¿Qué modelo de vida nos presentan las
tabaibas?...
“... se te acercará la
desgracia... la plaga llegará hasta tu casa...” (del salmo
90).
... ¿Qué alternativas tenemos con las tabaibas? Lo que
necesitamos, no son tabaibas, sino otros cultivos (de subsistencia). Lo
esencial, no son las tabaibas. Lo fundamental no son las tabaibas. Hay que traer
el futuro al presente. Hay que inventar el futuro, y que éste sea creativo.
Seamos creativos. Tengamos pensamientos estratégicos (más que programas). No
valen los programas, que no pasan de ser estéticos.
Y ello ¿por qué? Porque no
es lo que procede. Lo que se hace, me sobra (llenar la isla de tabaibas). Lo
programado -y viene de atrás- no vale, ni sirve de nada. Sí valdría una
programación estratégica, con unas líneas principales de acción contra las
tabaibas. Hay y tenemos que ser creativos a tal fin. Hay que optar por una
acción alternativa. Denuncio proponiendo (mi propuesta: volver a la agricultura
y a la ganadería). Sí, soy una voz que propone (humildemente). Soy -sin falsas
humildades- un referente para otros; invito a otros. Propongo austeridad (como
un estilo de vida). Con total transparencia: cuento a todos lo que hago y pienso
(no oculto lo que hago y pienso). Y ello, bien sobrado de prudencia, ¡bien lo
sabe Dios!, lo que me callo (y disculpen hable de mí -de un servidor- , después
de más de 500 comentarios tabaiberos). Según estimación de muchos, con calidad;
según los mismos, no me falta coherencia; y son muchos los que aprecian mi
gratuidad al respecto. Porque, veamos: ¿satisfacen las tabaibas nuestras
necesidades? El pueblo, debe tomar al respecto decisiones. El pueblo, ha de
participar (¿no es eso la democracia, o solo se es demócrata al emitir el voto
sin más?). Está claro -copiando al papa en el verbo- hay que primerear
(priorizar) a las personas. Seamos -¡de una vez!- eficaces. Mantengamos nuestra
identidad (tradiciones, cultura, sabiduría, etc.). No es una buena práctica,
llenarlo todo de tabaibas. Habría que evaluar el papel de las tabaibas. No es
normal este partidismo tabaibero: solo tabaibas, sin
más...
El Padre Báez.
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64. Por otra parte, si bien esta encíclica se abre a un
diálogo con todos, para buscar juntos caminos de liberación, quiero mostrar
desde el comienzo cómo las convicciones de la fe ofrecen a los cristianos, y en
parte también a otros creyentes, grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de los
hermanos y hermanas más frágiles. Si el solo hecho de ser humanos mueve a las
personas a cuidar el ambiente del
cual forman parte, «los cristianos, en particular, descubren que su cometido
dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador,
forman parte de su fe»[36]. Por eso, es un bien para
la humanidad y para el mundo que los creyentes reconozcamos mejor los compromisos
ecológicos que brotan de nuestras
convicciones.
II. La sabiduría de los
relatos bíblicos
65. Sin repetir
aquí la entera teología de la creación, nos preguntamos qué nos dicen los
grandes relatos bíblicos acerca de la relación del ser humano con el mundo. En
la primera narración de la obra creadora en el libro del Génesis, el plan de
Dios incluye la creación de la humanidad. Luego de la creación del ser humano,
se dice que «Dios vio todo lo que había hecho y era muy bueno» (Gn 1,31). La Biblia enseña que cada
ser humano es creado por amor, hecho a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26). Esta afirmación nos muestra
la inmensa dignidad de cada persona
humana, que «no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de
poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras
personas»[37]. San Juan Pablo II recordó que el amor
especialísimo que el Creador tiene por cada ser humano le confiere una dignidad
infinita[38]. Quienes se empeñan en la defensa de la
dignidad de las personas pueden encontrar en la fe cristiana los argumentos más
profundos para ese compromiso. ¡Qué maravillosa certeza es que la vida de cada
persona no se pierde en un desesperante caos, en un mundo regido por la pura
casualidad o por ciclos que se repiten sin sentido! El Creador puede decir a
cada uno de nosotros: «Antes que te formaras en el seno de tu madre, yo te
conocía» ( Jr 1,5). Fuimos
concebidos en el corazón de Dios, y por eso «cada uno de nosotros es el fruto de
un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario»[39]. (Laudato si,
la encíclica de Francisco).
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