Son unas estructuras, que abandonada la agricultura, han quedado con sus jirones al viento, y ello a las orillas de las carreteras, y más adentro, y son de tan mal gusto, que por sus formas fantasmagóricas, al tiempo que el aspecto de ruina y dejadez, como si de tercermundismo se tratara, y dando la visión de pobreza y miseria, lugar de escondite y de pillaje, naves que no guardan ninguna estética y no son estampas de arquitectura tradicional, al quedar en esqueletos,
con plásticos hechos rejos, con el óxido de sus tubos, con la pésima impresión, y si de noche, lugar de películas de terror, lúgubres y tenebrosos, donde campea la maleza, y los techos hundidos, con esas paredes de lonas y plásticos o nailon, con restos de tablas y palos, con cajas vacías, y ello llenando la geografía insular, el lugar turístico por excelencia, que lo primero que ve un turista según sale del aeropuerto, son esos invernaderos viejos y desencajados, con jirones por banderas de bienvenida, que de invernaderos tienen el nombre, y parecen basureros, y ello, sin que nadie mande y obligue retirar esos escombros, que afean y espantan al turismo como al residente, y cuando se piensa vivir del turismo, nadie se ha dado cuenta, que mientras convivamos con esos adefesios, monstruosos, de hediondez y de desidia, con ese aspecto a país recién salido de una guerra, nadie se va a sentir cómodo ni a gusto entre esos techos rotos con fardos hechos al viento, o raídos por el sol y la lluvia, y por los cincuenta o más de años que llevan algunos encima, y que son pura cochambre, algo denigrante que afea y espanta, y resulta, que esa es la postal, y la grabación en vídeo o foto de los turistas, que se lo llevan de recuerdo y promoción, a la par que aquí cuadrillas bimillonarias en euros gastados en limpiar orillas de carreteras y fondos de barrancos, sin darse cuenta que la mayor, la tienen delante de las narices, y no hay tractor que arranque esas estructuras abandonadas y que son de pena, y que no creo haya ningún lugar en el mundo que las conserven, porque ni siquiera volviendo a la agricultura, se pueden ya reciclar, sino que habría que obligar al que las hizo, que las retiren, que las desmonten, que las quiten y si no como cuando una casa es ilegal, o la quita el que la construyó, o le pasan la factura con lo que costó el derribo. Que no es el mejor paisaje, ver esos techos rotos, viejos, sucios..., que no está bien, se tengan esos esqueletos de lo que fueron y ya no son, cual si piezas de museo se tratara y que se ha de conservar, sin que ni cabildo, ni gobierno, ni ajunta y ni miento alguno, haya reparado en la contra promoción y espanto y retirada de turistas que supone semejante estado de la cuestión, sin que nadie haya dictado al respecto absolutamente nada. Y para colmo, ni la televisión, ni otro medio de comunicación social que uno sepa, se haya ocupado de denunciar y abrir los ojos a los ciegos que nos gobiernan y vean lo que un servidor está diciendo (ruego, si alguien de los más de doscientos correos a los que envío mis comentarios, y los consiguientes que se multiplican desde los amigos que los reenvían y sendos periódicos digitales que se hacen eco de ellos, digo, si alguien sabe de algo al respecto, por favor me lo hagan saber, para bajarme del burro, y no mantener que sea un servidor el primero en ocuparse de algo que salta a la vista y que deben estar todos ciegos, cuando es visible y hasta ostensible; que incluso por donde pasa el turismo, les tenemos los mejores ejemplares en sentido asqueroso y sucio, donde la desidia, y la falta de limpieza o higiene, de recogida de basura y de chatarra, no se ejercita, y como es algo que es progresivo y va a más el abandono de la agricultura y por ende de los invernaderos, cada vez se suman más a los existentes ya en mal o peor estado y cada vez es mayor el deterioro del paisaje y peor el estado de ruina, que dan hasta miedo.
