domingo, 21 de octubre de 2012

La tristísima...

La tristísima arqueología:

Andamos de luto; la arqueología tabaibera, ha sido tocada de muerte; se le ha dado tajos y cortes, que son de justicia.
Ha sido obra de medio ambiente. En previsión de una piedra que podía caer sobre la carretera que va o viene a Temisas, por donde la conocida “Audiencia” o “Risco Pintado”, donde los silos, las casas-cuevas, donde huesos miles, y millones de cerámicas, con distintos calados de tejidos de plantas, etc., las garras infernales y terroristas de tractores de negocios-paga-a-amigos-campañas-supongo, han desgarrado las entrañas de nuestra identidad, rompiendo cuevas, desapareciendo otras, metiendo escombros en terceras, abriendo cuartas, y echando al terraplén o trastón: vallas metálicas, conos, escombros, y sin dejar canal para el agua, pero al descubierto el abrigo de tantas cuevas y misterios, escalonando el risco, ¡que ahora sí corre peligro de caídas al ser veteados, golpeado y roto, abriendo sus interioridades (de las rocas y riscos) y quitando soportes, que se pregunta uno “¿dónde coño estaba el arqueólogo supervisor, si es que no fue presuntamente  untado en los besos, que permitió tal atropello?”, en decir del asombrado Doctor en Arqueología presente, catedrático profesor delauniversidadelaspalmasdegrancanaria, que no salía del asombro y que como un loco sacaba fotos a tanto despropósito, y nos dijo: estábamos ante uno de los mejores BIC (bien de interés cultural) del tabaibal, y que el culpable de todo aquello, era medio ambiente”, cuando uno creía era cosa del patrimonio arqueológico e histórico y de cultura cabildicia. Digo, que asombrado nos quedamos, o nos quedamos de piedra, cuando conociendo todo aquello antes, está en un hoy irreconocible, y todo ello, cuando de ser cierto el peligro inminente de la caída de risco o piedra alguna, bien se pudo haber hecho un volado de la carretera y alejarla del supuesto y previsible peligro, y no tocar en lo más mínimo la riqueza de nuestro patrimonio en yacimiento de tal importancia cuando no desviarla por otro trazado posible, pero nunca a costa de cargarse una de las mejores páginas de nuestro pasado donde lo mejor de la arqueología y buen hacer de nuestros predecesores. Digo, que este disgusto nos afectó tanto, que todo lo bueno del día, con haber sido mucho, nos dejó como en el duelo de un ser querido.

Nos habíamos dado cita, en número evangélico: Monse, Miguel, Julio, Francisco, Magdalena, Felisa, Dory, Santiago, Miguel, Alexis, Ismael y un servidor. El primero en llegar, fue Agustín Cabrera el de www.teldeenfiesta.com para registrar con su cámara la salida y prometernos hacer un reportaje en la próxima –que será Dios mediante el día 4 de Noviembre- después de que muchos no asistieran exculpando su presencia, por gripe, por no acordarse, por no habérseles avisado a tiempo, por enfermedad de familiar, trabajo, etc., etc., y que como todo al comienzo –ahora el curso-, como que cuesta un poco calentar motores. Pues que nos hicimos a las Cuevas del Gigante, y observábamos la cara de asombro de los visitantes al bajar a la misma por aquella camuflada rampa de caracol hasta espacio de sorpresas por sus salas, como paso, silos, puertas, agujeros, fondo, techo, vistas, etc., para después de departir, charlar, comentar, explicar, observar, etc., etc., salir y hacer senderismo complementario siguiendo por ruta abierta por tractor que cresteando, llegaba después de muchos kilómetros rompiendo perfiles, arbustos, flora, paisaje, etc, para llevar un simple saco de cemento y colocar un  tuvo con punto geo... no sé qué, de mapas no sé para cuánto, y que hasta las tres piedras con forma de árboles nos serviría para las distintas fotos de grupo, ante tan espectacular fenómeno de la naturaleza, y desde donde se divisaba lo mejor del entorno (con el trabajo de distintos y enormes hormigueros), desde Acusa, Los Sitios, Ansite, Barranco de Tirajana, etc., etc., y, volver..., volver sobre nuestros pasos, contemplando -como a  la ida-, cómo desde el mar a las cumbres, todo y por todas partes, todo –repito- estaba lleno de los cercados o cadenas que escalona toda la isla buscando la horizontal y llanos donde sembrar en su día toda clase de granos, y ahora crece con vicio -y billonarias en número- la superprotegida maldita tabaiba, que a tantos le ha costado multas, sanciones y la vida (al suicidarse por no poder pagar los trescientos mil euros de un pobre desgraciado que solo pretendía plantar un saco de papas, y le metieron además, hasta medio año de cárcel, y es uno de los muchos ejemplos que se puede poner para que el cabildo pueda medrar y tener dineros para pagar a su amplio millar de empleados que nada hace sino sancionar y multar, para poder cobrar, a la par que ellos: no una retama o tabaiba, sino miles y miles, como queda a la vista en los destrozos antes citado en Temisas al echar trastón abajo sobre pitas, tuneras, veroles, tabaibas, escobones, tajinastes, vinagreras, etc. –al margen, los que el de la pista al poste citado-  escombros y basuras, vallas y piedras, rompiendo como cuando la carretera-pista (repito) para el tubo, cuanto se le presente delante de las palas de los tractores-cobran-favores-presuntamente, que de vuelta o regreso a los coches, visitamos parte del primer yacimiento –el de la Cueva del Gigante- con entradas en rampa escalonada a cuevas, casas, graneros, estructuras varias, distintas estancias y niveles, etc., para ya cerca de las cuatro o dieciséis horas, tomar almuerzo merienda en círculo perfecto, para mejor compartir comidas (tortilla, bocatas, frutas, refrescos, pan, frutos secos, etc., en amena charla participada por los comensales como hace dos mil años recordaba cual “Última Cena”, que casi sin tiempo para reposar nada la comida, y sin hacer digestión alguna, subimos a los tres coches -cada uno en el que le tocara-, para enfilar hacia Taidía, pasando como es lógico antes por Santa Lucía y Rosiana, y subiendo hasta donde dijimos, y asomarnos a la montaña, donde las cientos de cuevas de nuestros antiguos ascendientes, y contemplar de cerca nuestro próximo objetivo, encontrándonos por el recorrido distintos ramos de florees (señoras en excursión, que reconociéndonos nos preguntaban -como nosotros respecto a ellas-, qué hacían por aquellos parajes (nosotros, los nuestros, aquí los vamos contando), y fue entonces cuando al regreso –aunque ya lo vimos de pasada al subir- ahora nos parábamos para in situ, y de primer plano, observar el crimen arqueológico citado al comienzo, donde queda visible y patente el aprecio o estima que del patrimonio arqueológico e histórico tiene o hace el cabildo, que con su medio ambiente hay que tenerles miedo, porque lo que hacen es terrorismo cultural; no se valla, no se señala, no se protege, no se defiende, etc., sino que simple y llanamente, se rompe, se desaparece, se desprecia, se destroza, etc., y ¡no toque usted una piedra o una retama!, pero ellos..., ¡por favor!, vayan y cuando lo vean digan si no he sido suave, delicado, benigno, benevolente, etc., ante daño de tal magnitud, que una cosa es decirla y otra verla. Simplemente espero, que ustedes mis amigos, eleven conmigo el grito de: ¡¡Basta ya!!, y sobra un medio ambiente y su cabildo que solo siembra daño y amiguismo, porque: a uno, por nada todo; a otros, por todo: ¡nada! No, no hay justicia sino favoritismo. Por eso dije en el popurrí 385: 

