Tabaibos a la mar...
“... todo lo estimo
basura...” (de san Pablo a los Filipenses 3, 7-4, 1.
4-9).
“... lo que uno siembre, eso
cosechará... el que siembra... cosechará... el que siembra... cosechará...” (de
la carta de san Pablo a los Gálatas 6, 7a-8).
“... si abundara en trigo...”
(del salmo 4).
... toda vez el campo ha sido entregado a las tabaibas
en su totalidad y en exclusivas, los habitantes del gran Tabaibal (antes de Gran
Canaria [y digamos lo mismo de las otras islas]), se han visto obligados a
abandonar sus casas, tierras y otras posesiones, y volverse urbanitas, y así
junto o a la vera de la mar, pasean sus
añoranzas por la costa o litoral, entongados o subidos unos encima de otros en
pisos cuales cajas amontonadas, desde donde contemplan las salidas de sol y
esperan a la hermana muerte.
Sol que alimenta a las tabaibas, y tabaibos ellos
-gentilicio de los habitantes del Tabaibal (antes Canarias), a la par que pasan
hambre, a pesar de tener la tierra más rica y productiva del planeta, pero que
dada o entregada a las tabaibas, otra cosa no producimos, sino su leche. Pero no
leche de cabra, ovejas, vacas, camellas, burras, yeguas, etc., es la leche de
tabaiba, la que pringa a toda esta tierra (dícese de ocho islas atlánticas).
Leche envenenada, que solo para matar “legartas de la tierra”, pero toda vez
que ya la tierra nada produce -salvo tabaibas- ni siquiera es leche que tenga
utilidad alguna conocida, que si la tuviera -al menos- en farmacopea o en
industria alguna-, en ello seríamos multimillonarios; pero, como las tienen
súper-protegida, ni siquiera para ese posible remedio o utilización, sería
posible, al no podérsela utilizar, con lo que nuestra desgracia es triple,
cuádruple, quíntuple... porque teniendo tanto, como si nada tuviéramos, que ya
es desgracia, tener tierras y no poder cultivarlas, porque absolutas las
tabaibas, dueñas, señoras y reinas son de esta tierra (e islas). Situación ésta:
absurda y ridícula, sin sentido y de esquizofrenia, que solo rédito da al
cabildo, que tiene desplegado a su ejército de policías miedoambientales (y que
con la ayuda inestimable y sujeta del seprona) que vigila el campo tabaibero y
multan por cualquier daño a plantas cuales sagradas, que súper-protegidas, cual
si manzanas de oro dieran, cuando solo dan disgustos si una brizna de su leche
te alcanzara a los ojos, que si en las manos pegajosa, y si en la ropa te
desgracian, y que vivan por sus multas, es de granujas, por decirlo sin ofender
y finamente:
El Padre Báez.
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34. Posiblemente nos inquieta
saber de la extinción de un mamífero o de un ave, por su mayor visibilidad. Pero
para el buen funcionamiento de los
ecosistemas también son necesarios los hongos, las algas, los gusanos, los
insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos. Algunas
especies poco numerosas, que suelen pasar desapercibidas, juegan un rol crítico
fundamental para estabilizar el equilibrio de un lugar. Es verdad que el ser
humano debe intervenir cuando un geosistema entra en estado crítico, pero hoy el
nivel de intervención humana en una realidad tan compleja como la naturaleza es
tal, que los constantes desastres que el ser humano ocasiona provocan una nueva
intervención suya, de tal modo que la actividad humana se hace omnipresente, con
todos los riesgos que esto implica. Suele crearse un círculo vicioso donde la
intervención del ser humano para resolver una dificultad muchas veces agrava más
la situación. Por ejemplo, muchos
pájaros e insectos que desaparecen a causa de los agrotóxicos creados por la
tecnología son útiles a la misma agricultura, y su desaparición deberá ser
sustituida con otra intervención tecnológica, que posiblemente traerá nuevos
efectos nocivos. Son loables y a veces admirables los esfuerzos de científicos y
técnicos que tratan de aportar soluciones a los problemas creados por el ser
humano. Pero mirando el mundo advertimos que este nivel de intervención humana,
frecuentemente al servicio de las finanzas y del consumismo, hace que la tierra en que vivimos en realidad se
vuelva menos rica y bella, cada vez más limitada y gris, mientras al mismo
tiempo el desarrollo de la tecnología y de las ofertas de consumo sigue
avanzando sin límite. De este modo, parece que pretendiéramos sustituir una
belleza irreemplazable e irrecuperable, por otra creada por
nosotros.
35. Cuando se analiza el
impacto ambiental de algún emprendimiento, se suele atender a los efectos en el
suelo, en el agua y en el aire, pero no siempre se incluye un estudio cuidadoso
sobre el impacto en la biodiversidad, como si la pérdida de algunas especies o de grupos
animales o vegetales fuera algo de poca relevancia. Las carreteras, los
nuevos cultivos, los alambrados, los embalses y otras construcciones van tomando
posesión de los hábitats y a veces los fragmentan de tal manera que las
poblaciones de animales ya no pueden migrar ni desplazarse libremente, de modo
que algunas especies entran en riesgo de
extinción. Existen alternativas que al menos mitigan el impacto de estas
obras, como la creación de corredores biológicos, pero en pocos países se
advierte este cuidado y esta previsión. Cuando se explotan comercialmente
algunas especies, no siempre se estudia su forma de crecimiento
para evitar su disminución excesiva con el consiguiente desequilibrio del
ecosistema. (de la encíclica de Francisco Laudato si)
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