Las tabaibas los llevan a huertos
urbanos...
“... procurar la condena se
hizo con resplandor...” (de la segunda carta de san Pablo a los Corintios 3,
4-11).
“... no... pondré una mordaza
a mi boca... no hablé con ligereza...” (del salmo
38).
“... todo el día maquinando
injusticias... autor de fraudes; prefieres el mal al bien, la mentira a la
honradez...” (del salmo 51).
“... repaso los días
antiguos, recuerdo los años remotos... se ha cambiado...” (del salmo
78).
“... discursos altivos...
echando por la boca arrogancias... hunden en el abismo... da la pobreza...” (del
cántico del libro primero de Samuel 2, 1-10).
“... ¿la aflicción?, ¿la
angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la
espada?...” (de la carta de san pablo a los Romanos 8, 35,
37).
“... Dios está –sin mortaja-
donde un hombre trabaja...” (del himno de Hora intermedia del miércoles
II).
“... emigraría lejos,
habitaría en el desierto... violencia y
discordia veo en la ciudad... dentro de ella, calamidades...” (del salmo
54).
“... no os dejéis intimidar
por nadie...” (del libro del Deuteronomio 1,
16-17a).
“... comieron del fruto de la
tierra... a comer del fruto de la tierra... comieron de la cosecha de la
tierra...” (del libro de Josué 3, 1-17;4, 14-19; 5,
10-12)
“... se complacen en la
mentira...” (del salmo 61).
“... concede, Señor, buen
tiempo a las cosechas, para que la tierra dé fruto abundante...” (de las preces
de Vísperas del miércoles II).
... y no, no y mil veces no, siempre no. La urbe es para
las casas, los coches, los gases, las calles, la contaminación, la basura, el
aire enrarecido, las cloacas, las cucarachas, la mierda, etc., etc. La urbe y lo
urbano, no es para el cultivo, ni para hortalizas, ni para frutales.
Todo esto
(hortalizas y frutas, quesos y leche) y el resto de la comida, toda ella viene
del campo, de huertos campesinos, no de la ciudad o de la urbe (dicho en latín).
Que hay un puesto para cada cosa, y ciertamente las papas, ni el trigo se
plantan o cosecha entre coches, cementos, escupitajos, meadas, humos, cloacas,
etc., ¡que no hombre! Ese cuento de los huertos urbanos es contra natura, es
enfermedad segura, comida contaminada... nada bueno se puede cultivar fuera del
ambiente propio del cultivo, de la agricultura y ganadería que es el campo,
donde el sol, la tierra, el agua, el aire, etc., todo es puro y limpio. Pasa,
que al ocupar la dichosa y maldita tabaiba todo el espacio antes dedicado al
cultivo y al ganado, plantado todo de pinos y el resto dado en su totalidad a
las tabaibas, si se quiere comer una lechuga o col de aquí, habrá que plantarlas
entre humos de tubos de escapes de coches, motos, guaguas, camiones, etc., ¿y es
eso ecológico?, ¿y es saludable?, ¿es -incluso- mejor que lo sembrado o
plantado, criado y engordado en el campo? Si algún día los que mal nos gobiernan
se animan a arrancar las tabaibas y devolver el terreno a la agricultura y a la
ganadería tendríamos todo ecológico incluidos: quesos, leches, carne fresca,
etc., etc., pero mientras las tabaibas todopoderosas y absolutas llenen el campo
nada se podrá plantar ni cosechar, menos pastorear o tener animales, y, o se
planta entre coches y orines, entre basuras y contaminantes, no cosechamos nada,
aunque un servidor prefiere pasar hambre antes que llevarme a la boca nada que
se cultive entre humos, mierdas, cloacas, aguas residuales o negras, por ser
algo perjudicial para la salud, sanidad debiera prohibir, para preservar la
salud de este pueblo engañado, pues el campo es para la siembra y el cultivo, el
pastoreo y la ganadería, y las urbes (ciudades), son para mal vivir y morir, no
para cultivar nada en ellas (que los mataría antes aún), pues basta ver los
árboles de los parques y todo aquello plantado entre edificios, cómo las hojas
están negras del hollín de los humos y gases nocivos que desprenden los hogares
y sus moradores (pestilente y asqueroso), y los motores, más con el remanente de
retretes de donde se riega lo que llaman ecológico y huertos urbanos. Los
huertos en el campo, y en la ciudad -o grandes poblaciones- los coches y la
gente enferma que mal vive, pues no es natural, y de hecho los pobres
capitalinos, tan pronto pueden se escapan al campo o a la playa para respirar
aire limpio y puro huyendo de lo nauseabundo e insoportable, dado que el aire
que respiran en sus casa y entorno, está contaminado, sucio, lleno de basuras
invisibles...
Abogo por: que el campo -arrancadas las tabaibas (¡y los
pinos!)- vuelva a ser la huerta que surta nuestras mesas, y de paso se suelten
los animales que estercolarán la tierra y hollada por sus pezuñas, tragará el
agua de la lluvia -que no la traen los pinos, ¡ni mucho menos, que la aleja!- se
filtrará en la tierra que dejará de estar apelmazada. Pues dicho queda: cada
cosa en sus sitio: el campo para la agricultura y la ganadería; la ciudad, para
morir de asfixia y contaminación (¡nada se plante en ellas!), y ¡déjense de la
majadería y del engaño de huertos urbanos, que es algo contra
natura!
El Padre Báez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario