jueves, 21 de enero de 2016

vacas

El cabildo nos mata las cabras de aquí...
... y nos trae vacas de fuera, en lugar de potenciar la cabaña vacuna del país, la vaca nuestra la que está climatizada a estas temperaturas y tierra, y nos trae vacas del polo norte, donde la leche es nívea, o como agua. Es decir, ciertamente, son más lecheras, por el frío y agua o nieve de donde vienen, además del mucho verde que allá comen, pero la vaca de aquí, aunque da menos leche, ¿no es mejor? ¿
De qué me sirve den las vacas más leche, si es aguada, y por tanto mala y peor que la nuestra, que es la mejor del mundo? Es que no se enteran. Y no dan ni una en el clavo, que es un decir. En lugar de potenciar lo propio -como en Madeiras, donde la única vaca que allá o allí existe o hay son las de Madeiras, una vaca más pequeña, pero de carne sabrosísima, y ¡si lo sabré yo, por haberla comido en aquellos originales pinchos!, y ello gracias al difunto Paco Díaz que me pagó una semana en aquella isla con hotel, viaje y todo incluido, donde pude conocer y ver las vacas del lugar. Es decir, vienen del norte los turistas y en lugar de ver nuestras vacas ven las propias suyas, ¡es que no se enteran! ¡Dios mío!; pero ¿quiénes son esa panda de ignorantes, que en lugar de defender lo propio o lo nuestro defiende lo extraño? Pero, ¿qué podemos decir más y peor, que: matan la cabra mejor del mundo según genética y morfología? ¿hasta cuándo habrá que soportar los desaguisados de un cabildo que va contra corriente, que hace burradas, que en lugar de multiplicar nuestras vacas -las que poseen todos los buenos ganaderos- nos traen vacas del frío, vacas con leche mala, vacas que no son de aquí? Y otra, ¿no vendrán con virus y parásitos, que dañen incluso a las nuestras? Y ello con el gasto de traerlas desde tan lejos en barcos o aviones, en contenedores o no sé cómo ni dónde, ¿qué negocio sucio se traen estos malandrines -por no usar algo ofensivo, y que los machos de las cabras no tienen culpa los igualen- con esa vacas? Y pensar, que engañados los hayan en el campo, que pasen por aceptarlas, comprarlas y tenerlas, cuando a mí, si me regalaran una, les diría sin más: “¡No, muchas gracias!”
El Padre Báez, que en su infancia y juventud, nunca vio en las cuevas y alpendres de mi padre, amarradas en el cercado  o arando, sino la vaca propia del país, la canela-rojiza, sin más. Nunca una blanca y negra. Y se llamaban: pajarita, mariposa, canela, morena, moruna, clavellina maravilla, azucena, bragada, etc.
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“... son unos mentirosos...” (salmo 15).

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