Un año soñando con las
tabaibas…
“… examina un terreno y lo
compra, con lo que ganan sus manos planta un huerto…” (Prov. 31,
12).
“… no es lo que está roto
Dios ni el campo que él ha creado; lo que está roto es el hombre que no ve a
Dios en su campo…” (del Himno de Hora intermedia, martes
I).
“… lo que uno
siembre, eso cosechará…” (Ga. 6, 7b).
“… la tierra; produce fruto…
produce unos frutos… que están destinados a tu provecho… que el fin de tus
trabajos sea el comienzo de la siembra…” (de las Homilías de san Basilio Magno,
obispo).
… imaginando la repercusión para el archipiélago, la
defensa a toda ultranza por parte del cabildo, de una planta de amarga leche, va
a tener para dos millones de tabaiberos envueltos en ellas. Islas e isla ésta,
que se ve involucrada en el mayor estropicio jamás pensado, por medio del cual
hasta está muriendo personas, sin ser contadas, una contienda existente entre un
pueblo mago, humilde y sencillo, embobecido con el fútbol y otros vicios, y unos
“soldados”, servidores de las causas cabildicias, que machacan a los primeros.
Y, a este ritmo y paso, jamás saldremos de la crisis que nos atenaza y hunde
cada vez más, sin horizontes, ni luz, ni brotes, ya que son una doble plaga (las
tabaibas y sus “soldados”), la de la flora maldita, y la de los uniformados que
patrullan por tierra y aire, en coches y helicópteros, con la excusa europea y
su lista de plantas a salvar o proteger, y ello sin necesidad al no estar en
peligro de extinción, dada su invasión total y absoluta de toda tierra
cultivable o no. Cuerpos cuasi militares, que ponen a prueba la capacidad de los
campesinos, que miedosos, como conejos se esconden, callan, pagan y se suicidan.
Un conflicto éste, del cual nadie habla y nos los cuentan de lejos y no tan
graves. Un hecho éste, el tabaibero, que ha conseguido partir la Historia en un
antes y un después. Ya del país canario nada queda, menos de su nación. Seguimos
siendo colonizados más y peor que cuantos siglos nos han precedido. Y este
pueblo borrego y sumiso, no declara guerra alguna, ni resistencia y nada pide,
sino que calla. Mientras, el genocidio avanza lento e imparable. Nos hablan de
todas las guerras, menos de la nuestra (no existe), que acaba con los
agricultores y ganaderos. Los eliminan silenciosamente, sin armas, sin gas, sino
con multas y sogas. El campo se vacía, se llena de tabaibas. Trabajo no hay,
sino para cuerpos parapoliciales. A nadie se ve trabajando en el campo, sino a
rancheras paseando y vigilando, controlando y asustando. El refugio es,
esconderse, huir, marcharse. La universidad no sabe ni enseña nada de los
abuelos (sabios). Las nuevas generaciones solo saben de móviles y sus
aplicaciones. Economía no hay alguna, tabaibas por cuatrimillones, y siguen en
aumento. Y la clase política de todo esto: ¡cero!, ¡ni mus!, ¡ni pío!, ¡ni media
palabra!, ¡ni mentarlo!, y los Medios igual. Todos cómplices. Hoy ya, nada se
puede plantar…
El Padre Báez.
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