miércoles, 28 de noviembre de 2012

"¡Ese es...

“¡Ese es un pelagatos!”


La verdad, que a veces, le hace a uno gracia oír expresiones en desuso, y que me hace remontar a tiempos pasados, cuando se medía a las personas, por su posición social o económica, y si ésta lo era de baja estima o valor, se le aplicaba el consabido: “¡es un pelagatos!”, para definirlo como insignificante, de poco valor o estima o que no tenía donde caerse muerto o un muerto de hambre.

Solía llevarse ese piropo –nada halagüeño- todo aquél que contrario a su verdad, se daba aire de grandeza o presumía de lo que ni era, ni tenía. Que si bien por la condición humana, no hay diferencia alguna en los seres vivos, semejantes al Dios Creador, lo cierto y verdad, que ya desde los guanches, estaban las dos clases: los nobles (de pelo largo o cabellera al aire o viento) y los trasquilados (o rapados y de pelo corto). Tal vez, reminiscencias de aquello, que todavía se mantiene –ya cada vez menos, con lo que se empobrece nuestro bagaje de términos, palabras y expresiones, que por ser referentes a otras épocas –y que perduran- tienen su encanto o buen sabor, como el vino que si es viejo o añejo, está mejor.

Tal vez, a raíz de lo anterior, se acuñó, como consuelo y por ser cierto y verídico, aquello otro de: “¡pobre, pero honrado!”, que al fin y al cabo, venía a ser mayor la grandeza, si se la miraba por este ángulo, o también aquella de: “¡pobre, pero limpio (asiado)!” Es decir, una filosofía, que recoge tiempos idos, y manifiestan una riqueza en el lenguaje, que por mor de la modernidad, se está perdiendo esta belleza del bien o buen hablar, con el que nos relacionamos.

Por lo pronto, quede constancia, de la gracia que me hizo oírla el otro día, en una conversación radiofónica, donde una señora que llama al programa, dice de alguien ser un pelagatos. Y de cierto, que no tenía la connotación negativa, sino que es una forma y manera coloquial de llamar a un pobre –en varios sentidos- lo que es: alguien que no tiene fortuna o bienes, y su nivel social es bajo o diferente. Me hizo reír, más que nada por el tono que lo dijo, que en ningún caso fue algo ofensivo o despectivo, sino calificativo tal cual era o de quien se trataba, sin más.

Pena es, se pierda esta riqueza del lenguaje, que hace sonreír al menos, a quien oiga esas nominaciones, que muestran bien a las claras, la amplitud  de nuestro antiguo hablar, y que bien pudiera ser entendido –también-, como que se trata de alguien que no tienen donde caerse muerto; aspecto éste que se miraba mucho entonces al inicio de una relación amorosa o noviazgo, tratando de adivinar la suerte que le deparaba a quien se casara con semejante individuo (que también tenía muy otros usos y aplicaciones).

El Padre Báez.


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