jueves, 6 de noviembre de 2014

poesía a la tabaiba

Las tabaibas viraron la cosa…
 
“… gente torcida y depravada…” (de la carta de san Pablo a los Filipenses 2, 12-18).
 
“… sé valiente, ten ánimo…” (del salmo 26).
 
“… abasto de pan y provisión…” (del cántico de Isaías 33, 13-16).
 
“… le da alimento…” (de las preces de Laudes del miércoles III).
 
“… soy pobre y desgraciado…” (del salmo 69).
 
“... los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas...” (del salmo 125).
 
“... que comáis el pan de vuestros sudores...” (del salmo 126).
 
 
… porque sin ellas en el campo, el campo nos daba comida y trabajo, había ganadería y agricultura, pero… comenzaron a avanzar, a colonizar, a expandirse (las tabaibas), y a su paso a retroceder el sector primario, porque ellas primaban en todo y cada vez más, y sin parar hasta que comenzó a menguar, a menos, a desaparecer el aporte del campo a la alimentación, al tiempo que comenzaron a suplir, trayendo del fin del mundo, lo que producíamos y como la cosa no paraba, lo segundo aumentaba, y tanto tanto en ambos sentidos, que hemos tocado fondo, y ya nada producimos y todo, todo, todo lo importamos. Y, aquellos que nos mataban el hambre enviando del interior de la isla y desde toda su redondez con camiones y más camiones cargados a reventar de hortalizas, de verduras, de frutas, de carnes, de leches, de quesos, de…. ¡todo!, ahora sin nada que bajar a los mercados, los súper, las tiendas, las áreas, etc., se encuentran que ni para nosotros, ni para ellos mismos, por mor de la protección de las tabaibas, que les impiden tener una cabra o plantar algo que poder llevarse a la boca, y el proceso ahora es a la inversa, porque los camiones, los frigoríficos, los contenedores, furgonetas… suben al campo y llevan a la redonda todo cuanto se ponga en la mesa, y ello, con el agravante siguiente: cuando los campesinos nos alimentaban, lo hacían con calidad, frescura, vitaminas, y otras leches (no la de tabaibas), pero, contrariamente, lo que reciben para poder malamente sobrevivir, es de la peor calidad, sin sabor, sin nutrientes, con mucho añadido desconocido, sea fitosanitarios, sean manipulación, conservación al frío, etc., etc., que como es sabido nos enferma, arruina y mata. Por eso, la utopía, de que esto algún día y poco a poco remita y vuelva a su cauce el río, es decir, que el campo -arrancadas y perseguidas las tabaibas- comience a ser nuestra propia despensa y la única oficina de empleo que daría trabajo a todos y a más, porque el campo, por más que esté mecanizado, hay que echarle una mano, y por mucha mecanización, los rebaños -si volvieran- emplearían a muchos pastores, ganaderos, boyeros, etc., etc. Y, se acabaría con el hambre, y de paso con el paro. Sé, lo dicho no es nuevo, y si lo repito, es por ver si lo del refrán, tanto va el cántaro a la fuente, que al fin, se rompe. Bueno sería el cabildo rompiera esa dichosa protección a las tabaibas que son las únicas culpables de la crisis, del paro y el hambre. Desapareciendo las tabaibas, y volviendo a lo de siempre, volveríamos a ser felices, comeríamos perdices –porque volverían al campo sembrado- y saldríamos de esta hambruna y paro que aquí, cada vez se agudiza más y más, y ello hasta que este plan cabildicios no cese o pare.
 
El Padre Báez.
 
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Una de cal; otra, de arena:
 
Querido Padre Báez: Le contesto en este archivo a sus escritos sobre la tabaiba. No se me enfade. Un abrazo Pepa Aurora.
 
