miércoles, 10 de octubre de 2012

Niños...

Niños

en la granja.

 

Niños, que debieran estar en el aula, aprendiendo inglés y alemán, el cabildo los lleva a ver “su” particular granja, cuando se ha cargado y ha desaparecido la cabaña tabaibera, y se ha cargado igualmente la agricultura tabaibera, llenándolo todo de: pinos, retamas, cardones, tabaibas, etc.


¡Pobres niños, en número de 3.000 (por grupos de 40)!, a los que se les va a comer el tarro o coco, con un lavado de cerebro, manipulando estas puras mentes infantiles, para hacerles creer, el cabildo con “su” granja agrícola experimental del gran tabaibal cumple con su deber de defender el sector primario, enseñando cuatro surcos y dos canteros.

Toda vez que estas pobres almitas angelicales, si fueran de excursión por toda la isla, no iban a ver una cabra suelta ni un cercado de papas, los llevan a “su” granja, a las afueras de Arucas, por donde Cardones (cerca de Bañaderos) donde no les dirán que en cercanas fechas todos aquellos terrenos eran platanares, cuyos estanques (hasta cuatro en el entorno de la granja) deshicieron y por tanto los desaparecieron para que jamás en el tiempo puedan volver a regar platanera alguna u otro cultivo.

¡Pobres niños así engañados, que vieron diversos tipos de plantas y frutos, pero no un castañero, ni un nogal (ejemplares hermosos que aún se resisten al acoso de los pinos en distintos pasajes del interior)!, y que embobecidos, creerán no hay más que eso, y “¡qué bonita, la granja del cabildo!”, con plantas exóticas, porque los almendreros y manzaneros (almendros y manzanos), por poco nos los arrancan una orden real promovida por la exalcaldesa de Artenara, con su jefe de pelo blanco y socialista, para que lo llenaran todo de pinos, cosa que hace el cabildo, sin parar. Plantas exóticas, que no dan comida, sino flores, y son para jardines (plantas ornamentales).

Pena, que no al campesinado, sino a un grupito de niños pequeños -¡pobres angelitos!-, que faltos de conocimiento y de interés, los reciba todo un: señor Consejero del ramo, con instructores, ingenieros, agrónomos, etc., cual si de grandes y experimentados campesinos agricultores se trataran y ganaderos campesinos  fueran, a los que prestar ayuda e información; pero, ¡no señor!, a los niñitos –mocosos, que no saben dónde tienen la mano derecha todavía-, y no a los verdaderos agricultores y ganaderos –con pelos en el pecho, y sombreros-, a los que persigue el cabildo con el medio ambiente multándoles por hacer lo que ellos hacen en “su” granja.

Niños oinfantes, que en lugar de recibir clases de sus profesores en el colegio, para educarlos en las distintas disciplinas, se los llevan padres y educadores (maestros), a ver el invernadero de árboles bonsáis, al estilo japonés -de los que coleccionaba Felipe González-, y que enanos no dan de comer sino a un pajarito, en lugar de árboles-árboles, como olivos e higueras gigantes. Como se trataba de enanaos (40 pupilos), arbolitos, cual juego porque a eso se dedican –entre otras cosas los de la granja con- Consejero, ingenieros, encargados, capataces, psicopedagogos, profesores, biólogos, jardineros, agrónomos, etc. (pero ni un solo hombre del campo, experto en lo que ellos no saben).

¡3.000 angelitos que desfilarán ante tan cualificado personal!, que persigue y castiga la verdadera práctica de la agricultura y ganadería que es la tradicional, y no la de juguetes y exposición. Yo, los llevaría a cualquiera de los pastores y agricultores de verdad, que algunos -aunque perseguidos y vigilados, multados y represaliados-, quedan; porque es lo único que saben hacer (los del campo), sin ingenieros de por medio, porque ellos son sabios y doctores en la materia que dominan a la perfección, al nacer en el medio y no depender de libros y no vivir en el asfalto.

