Infancia
sin tabaibas y con cabras...
... la de un servidor, cuando sesenta años atrás,
desconocía las tabaibas, y sí y mucho las cabras. Y tanto que el parto de una
de ellas, era motivo de una inmensa alegría; todo era oír el balido de los
recién nacidos, para correr como balas a reconocer a los recién llegados, que a
la par, con mis hermanos, nos los repartíamos (y si no había para todos,
esperaban al parto siguiente de otra cabra, ¡y como lo esperábamos!), según
preferencias y fueran quedando libres: “¡¡este es mío!!”, y es como si un
nuevo juguete tuviéramos, y cómo los queríamos, y jugábamos con ellos, y los
cuidábamos (a escondidas de mis padres, los arrimábamos al ubre de la madre)...,
y de ahí, desde la más tierna infancia, antes de los ocho (años), ya
aprendíamos a poseerlos, a tenerlos, a considerarlos “míos”, y así, iba
creciendo el cariño a un animal, que si nos lo vendían o nos lo comíamos, era
un drama. Acostumbrados a su balidos, sabíamos de su hambre, ¡y el retozo de los
mismos!, ¡y los empujones al ubre de la madre!, y el chuparnos los dedos (con
las cosquillas que nos hacían), es decir, es mucho lo que de ellos, los baifos
y sus madres tiene uno en la propia biografía, de modo implícita y grabado por
siempre, y de ahí el que nos las estén matando, es una constante en nuestra
mente, y nos hace daño, y piensa uno, estos desalmados, no jugaron, no se
criaron, no saben nada de un baifito, que se hace mayor, y marchando a los
riscos, no hay razón para su sacrificio (como no se mata al perro que se pierde
o se queda en el campo), no se les debe matar, hay que protegerlos..., pero
tristemente, he sabido que van a persistir en esa actitud de matarlos, o
dejarlos vivos sufriendo, y mientras: seprona, miedo ambiente, inspectores,
veterinarios..., visitando: granjas, chozas, corrales, cuevas, arrimos, huertas
privadas, alpendres, explotaciones, etc. por ver si el dueño, tiene en mal
trato a una de sus gallinas, a una de sus vacas, a una de sus lo que sea, como
si no tuvieran derecho a morir, como todo ser vivo, y por ¡quítame allá esas
pajas, multa que te pego! Y ello, sin que ninguna de estas multas les alcance a
ellos: seprona, miedoambiente, cabildo, inspectores, veterinarios, etc.
El Padre Báez, que por mascota regalaría un baifito
a los matacabras, para que llegando a sus casas a sus hijos o nietos, se los
pongan de mascota, y a ver si después eran capaces de pegarles un tiro a una cabra, y es que tiene razón el dicho o refrán:
“¡lo
que no se conoce, no se ama!”, o aquél otro que dice: “¡lo
que no nace, no crece!”, ¡pues, por eso las matan! Es, la única
“justificación (no válida)”, para este cabricidio cabildicio.
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(las cabras):
“... por los montes elevados... por colinas
encumbradas... por los barrancos...” (Baruc 5, 1-9). / “... los riscos son para las cabras, por las
peñas...” (salmo 103). /
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