No tengo la menor duda, que lo que empuja a estos millones de jóvenes a Madrid, es la fe; que es por otra parte es la fuente de la vida religiosa; o lo que es lo mismo: la respuesta juvenil de estos millones de católicos a Dios. Siguen las huellas de nuestra padre Abraham y la de sus padres. ¡Cuantos santos, han vivido y han muerto en la fe!, la misma que se perfecciona o muere y desaparece -como en algunos-. Los seguidores de Jesús, como estamos viendo, son los que creen.
Y en ello la variedad de idiomas, no merman la seguridad y la solidez de la fe, llenos de confianza, y tal, que se lanzan al mundo confiando, sin más. La fe, que se ancla en la confianza en Dios desde el proceso inteligente para acercarse a lo que no se ve.
Otros, sirven a otros dioses. Pero los hay que creen en Dios -los estamos viendo y contando por millones (¡solo los jóvenes!)-, los que para su salud o salvación, se remiten solo a Dios. Son los llamados por Dios, que han respondido. Implican a Dios en sus vidas, a quien obedecen, porque son fieles a su palabra. Aunque no falten las dudas de la fe o tentaciones, dado el ambiente reinante y persecución en los veinte siglos de su Historia. Algunos han sucumbido.
Tienen en Dios a la “roca”, y no confían en ídolos; no aceptan otro Dios que no sea el de la Iglesia católica; y tenemos el futuro garantizado, aunque no faltan los falsos profetas, que presagian calamidades y abandonos, pero ellos piensan en un día..., tienen la fe puesta en un futuro, con un presente exigente, y probado (así es como se fortalece la fe).
Estamos viendo la fe que irradia en un solo grupo único y múltiple que vienen a oír, más que a ver. Se reúnen (eso es Iglesia): reunidos por la fe. El vínculo, es la fe. Se trata de un pueblo (una masa) de fe. Es y se trata, de la fe de las naciones; fe congregada; han caminado hacia la reunión de los creyentes; saben a Dios. Están seguros en Dios y con Dios. Son los que están seguros, que por encima de toda prueba, está Dios; son los fieles al Señor. Son -cuales- misioneros de la fe...
No se avergüenzan de la fe; cuentan con Dios; ¡es algo admirable! Fieles a la tradición de sus padres (a veces, sin ellos); no son soberbios, sino pobres; vienen al que les confirma en la fe (Pedro -Benedicto XVI-, por mandato expreso de Jesús). Creen en Jesús, y en sus palabras. Vienen a escuchar su palabra (la de Jesús, expuesta por aquel al que solo se la confió). Pedro lo confesó (“eres el Cristo”). Esta fe de Pedro, es la que une a los discípulos.
Creer es acoger a palabra de los testigos; el evangelio recibido cual tradición, que nos enseña. El creyente, bautizado y entrado en la Iglesia, participa en el aprendizaje y en la liturgia de la Iglesia. Fe que se despliega en la actividad, con una determinada moral, fiel a Cristo y al amor fraterno. Fe y confianza (fe en la palabra, y confianza en la Iglesia). No aceptan otro evangelio. Fe en la “roca” asentada por Dios; una fe abierta a las naciones (católico).
La fe, es una gracia. La fe es, la fe de la Iglesia. Se afirma por boca de Pedro (el Papa). El que cree, camina en la luz. También es una opción.
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