Que fuera un brezo (que no da fruta alguna), la admiración y no un árbol frutal lo que embrujó a los pequeñajos, ¡es de castigo si hubiera justicia!, enseñando ya árboles basuras, en lugar de árboles frutales; ¡a eso los lleva! Flora y naturaleza, que hay que estudiar al aire libre, en su medio natural y no bajo toldos y tras vallas, las mismas que no dejan poner a nadie en el campo, no dando ejemplo de lo que prohíben, para que lo plantado por el pobre campesino se lo coman los roedores o el que pase, amigo de lo ajeno.

Niños, que en el recreo en lugar de jugar a la pelota o al escondite, los explotan haciéndolos trabajar en huertos escolares, quizás en huertos insalubres al estar en la urbe y por tanto cargando con cuanta polución y contaminación ésta produce, y que para que no les haga daño a sus frágiles cuerpecitos y débiles estómagos, regalan a Cáritas sus acelgas y rábanos, calabazas y calabacines (que de lo que se siembra se cría [no sé si lo han cogido]), para matar no de hambre, sino de enfermedad a quienes coman alimentos tan deteriorados y perjudiciales al ser producidos fuera de su ambiente natural (el campo abierto al sol y al aire limpio y puro), ¡sabe Dios regados con qué aguas!, por de pronto con agua desalada y de detritus.

Niños, que algunos, van a  reproducir en sus colegios por el dictado de sus profesores agrícolas cabildicios, que añoran el campo de donde vinieron, van a cultivar en lugar de estudiar. Todo esto, en lugar de llevar a muchachos de 16 y más o menos años, y colocarlos detrás de cualquier pastor o agricultor, de los pocos que aún quedan, para que aprendan viendo sin más, de verdad lo que es el campo y en su día puedan ser el relevo generacional, y no jardinerías que allí vieron en plantas ornamentales, cuando éstas, ¡ni una se ve en manos de auténticos agricultores o/y ganaderos, que no se dedican a esa mariconadas! Que la naturaleza, se estudia fuera de la granja del cabildo, en los campos de los campesinos, que son los auténticos agricultores y boyeros (cuidadores de vacas).

La visita, sirve para perder un día de clases que no van a recuperar, con el consiguiente daño impreso en sus mentes, junto con el dinero perdido en viajes y salidas que paga el contribuyente y se lo roban al campesino. A los niños y hombres del campo se les prohíben cultivar sus tierras, y a los capitalinos les enseñan a poner huertos entre coches. Y claro, el cabildo en “su” granja (no de cochinos, aunque debiera), enseña compost, y estiércol no, que huele a mierda de vacas y apesta. Ahora el fertilizante natural se llama “compost” y no estiércol de retamas, que están protegidísimas y ¡pobre el desgraciado que coja medio ambiente -al que se le tiene miedo y pánico- cogiendo unas ramas de retamas, para la cama de sus animales!

Con tal de salir del aula, y tener un día libre con excursión a una mini y reducidísima y ridícula granja cabildicia, los peques, lo pasan en grande y salen ilusionadísimos y entusiasmadísimos y, ¿serán futuros ganaderos y agricultores por el hecho de ir a ver ese nido de ladrones, que están en nada millones? Mucho me temo que no, y que sigan pensando –los alumnitos- la leche viene de Asturias; y las papas, de Inglaterra o Israel.

Personal amplio de una granja, donde cometen el doble fallo y equívoco de trasplantar la flora autóctona en un medio que les es hostil, en lugar de dejarla en su medio ambiente, y están empeñados en introducir –con el consiguiente peligro- especies extrañas, foráneas  o invasoras, que acabarán con las nuestras, únicas y de toda la vida.

Termino, con la cita de un amigo, que me puso lo siguiente (contándome las repeticiones) y que me ha dado pie para hacer el comentario que queda más arriba o atrás; que por debajo, o por delante, lo del compañero dicho:

“... este tragón "cabildillo", ¡INSACIABLE! ¿Por eso ahora quiere manipular a miles de niños e inocentes escolares llevándoles de excursión a ver "su" Granja? Cuando tiene hecha una pocilga la isla...”

El Padre Báez.

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