- vuelva a ser la huerta que surta nuestras mesas, y de paso se suelten los animales que estercolarán la tierra y hollada por sus pezuñas, tragará el agua de la lluvia -que no la traen los pinos, ¡ni mucho menos, que la aleja!- se filtrará en la tierra que dejará de estar apelmazada. Pues dicho queda: cada cosa en sus sitio: el campo para la agricultura y la ganadería; la ciudad, para morir de asfixia y contaminación (¡nada se plante en ellas!), y ¡déjense de la majadería y del engaño de huertos urbanos, que es algo contra natura!
El Padre Báez.

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