domingo, 28 de agosto de 2011

2 cuevagrandinos:


Tengo para mí, que los dos hombres más grandes -en el sentido intelectual- que han salido de Cueva Grande, haciendo así honor a la segunda parte del lugar de sus orígenes (ambos de San Mateo), son los que a continuación cito. Dos auténticos gigantes de las letras, del pensar, de...

Don Manuel Socorro:
Le recuerdo de niño verlo pasar en su Mercedes negro de visita a su Cueva Grande, siempre sentado en el asiento de atrás, con su sotana de clérigo (mi abuela materna, que era de allí, me hablaba de su infancia); luego lo tendría de director en el Instituto Pérez Galdós; y estudiante de filosofía, fuí a visitarlo a su casa de Santa Brígida, y entonces me regaló varios de sus libros; ya había leído para trabajo de literatura, su obra “¿Oro en la Cumbre?”, y el latín que sé, lo aprendí en libro de texto escrito por él, y que en la solapa del mismo se daba cuenta de las obras del mismo autor, y pasaban de cuarenta -entonces-, sobresaliendo el ensayo -único- que se haya hecho de tal categoría, sobre Sancho Panza, el gran olvidado del Quijote. Fue un gran filólogo clásico, y una autentica lumbrera...

Don Manuel (Lorenzo) Reina:
Más reciente, y conocido como “El Profesor” a secas, o cuando más “Profesor Reina”, enseñó el idioma inglés (¡y otros!), a cuanto político, militar, sacerdotes, o cualquier otra profesión de renombre haya en la isla; a diario casi recibía sus llamadas telefónicas y sé mucho de sus andanzas y correrías por el mundo; entrando y saliendo de Rusia –por ejemplo- cuando aún de por medio “el telón de acero”, cual si de Mateo por su casa se tratara; el mismo que consiguió la peatonalización de Triana (por darle la calle), donde fijó su residencia y Colegio Inglés; cantando lo mismo en chino, que japonés, árabe o cualquier otro idioma nuestros aires canarios, y que murió -precisamente- viniendo de visitar a un servidor en la parroquia de San Andrés, en accidente de tráfico (difícil resumir su vida y obra)...

Y, que uno sepa, no tienen nombre a calles, ni busto alguno (salvo Don Manuel Socorro dentro del Instituto), ni reconocimiento, ni homenaje se le haya hecho alguno, creyendo un servidor, que tienen méritos más que suficientes para ello y más. Posible, que ni siquiera en sus lugares de origen, se les tengan en la consideración que se merecen -normal por otra parte, por lo que dijera Cristo: “... nadie es profeta en su tierra...”- pero que la isla, la provincia, el archipiélago, espakisania, etc., no conozca a estas dos lumbreras, que resplandecen con luces propias, y engrandecen nuestro acervo cultural, es algo que habla mal de nosotros mismos, que a cualquier babieca de fuera lo ensalzamos y ponemos por los cielos, sin más mérito que el de algo insulso y baladí, a la par que a los de aquí, verdaderos prohombres, los ignoramos y nada hacemos por darlos a conocer.

El Padre Báez, que hoy hace justicia -mínimamente- con dos cumbreros, dos hombres del campo, que cambiaron la cara de la ciudad y capital de esta provincia, dejando huellas que nos debieran enorgullecernos, por haberlos tenido y ser nuestros.

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