viernes, 31 de julio de 2015

revitalizar

Revitalizar una isla llena de tabaibas...
“... la fiesta de los panes... en la tierra... la primera gavilla se la llevaréis al sacerdote...” (del libro del Levítico 23, 1.4-11.15-16.27.34b-37)./ “... comáis o bebáis... no deis motivo de escándalo...” (de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 31-11, 1.)./ “.. donde mayor es el trabajo, allí hay rica ganancia... los tiempos requieren... que no te amedrenten los que se dan aires de hombres dignos de todo crédito... mantente firme...” (de la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a san Policarpo de Esmirna)./ “... no os encerréis en vuestros intereses...” (de la carta de san Pablo a los Filipenses 2, 2b-4)./ “... para ti la tierra ha sido adornada con flores, árboles y frutos...” (de los sermones de san Pedro Crisólogo, bispo).
... para ello, tendríamos que hacer memoria de lo que esto fue, y al mismo tiempo pensar si queremos el progreso; de lo contrario, esto irá de mal a peor, y marcha atrás sin freno, y como los cangrejos. El contraste entre nuestra historia y el presente es más que pesimista; si miramos la realidad social que nos envuelve, ante esta situación de paro y hambre (y ello teniendo donde trabajar y de donde obtener la mejor alimentación del mundo, por nuestra tierra y clima).
Y es que han deformado o han cambiado de tal forma nuestra realidad, que nos han traído a la peor época jamás vivida en este territorio, y así el sufrimiento que padece nuestra sociedad tabaibera, no tiene parangón en el mundo. Aquí, se ha descartado a la gente y se ha primereado -como dice el papa- a las tabaibas (esto lo digo yo, un simple cura de pueblo [pero, Licenciado en Historia de la Iglesia, por la Universidad de Comillas]). Vivimos sin cohesión alguna; nos falta competitividad, la que no existe al estar todos en paro; no tenemos justicia social alguna; y nos estamos destruyendo como pueblo y comunidad. Nos falta integración en el medio, del cual nos han desenraizados; nos falta ya, la espiritualidad que nos mantenía alegres aún en la penas, y es que de la trascendencia hemos pasado a una inmanencia material sin más, que nos lleva a la soledad, depresión, enfermedades psíquicas, al psiquiatra, etc. No se ve la línea que nos marque el futuro, estando las puertas de la tierra (o el campo) bloqueadas; es imposible seguir en esta economía sin economía, donde ya hemos perdido y seguimos perdiendo derechos, que nos son inherentes por nuestra condición de personas, y se los han dado a las tabaibas. Para que no haya interpelación, nos dan la droga del fútbol y así nos tienen en otros campos bien diferentes (como dije en su día -y repito- en los que en lugar de coles, nos dan goles). Tenemos y debemos reconstruir el sector primario, el único que nos salvará y sacará de la crisis que nos hunde y machaca, destroza y mata. Y es que políticos sin ética,  es imposible nos saquen de este caos, que ciertamente -si Dios no lo remedia (y Dios no se meme en estos asuntos de los hombres)-, la sociedad tabaibera puede perder su existencia y no dejar ni raíces; por de pronto ya, sin esperanza, al no haber en puerta ni en perspectiva ningún programa al respecto (acabar con las tabaibas y dar paso a las papas, al ganado...).
El Padre Báez.
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74. La experiencia de la cautividad en Babilonia engendró una crisis espiritual que provocó una profundización de la fe en Dios, explicitando su omnipotencia creadora, para exhortar al pueblo a recuperar la esperanza en medio de su situación desdichada. Siglos después, en otro momento de prueba y persecución, cuando el Imperio Romano buscaba imponer un dominio absoluto, los fieles volvían a encontrar consuelo y esperanza acrecentando su confianza en el Dios todopoderoso, y cantaban: «¡Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos!» (Ap 15,3). Si pudo crear el universo de la nada, puede también intervenir en este mundo y vencer cualquier forma de mal. Entonces, la injusticia no es invencible.
75. No podemos sostener una espiritualidad que olvide al Dios todopoderoso y creador. De ese modo, terminaríamos adorando otros poderes del mundo, o nos colocaríamos en el lugar del Señor, hasta pretender pisotear la realidad creada por él sin conocer límites. La mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses. (Francisco, en su encíclica: Laudato si).

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