¡Nada!, que vas a dar cuenta, que te has encontrado en una cueva un cráneo y huesos de costillas con vértebras, y vas al cuartel de la Guardia Civil -pongamos que hablo de Santa Lucía de Tirajana- y allí un jovencísimo hijo del Duque de Ahumada, que no te recibe ni te hace pasar a la sala donde desde la mesa te dice, con gesto de mandíbula como qué quieres, y me obliga a testimoniar delante de unas quince personas que en silencio mortuorio pueden enterarse de lo que voy a decir, y como respuesta a mi información, un: (pues me había entrado un poco por la privacidad y gravedad del hallazgo). Al ver que el tiempo pasa, y que nadie se mueve, y que allí los hay desde hace ya tres horas, y que pueden estar hasta las tres de la madrugada, sin ser llamados -me dijeron-, y que no era el cuarto, ni quinto..., me acerco a la puerta y les digo de lejos: “¡les dejo el teléfono y que me llamen pues tengo que irme (eran las diez de la noche [22,00 horas)!”, a lo que me responde: “¡vete!” Y grito entonces: “¿cómo que me vaya, si vengo a informar de un cadáver que he encontrado (sin recoger el número de mi teléfono)?” A mis gritos, acudió un agente que de inmediato me atendió -este sí- muy amablemente..., pero no acaba ahí la cosa, que como eso pasó al juez, y del juez al forense, y del forense a la policía judicial de San Bartolomé de Tirajana (yo creía era cosa de arqueología, pero...), pues que me voy hasta la Comisaría, para acompañar -al tercer día- a cuatro miembros, pero, en un amplísimo y vacío aparcamiento delante del edificio policial, dejo momentáneamente, para avisar estoy ya allí, para acompañarles, y el -también- jovencísimo miembro del dicho cuerpo, al que le digo: “¡Mire, que vengo para acompañar a la judicial que me esperan, por si es tan amable y les avisa estoy ya aquí, para llevarlos hasta donde los restos!”, y la única respuesta que recibo es: “¡quita (tengo 64 años y canas) el coche de ahí que esto es Oficial (¡había que ver las maneras!)!” Le tuve que gritar -también-: “¡Yo quito el coche, pero usted avise que estoy aquí!”, y me repite lo mismo: “¡quita el coche!” pero ya alterado: “¡que quites el coche!” A mis gritos que avisara estoy ya allí, acudieron varios policías, que al reconocerme, amablemente me atendieron (después quité el coche, cuando ya sabían de mi estadía en el lugar).
“¡Sal y espera tu turno!”
Conclusión: la misma que lleva el título de este comentario:
¿Educación uniformada?, ¿de qué Academias vienen?
El Padre Báez, que cree estos jóvenes uniformados, no son, ni se parecen a los de la JMJ; así de simple y sencillo: ¿por qué se les enseña así a tratar a los ciudadanos?, ¿acaso lo ignoran los mandos? Se da la circunstancia, que en ambos casos o distintos lugares, no estaban ni eran solo los dos citados, sino que en su entorno, al lado, fuera, dentro y por todos lados, un montón de semejantes (guardias civiles y policías nacionales) también uniformados, que lo oyen todo, y lo ven todo, y lo saben todo, y no es un secreto, este mal comportamiento; y pienso, que “¡el respeto es muy bonito!”; y la educación, ¡un grado!
Por respeto, me ahorro seguir comentando lo doblemente sucedido. Ya solo: ¡tengan cuidado en las Tirajanas!
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