Después de lo dicho, ¿cabe una campaña de turismo mejor, que al que viene lo primero que se le enseña y ve y ello multiplicado por mucho, es –o son- esos en otro tiempo invernaderos, ahora unos espacios vacíos, llenos de abandono y de restos de lo que fue y ya no es o son, sin que nadie se cuide de deshacerlos, de mandar a quitarlos, y hasta de sancionar, o que con ese dinero de arrancar hierba que a los tres días vuelve a nacer con más fuerza, ¿por qué no se les desvían a esa tarea y obras? Por supuesto previo aviso y permiso de los dueños, y convencerles que no es la mejor forma de atraer y tener turismo -lo único según los economistas-, nos van a dar de comer y de beber y hasta nos darán dinero para vacaciones y vivir como reyes sin dar un puto golpe; pues cuidemos con esmero al salvador turismo y quitémosle aquello que les pueda hacer retirarse y no volver, porque nadie querrá hacer turismo entre ruinas, y cual si después de bombas hayan destruido un lugar se pueda vivir en ese mismo sitio. El turismo, a este paso, ya sin ganadería (salvo la perrería [o jauría] que tenemos, que es superior a la humana), ya sin agricultura -¡y eso lo gritan esos ex-invernaderos!-, y si por culpa de esos desencajados, torcidos, caídos, hundidos, destrozados, rotos, destartalados..., y en otros tiempos invernaderos, nos quedamos también sin turistas, porque como aprendí de pequeño, “los trapos sucios se lavan en casa”, estos del turismo y de la política asquerosa que tenemos los muestran en las ventanas, para que los vean, los airean y se los soban por las narices a los turistas, enseñándoles lo que deberíamos desaparecer a no ser que estén produciendo y previamente hayan sido restaurados o rehechos, pero en el estado de dejación, de abandono y de miserabilidad en el que están, hay que quitarlos o desaparecerlos. Los tubos se pueden llevar a las chatarrerías, y los plásticos pueden ser quemados y desaparecidos y la isla cogerá otro aspecto, otra imagen, en la que luzca la limpieza, pero no esa guarrada, sucia, cochambrera, chabolista, harapienta, cacharrerista, denigrante, fantasmagórica, símbolo de pauperricidad, lugar de escondite, nido de drogadictos, techo de los recién llegados por pateras y huidos de la policía o/y guardia civil, donde la prostitución barata..., que son esas naves, o lo que se les quiera llamar -menos invernaderos-, porque ya no lo son, por más que lo fueron. Y dado que es de susto, y de asombro, y porque en un lugar así, nadie querrá pasar sus vacaciones, ni venir de turismo, es por lo que con urgencia eso debe desaparecerse. Porque no cree uno, que con esas cochambres destartaladas frente por frente a los turistas, éstos se sientan estímulados a venir o a volver, para estar entre desarrapados, y si lo hacen y vienen es que son tan bajos y ordinarios, tan pobres y miserables, como las mismas naves o invernaderos entre los que se encontrarán como en casa, pero no un turismo selecto de hoteles de cinco estrellas, que tienen a sus espaldas a estos esperpentos, con los que se identifican y ya se puede deducir qué clase de turistas nos visitan (espakistaníes, y de terceros o cuartos mundos). Ciertamente, esos viejos y en ruina calamitosa de los en otro tiempo invernaderos, no son instalaciones culturales a mantener, para que internacionalmente las contemplen los turistas, no ya como arquitectura agrícola en desuso, sino como obras que potencian el turismo, por su estampa de algo hermoso y atractivo, porque si es así como mimamos y atraemos al turismo, ¡acaba y vamos! Tenemos sol y playa, pero si el paisaje sigue con esas estructuras; y cuando se habla de rehabilitar hoteles, ¿nos van a visitar, para ver esos espectros de películas de terror? Invernaderos abandonados, no son el mejor reclamo para el turista y turismo. Ante estos antiguos artilugios de una agricultura desaparecida, hay que actuar de una vez, y ello después de tantísimos años de abandono, sin poner una sola medida, de cara a mejorar el paisaje, y retirar los escombros de algo que ya no tiene sentido, salvo para fiestas salvajes de alcohol de “speed” y de estramonio, donde se celebren “raves”.
Por todo ello y más, ya va siendo hora le limpien de verdad la cara al gran tabaibal, y se dejen de arrancar hierbitas en fondos de sacos de plásticos, por manos más fuertes, que arremetan contra esos destartalados invernaderos, que son un reclamo que espantan, y nido de actividades ya apuntadas. Pero y una pregunta a estas alturas de mi ya largo comentario: ¿y la patronal de turismo no dice ni pío al respecto? ¡También callan los del turismo del gobierno de aquí, que mira p´otro lado!, y ¿es así como vamos a fortalecer el turismo, mostrándoles la peooooooooooor cara que el mundo puede presentar a nadie, y que aquí, como que estamos acostumbrados que ni nos damos cuenta, pero abran bien los ojos, reparen en ellos, y pónganse en la piel de los que nos visitan: ¿qué dicen, qué piensan?
Así que sin agricultura, la cambian por campos de golf, y siguen los invernaderos o sus esqueletos, como un mundo al revés, o guiado por ciegos.
El Padre Báez, siempre mirando lo que nadie ve, y eso que esa no es mi misión, pero alguien debe poner el dedo en la llaga, y ésta, ésta está putrefacta, huele mal, y está muy mal. Hay que limpiar la isla de esos escombros, que ahuyentan al turismo y al residente lo deprime y amilana.
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