Caña (caridad) tabaibera...
“... pastor y cultivador de
higos... junto al rebaño...” (del libro del profeta Amós 7,
12-15).
“... nuestra tierra dará su
fruto...” (del salmo 84).
“... árboles frutales... y
animales...” (del salmo 148).
“... te juro por el Señor...
que no tengo ni pan...” (del primer libro de los Reyes 16, 29-17,
16).
... la que da de comer, en lugar de dar la caña. En este
caso, no se trata de mandar a nadie a la mar (o a la costa a pescar), sino
sustituir la caña, por la soga (para que amarre una cabra, oveja o/y vaca -y
digo amarrar, porque si suelta, el miedo ambiente y el seprona, si te ven con el
animal suelto, te recetan-), y quien dice la soga, mejor que cojan la azada, que
está la tierra, esperando los sudores de quienes la rieguen con su trabajo, el
de tanto parado acercándose a todas las Cáritas
y otras ong parecidas que dan de
comer gratis, en lugar de sacarle la comida, el pan a la tierra, aunque para
ello, ándese también con sumo cuidado, porque si la tierra que labra es -sin
usted saberlo, porque solo ve tierra-, y ha sido declarada tierra de paisaje, tierra de extrema y gran protección -o
como si no lo fuera-, tierra natural,
o de otras muchas y variadas clasificaciones, sin especificar que es de cultivo,
mejor cave su tumba -en esa misma tierra-, sea declarada como sea, porque la
multa que le va a caer encima, ¡es de muerte, o de crimen de lesa gravedad, pues
no lo paga con tres perras (céntimos), sino con miles de euros (millones de
pesetas). En todo caso, que los que administran -por no decir: los que nos
gobiernan-, que procuren los tabaiberos (antes llamados y conocidos por canarios), que de volver a la tierra de
la que sacar su sustento, como así siempre fue desde que el mundo es mundo y en
él está el hombre (también los animales) desde su creación –se crea o no en
ello- y así lo dijera Francisco de Asís, en su: “canto a las criaturas: “... la hermana madre tierra, que nos
sustenta y cría...”, y que otro Francisco (el Papa), en su encíclica “Laudato si”, de mil maneras nos dice
algo parecido. Pues, que es el caso, que el número de los que acuden o van a
centros de la caridad o de Cáritas u otros similares, va a más, y cada vez es
menos lo que hay para repartir, y mientras la tierra -protegida- almacenando
comida de sobra y dando hierbas en cantidades tales que no es comprensible se dé
de comer a los animales de ella –a todos y a los pocos que van quedando- piensos
venidos o traídos de fuera, sin dejar los animales prueben lo que la tierra de
aquí les oferta, y que las autoridades lo prohíben. Es decir, no dejan alimentar
a personas, ni a animales de lo que tan generosa como abundantemente nos da la
tierra, que lo que más nos quitan es la posibilidad de trabajar en ella,
terminándose así el paro o crisis, que ellos -los políticos- mantienen, porque
les renta más lo que entra de fuera, que lo que sale de
dentro.
El Padre Báez.
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36. El cuidado de los
ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando
sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente
su preservación. Pero el costo de los daños que se ocasionan por el descuido
egoísta es muchísimo más alto que el beneficio económico que se pueda obtener.
En el caso de la pérdida o el daño grave
de algunas especies, estamos hablando de valores que exceden todo cálculo.
Por eso, podemos ser testigos mudos de gravísimas inequidades cuando se pretende
obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente
y futura, los altísimos costos de la degradación ambiental.
37. Algunos
países han avanzado en la preservación eficaz de ciertos lugares y zonas –en la
tierra y en los océanos– donde se prohíbe toda intervención humana que pueda
modificar su fisonomía o alterar su constitución original. En el cuidado de la
biodiversidad, los especialistas insisten en la necesidad de poner especial atención a las zonas más ricas en
variedad de especies, en especies endémicas, poco frecuentes o con menor
grado de protección efectiva. Hay lugares que requieren un cuidado particular
por su enorme importancia para el ecosistema mundial, o que constituyen
importantes reservas de agua y así aseguran otras formas de
vida. (de la encíclica de
Francisco: Laudato si).
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