                                                                                                        Ingenio 2 de Mayo del 2014
 
 
 
              Querido Padre Báez: Ya sabe el respetuoso cariño y la admiración que siento por  usted. En nombre de esa amistad me gustaría erigirme en defensora de la tabaiba. He leído todas sus acusaciones y me gustaría aportar algunos datos que la libren del castigo del odio y la indiferencia.                         
 
                Debo comenzar por decir que algunos estudiosos aseguran que  la palabra tabaiba es de origen guanche y que ya se usaba en el siglo XV. Hay muchas plantas parecidas en América latina y se conocen con el nombre de tabaiba. Como soy una fabuladora quiero imaginar que el nombre se lo debió poner los canarios llevados a esas tierras  al principio del descubrimiento.
             Comienzo recordando mi infancia, cuando el chicle venido de las Américas era un artículo de lujo para los niños de mi entorno. Entonces recurríamos a la tabaiba para estar a la moda. Dejábamos coagular  su savia  hasta que se convirtiera en una masa blanca, semejante a la goma, y la masticábamos. Al principio  era muy amarga; pero después se transformaba en un eterno chicle que podíamos masticar días y días. Cuando nos cansábamos de él lo utilizábamos como pegamento para decorar las libretas, carteles y trabajos manuales. Curiosamente, sesenta años después, en una escuela de una de las islas, donde la crisis ha sumido en la miseria a la mitad  de  los niños, una avispada maestra, conocedora del medio, ha vuelto a utilizar la savia de la tabaiba como goma de pegar para sus trabajos en el aula.
             Sabíamos que tenía una cierta dosis de veneno, aunque no era  tóxico para las personas. ¿Qué cómo lo sabíamos? Seguramente  era una de esas cosas  que se conocen sin saber por qué; uno de esos aprendizajes grabados en la mente por  nuestro ancestro cultural siguiendo las leyes de la naturaleza. Tal vez mis antepasados también machacaban la tabaiba y las pencas de cardón para pescar en los charcos o puede que el conocimiento proviniera de la simple observación  de la naturaleza.
              Recuerdo que las mariposas que se criaban en las tabaibas eran las más hermosas, y a pesar de sus llamativos colores los pájaros no se le acercaban. Hoy sé, que justamente vestían esos llamativos colores para avisar de su carga venenosa.
             También sé que cuando iba a buscar caracoles, nos dirigíamos directamente a las tabaibas porque ellos se protegen bajo la planta, desovan junto a sus raíces y están siempre en sus alrededores. Añado además, que bajo sus sombras  y su lechosa savia se protegen multitud de insectos, lagartos, lisas y saltamontes.
           Sí que aprendí, por mi abuelo, maestro, enamorado del campo y la agricultura, los efectos de la erosión y que gracias a las plantas de tabaibas se mantenían intactas nuestras secas laderas.
              Desde luego, lo que le estoy contando no lo leí en ningún libro, ya que en mi infancia nada canario interesaba ni se escribía. Es sólo producto del aprendizaje experimental del entorno. Imagino que los técnicos de medioambiente, que sí están preparados, tendrán argumentos suficientes para proteger la planta.
           Yo la respeto y siento una inmensa ternura  por ella. La principal razón es su derecho a la vida y al espacio. ¿Acaso tienen más derecho las publicitadas margaritas o los lirios silvestres? Fíjese si la respeto que hasta le hice un poema…
          Dice así:
   Taba, tabaiba
   Tabaiba dulce,
   Tabaiba amarga.
Palmeral de los pequeños
soberbio  drago enano.
Paragua de los insectos,
la cuna  de los chuchangos,
el lechoso pegamento
y el amargo chicle sano.
   Taba, tabaiba,
   ¡Qué amarga savia!
 
Quisiera creer, con eso de que “Dios escribe derecho con los renglones torcidos” que su enfado se debe a que la utiliza como metáfora para enseñarnos algo que no atino a comprender. Espero que me lo explique y llegar a un entendimiento.
 
      Respetuosos abrazos de su admiradora y amiga Pepa Aurora.
 

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