Anécdota
caprina tabaibera...
... que me llama un estudiante universitario, y esto
fue lo que me contó: que fue a almorzar en el comedor de la universidad, y
junto a él habían unos extranjeros comiendo, y que al comentar con el camarero,
lo rica que estaba la carne de cabra
servida, éste -el camarero- oyó que dijo: “¡Pues, que no le oiga el Padre Báez!”
Hasta aquí, el hecho simpático, de la popularidad -que no he buscado- de mi
defensa de las cabras, ya que el hecho ha trascendido (gracias a Dios, para
información y conocimiento de la sociedad, incluso fuera de nuestras fronteras),
y está calando en la sociedad (que responde positivamente sensibilizada por el
hecho sin nombre que nos ocupa), que pasa a ser motivo de bromas o comentarios
jocosos positivos (en este caso, sin conocer todavía alguno de signo negativo).
Es decir: el tema o cuestión está llegando. Y toda vez -y lo sabe Dios- y con
68 años encima, eso ya nada significa en cuanto soberbia, vanagloria o darme importancia,
sino que “¡por un oído me entra, y por el otro me sale!”, que dice el
dicho o refrán, sin dejar huella en mi persona, sino la sonrisa o satisfacción
del momento, que hablando del tiempo y manteniendo la misma postura filosófica
de defensa de lo que es la mitad de nuestra Historia, esto fue lo que el
estudiante universitario añadió y me dijo lo siguiente: “¡Seguro, Padre Báez, que muerto
usted, alguien reunirá en un solo tomo cuanto de las cabras usted ha dicho!”,
y simplemente le añadí: “¡pues mientras no paren la matanza de las
cabras, voy seguir, y materia tengo
sobre ellas para más de un largo año, con varios comentarios al dúa, pues no en
vano, todavía no ha comenzado a salir mis vivencias y recuerdos, anécdotas y
hechos ocurridos en torno a las cabras, ya que junto a ellas me crié, y es
mucho, mucho lo que sobre ellas puedo y debo decir!” Así que en ello
estamos, y en ello vamos a seguir por tanto tiempo como el cabildo tarde en dar
marcha atrás y se comprometa a no seguir matando las cabras guaniles -y la
verdad que se hace al rogar, y da largas al asunto, esperando tal vez, el
tiempo lo olvide y borre-, y el compromiso consiguiente de defender a las
cabras y comenzar a protegerlas, a aumentarlas, a propagarlas...
El Padre Báez, que sobre las cabras, no ha hecho
sino dar, los primeros “balidos” o ecos. Y sí, al final creo, como el
estudiante universitario (obvio su nombre y procedencia, como carrera, para no
dar pista alguna de alguien que por lo contado pudiera ser represaliado), más
que un tomo, les voy a dejar materia para una enciclopedia sobre las cabras,
objeto en su día -no me cabe la menor duda- obra de consulta de historiadores,
etnógrafos, veterinarios, etc., pero, ¡tiempo al tiempo (aunque un servidor, no
lo vea)!
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(los del
cabildo): “... tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas, y no
oyen...” (salmo
113B).
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