“Abierta la carretera de Temisas...
... ¿cuál será la próxima con una piedra previsiblemente vaya a caer, para el negocio de amiguetes?”

Lo malo es, que pongan de pretexto y se agarren a otro yacimiento, para poco a poco ir acabando con ellos y borrar nuestra memoria histórica. ¡¡Ah, cabrones!! Y no hay quien los pare. Hacen lo que les viene en gana; usan una doble barra de medir. Y este pueblo de borregos: calla; no se manifiesta, no protesta, no se indigna... No, este pueblo prepara el carnaval, habla de fútbol y de perros. Lo demás, lo demás..., ¿qué importa?

Mucho nos sorprende ver en los medios a los que se hacen ufanos y triunfadores las fotos pertinentes de la apertura de la carretera que cual castigo sobre pobres inocentes de Temisas y limítrofes (trabajadores, niños, jóvenes, enfermos, urgencias, gastos de más combustible, multas, etc.), han sido el precio de un capricho injustificado, porque en previsión de un futurible -sabido es-, es la posibilidad: cuando los burros vuelen, cosa que nunca sucederá; pues lo mismo en los riscos de Temisas (¡y otros, que aparecerán!), y sin embargo: aplausos, y felicitaciones, en lugar de pedir cuenta ante los juzgados por daño ya irreparable a lo que no se debió ni tocar (y sirva de escarmiento); ahora abierto, expedito, irreconocible, escombros, rotos, etc., en lo que es una de las joyas de nuestro patrimonio arqueológico e histórico singular y de lo mejor del mundo. Conste que a un servidor –historiador-, no me avisaron para supervisar dicho atropello y canallada.

Lástima Agustín Cabrera, no nos acompañara, y se quedara en la foto del comienzo, dejando las que denuncia este comentario para el que quiera ver lo indulgente que he sido al respecto. No tengo la categoría y conocimiento del anónimo Doctor (autor de libros, además), cuyo nombre sin su permiso, no puedo, ni debo publicar, para librarlo de posibles represalias, que -¡esa es otra!-: el miedo al miedo ambiente y a su cabildo sustentador.

El Padre Báez.

Nota: Toda vez que nos acompañaba un Doctor en Arquitectura en la marcha arqueológica y de senderismo, le he pedido un informe, que tan pronto me lo envíe se lo paso  a ustedes, y que en conversación con su compañero en la dicha universidad, le decía: “¿y porque se caiga un bloque o teja  de la catedral, hay que destruirla?”, con referencia a lo que igualmente asombrado, veía ante sus ojos.

2ª Nota: tanto en cuanto el Doctor en Arqueología nos dijo iba a protestar y comentar lo ocurrido, mucho me temo que unos medios comprados, no den curso a queja alguna que pueda molestar a patrón que paga tan sumamente bien, con lo cual este pataleo, no sonará; ni a nadie llegará, salvo a través
de su correo electrónico y alumnos, sin más, perdido en un mundo donde los medios de comunicación, no se harán eco, de lo que diga o pueda decir. ¡Esa es la pena!

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