¿Qué eficacia se sigue de las
tabaibas?...
“... que desaparezca(n)... desaparecerán de (la)
tierra...” (del salmo 9 B)./ “... merodean para chupar como sanguijuelas
sangre humana...” (del salmo11)./
“... el que siembra tacañamente, tacañamente cosechará... semilla para sembrar y
pan para comer...” (de la segunda carta de san pablo a los Corintios 9,
1-15)./ “... la tierra; produce
frutos... que el fin de tus trabajos sea el comienzo de la siembra...” (de
las homilías de san Basilio Magno, obispo).
... el hombre, no está integrado en el territorio. Por
tanto repito el enunciado: ¿Qué eficacia se sigue de las tabaibas, que lo copan
o llenan todo, desplazando o echando fuera del campo o territorio al hombre?
Algo debe y tiene que decir la gente (si las sacaran del fútbol embobecedor,
idiotizante y opiáceo que nos meten a todas horas como noticias destacadas y las
primeras de todo parte o medio).
Cada vez, tenemos menos recursos; ya, casi
nada. ¿Qué alternativa tenemos o hay en el panorama actual? Cada vez, se nota
más la presión (Cáritas, es un buen termómetro al respecto). Hay que buscar
nuevas fuentes de alimentación (financiación). Vivimos en la época de vacas
flacas. El deterioro de la gente crece, y es cada vez mayor. La situación -según
expertos y analistas serios- va a ser más grave, cada vez más y a peor.
Repitamos: la situación, va a ser más grave todavía (pues eso, no ha hecho sino
comenzar). Se pierde (desaparece) la presencia de la gente en el medio; ya solo
por el medio pasea el miedo ambiente y el seprona, a la caza, y no precisamente
de conejos), Se excluye -cada vez más- de la gente en el campo (el único dador
de trabajo y comida). Crece el hambre, y el paro (o viceversa). Cada vez vemos y hay más gente fuera del
sistema. Tenemos más y nuevas pobrezas. La gente, tiene necesidad de trabajar, y
está en paro (les han cerrado el campo, única fuente generadora de trabajo y
comida). Tenemos y hay nuevas pobrezas, que ocultan o tapan a los pobres de
siempre. El espacio del trabajo, lo
ocupan las tabaibas. Ya, no hay presencia de la gente -salvo testimonial y
residualmente (y ancianos)- en los campos (ocupado por las tabaibas, y huyendo
de multas y sanciones del miedo ambiente y el seprona, o de lo que es lo mismo:
el cabildo). No se previene la nueva y creciente pobreza; la pobreza, se
profundiza, en la medida y proporción que las tabaibas se expanden y multiplican
llenándolo ya todo. Cada vez la gente tiene menos protección; cada vez, las
tabaibas tienen mayores protecciones. Aumenta -así- la exclusión social, a la
par que crecen las tabaibas. Cada vez hay menos trabajo, y el campo ocupado por
las tabaibas, en lugar de por los campesinos. Y no ya excluidos, sino expulsados
de toda actividad social. La precariedad, es mayor... ¡y va a
más!
El Padre Báez.
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El comentario del amigo, no tiene desperdicio; tiene su
miga, (y hasta su gracia) léalo:
¡Buenos días, Padre
Báez!
Seguro que le ha extrañado nuestra ausencia por el Lomo Magullo, pero "la caló". N... la otra semana estaba mal de los huesos, y ésta yo: cogí un lumbago de caballo. Me mandaron una medicación para los dolores de un elefante, seis inyecciones y tal. Ya me recupero (casi estoy bien), y espero poder visitarle pasada la locura festiva.
¿Ha visto usted la película
don erre que erre? Parece usted el primo contumaz de Martínez Soria. Las
tabaibas son inquitables, lo mismo que el rabo de gato, las tuneras y tantas
plantas que han introducido. Una planta que podría desaparecer bastante es el
ficus benjamina, se encuentra por donde quiera que usted vaya, una plaga que
jardineros necios y castristas memos plantan por doquier. ¿Y, los concejales de
Parques y Jardines? Mejor me callo para no
blasfemar,.,
Le mando unas fotos, que
espero que reconozca. ¿Ya el Padre Báez ha dejado su afición a la
fotografía?
Saludos de N... y servidor.
(de J. S.).
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68. Esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios
implica que el ser humano, dotado de
inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios
entre los seres de este mundo, porque « él lo ordenó y fueron creados, él los
fijó por siempre, por los siglos, y les dio una ley que nunca pasará » (Sal 148,5b-6). De ahí que la
legislación bíblica se detenga a proponer al ser humano varias normas, no sólo
en relación con los demás seres humanos, sino también en relación con los demás
seres vivos: « Si ves caído en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te
desentenderás de ellos […] Cuando encuentres en el camino un nido de ave en un
árbol o sobre la tierra, y esté la madre echada sobre los pichones o sobre los
huevos, no tomarás a la madre con los hijos » (Dt 22,4.6). En esta línea, el
descanso del séptimo día no se propone sólo para el ser humano, sino también «
para que reposen tu buey y tu asno » (Ex 23,12). De este modo advertimos
que la Biblia no da lugar a un antropocentrismo despótico
que se desentienda de las demás criaturas.
69. A la vez que
podemos hacer un uso responsable de las cosas, estamos llamados a reconocer que
los demás seres vivos tienen un valor
propio ante Dios y, «por su simple existencia, lo bendicen y le dan
gloria»[41], porque el Señor se regocija en sus obras
(cf. Sal 104,31). Precisamente
por su dignidad única y por estar dotado de inteligencia, el ser humano está llamado a respetar lo
creado con sus leyes internas, ya que «por la sabiduría el Señor fundó la
tierra» (Pr 3,19). Hoy la
Iglesia no dice simplemente que las demás criaturas están completamente
subordinadas al bien del ser humano, como si no tuvieran un valor en sí mismas y
nosotros pudiéramos disponer de ellas a voluntad. Por eso los Obispos de
Alemania enseñaron que en las demás criaturas «se podría hablar de la prioridad
del ser sobre el ser útiles»[42]. El Catecismo cuestiona de manera muy
directa e insistente lo que sería un antropocentrismo desviado: «Toda criatura
posee su bondad y su perfección propias […] Las distintas criaturas, queridas en
su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la
bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de
cada criatura para evitar un uso
desordenado de las cosas»[43]. (de Francisco, en su encíclica: Laudato
si).
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