Las tabaibas prolongan la
crisis...
“... estoy agotado... me
acosan...” (del salmo 68).
“... terrible desgracia... en la ciudad: desfallecidos
de hambre...” (del cántico del profeta Jeremías 14,
17-21).
“... se burlan de mi... me acorralan... me cercan...”
(del salmo 21).
“... estamos... asediados por
todas partes...” (de la carta de Santiago 1, 2-4).
“... el precio de nuestro
rescate...” (de la oración de Vísperas del viernes
III).
“... muchas son nuestras
deudas...” (del himno de Completas del viernes).
“... estamos, al borde del
abismo...” (del salmo 87).
“... encerrado, no puedo
salir...” (del mismo salmo anterior [87]).
“... me rodean todo el
día...” (idem. de idem.).
... perdemos vida con tantas tabaibas. El Tabaibal
estaba habitado, de una riqueza humana muy grande. Había una gran diversidad,
muy plural. Las tabaibas hacen desaparecer todo: pastores, agricultores,
carboneros, etc.
Había gente dentro o en el interior de la isla; ¡pocos quedan
ya, y a menos! Se ha perdido el entorno. Quedan pocas huertas. Todos se vuelven
a lo urbano, se van a núcleos urbanos, y esto trae graves problemas. No se vive
en el medio (la lana ya no se usa; el barro, tampoco; leña tampoco, se sacaba
del entorno para vivir), y de ahí el conocimiento extraordinario, e ignorado:
cómo se comportan los animales, hierbas medicinales, interpretar las estrellas,
etc., y no se usa el territorio, ni los recursos... no se escribe en el
territorio: monte, árbol, antepasados, etc.... relaciones sociales, riqueza,
propiedad comunitaria... Se extraía recursos de la tierra y se exportaba;
ahora... tabaibas. Han pensado la isla desde fuera. Ya, es un lugar vacío. Solo
tenemos la anulación de derechos. Y somos, y tenemos un lugar de recursos
extraordinarios y únicos en el mundo. Somos y tenemos una gran fuente de
recursos, que son anulados por las tabaibas, en su enorme y exclusiva
abundancia. Había, una gran sociabilidad. Hay otros caminos fuera de las
tabaibas. Se daña a la isla con tantas y solo tabaibas. No producimos nada. Todo
es una m.... Las tabaibas extraen lo que había como modelo social y económico.
Se intensifican las tabaibas, que precisamente no dan madera y solo consiguen la
deforestación. No somos ni tenemos industria de alimentación (como fue). Las
tabaibas invaden la tierra. El tema del ganado: sin carne, sin leche... Las
tabaibas deforestan la isla. Somos un lugar de entrada de todo, de fuera. Hay
que parar las tabaibas. La tabaiba es voraz. Las tabaibas son depredadoras. Las
tabaibas (el miedo ambiente) controlan el territorio. Esto lleva a la represión.
No se consulta al pueblo. Las tabaibas expulsan a la gente. Insustentabilidad de
la isla. Emigra la gente. Las ciudades no se sustentan. No crecemos. Todo son
leyes para más libertad para el miedo ambiente, que destruyen el medio
ambiente...
El Padre Báez.
Por supuesto, es de agradecer, correos como
éste:
Muchas gracias de nuevo Padre
Báez, el esfuerzo que usted continuamente está haciendo por concienciarnos por
la importancia de proteger las buenas tierras y evitar que éstas sean
colonizadas por plagas es muy loable, como también de suma importancia es que
edite textos bíblicos con la sabiduría divina que tanto nos hace falta, y más en
estos depravados tiempos que vivimos.
Un fuerte abrazo y
cuídese.
P.
Toledo.
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46. Entre los componentes
sociales del cambio global se incluyen los efectos laborales de algunas
innovaciones tecnológicas, la exclusión social, la inequidad en la
disponibilidad y el consumo de energía y de otros servicios, la fragmentación
social, el crecimiento de la violencia y el surgimiento de nuevas formas de
agresividad social, el narcotráfico y el consumo creciente de drogas entre los
más jóvenes, la pérdida de identidad. Son signos, entre otros, que muestran que
el crecimiento de los últimos dos siglos no ha significado en todos sus aspectos
un verdadero progreso integral y una mejora de la calidad de vida. Algunos de
estos signos son al mismo tiempo síntomas de una verdadera degradación social,
de una silenciosa ruptura de los lazos de integración y de comunión social.
47. A esto se
agregan las dinámicas de los medios del mundo digital que, cuando se convierten
en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir
sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad. Los grandes
sabios del pasado, en este contexto, correrían el riesgo de apagar su sabiduría
en medio del ruido dispersivo de la información. Esto nos exige un esfuerzo para que esos
medios se traduzcan en un nuevo desarrollo cultural de la humanidad y no en un
deterioro de su riqueza más profunda. La verdadera sabiduría, producto de la
reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se
consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando,
en una especie de contaminación mental. Al mismo tiempo, tienden a reemplazarse
las relaciones reales con los demás, con todos los desafíos que implican, por un
tipo de comunicación mediada por internet. Esto permite seleccionar o eliminar
las relaciones según nuestro arbitrio, y así suele generarse un nuevo tipo de
emociones artificiales, que tienen que ver más con dispositivos y pantallas que
con las personas y la naturaleza. Los medios actuales permiten que nos
comuniquemos y que compartamos conocimientos y afectos. Sin embargo, a veces
también nos impiden tomar contacto directo con la angustia, con el temblor, con
la alegría del otro y con la complejidad de su experiencia personal. Por eso no
debería llamar la atención que, junto con la abrumadora oferta de estos
productos, se desarrolle una profunda y melancólica insatisfacción en las
relaciones interpersonales, o un dañino aislamiento. (de la encíclica de Francisco: Laudato si).
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