domingo, 8 de julio de 2018

¡Pobres casas del campo!
 
¡Pobres casas del campo! Abandonadas o dejadas por sus antiguos dueños, a pesar de que alguna vez suben a ellas, pero..., obligados a salir del mismo o de las mismas, al prohibírseles agricultura y ganadería, quedan a expensas de malezas y basuras, más los árboles que crecen sin parar y sin podar, y están en ellas los recuerdos, los muebles viejos, y tantas Historias, que ahora, todo eso está amenazado por el fuego, porque veamos: El campo, se vacía, se despuebla. No se trata la vegetación que rodean las casas dejadas atrás; sus huertas y cercados han quedado en desuso; nada hay que frene el fuego si se les acerca; todo lo que le rodea es inflamable; ¡si al menos tuvieran nogales y castañeros que les apagaran el posible fuego!, pero en su lugar han crecido las zarzas, las cañas..., y quemar no te dejan salvo multas que te aplastan; ya ni siquiera huir del fuego o de la casa es posible sin que el fuego te alcance, pues todo es posible de quemar o arder, y así, ¿a dónde ir o huir?; las viviendas están quedando en el campo, rodeadas de foresta, de todo lo que arde, sin más; ya nadie limpia nada por miedo a miedo ambiente y sus más que saladas multas, porque a saber lo que se puede limpiar sin autorización o con ella; los alrededores están hasta con la parra pegada a las puertas y ventanas; la hierba seca y otras rodean la casa; y hasta las hay con un pino en el patio, con pinocha que es como gasolina; ya nadie poda ni limpia; todo lleno de arbustos, árboles, hierbas, matojos, maleza, basura..., y en medio, la casa, ¡Dios nos libre!; Hay hierbajos hasta en los techos -tejados- y paredes, ¡y secos!; todo es ya inflamable; el cultivo ha dado paso al aselvamiento o emboscamiento del entorno; te tienen protegido lo que no puedes ni tocar; y todo eso está ahí, en los patios y alrededores de la casa, contiguo, pegado; para cortar algo tienes que tener autorización y previamente pedir permiso y no sabes ni a dónde ir; los palos de parras o techos de chozas, son peligrosísimos, ¿y qué hacer con ellos?; ¡fuego, ni se te ocurra, salvo te busques una desgracia!; ya ni salida ni entrada limpia, sino por abrir para poder pasar o llegar; y en caso que limpies la tuya, si el vecino no la ha limpiado, el fuego te alcanza igual; y, ¿como proteger la casa y lo nuestro, cuando la agricultura y ganadería ha desaparecido y no dejan tocar nada, y hasta los dueños se han ido? Y, el temido incendio, se comerá la vivienda y su entorno, y cuanto en ella hay o se tenga; porque, ¿dónde una casa sin leña, sin muebles de madera, sin puertas y ventanas de madera? ¡Dios nos caja confesados! El que avisa no es traidor, pero en todo esto hay un solo culpable, y no son los dueños precisamente de las casas abandonadas. El campo se vacía, lo está vaciando quienes yo me sé, los mismos que plantan pinos como locos y matan cabras, sin contemplación.
 
El Padre Báez. Pbro. 08-07-18

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