martes, 1 de mayo de 2012

Este pobre parado

Este pobre parado:

A misa no creo que vaya, pero a sacar a pasear a los perros, es un ritual o ceremonial perfecto. A los claros del día, haga frío, viento o no, frente a mi ventana, es como un reloj; y si lo sé, es porque les va hablando, y ello dependiendo salga con uno, dos o tres; a veces juntos, otras separados, pero cada uno a su tiempo, y así todo el profano día (iba a poner “santo” día, pero rectifiqué a tiempo). Y es que sobre la 9,00 nueva pasada, que se repite a las 11,00 y a las 13,00 horas, y así varias más –ya le pierdo la cuenta, porque a las 17,00 salgo para la Parroquia, y si acierto a llegar con el día, aunque sea oscureciendo, y a veces a las 12 de la noche (a las 24,00 o 00,00  horas)-, este pobre desgraciado, vive amarrado a sus perros.

Pienso, que de no ser así, no aguantaría encerrado en la casa todo el día, parado sin hacer nada (así que los perros, es su “trabajo”). Un chico joven –no sé su titulación, y si anda por los 25 o 30 años, más o menos; huérfano de madre, y viviendo con su padre, que éste sí está bien enchufado, de donde este pobre, come.

Novia no tiene, aunque por algún tiempo le vi con una chica, que sometida al paseo y carreras detrás de los perros, y el “novio” o “noviete”, haciéndole más caso a los perros que a ella, y sus carantoñas a los chuchos antes que y más que a ella, no me extraña, la chica, cogiera las de Villa Diego. Él, impertérrito, sigue con sus perros.

Pero, me da pena, porque de tener un trabajo, seguro los perros pasarían más horas en la casa (en esa casa no entro, ¡ni oro que me den!: sin una mujer que la limpie y tres machos en ella, con tres perros..., ¡qué va, ni de broma!). Pero digo me da pena, porque es un muchacho limpio, no fuma, educado, de bien ver (normal), pero es una vida perdida, una vida perruna, una vida cínica, una vida chucha, una vida ¡de perros! Y eso, eso no es vida.

Su vida -¡pobrecillo!- gira en torno a los perros; creo su “dios” son los perros (curioso que los tres, forman una trinidad perruna), y él, se ve los adora. Y uno, que es de la cumbre, lo imagina: digno, caballero, grande, noble, si en lugar de tres perros, tuviera una cabrita, y cual mascota, la sacara a pasear y a trincar algo que comer. A las cabras, les encantan las ahulagas –y de ellas (las ahulagas) estamos bien servidos-, y no faltan otras hierbas, aún secas, que los rumiantes, disfrutan y más al sol...

Pero no acaba aquí su y mi desgracia (la de él, queda dicha, ¡vaya dicha!); la mía es, que por culpa de esos malditos perros, me tienen el camino, las aceras, el entorno, por todas partes, mierda de perros, que es un asco insoportable. Tengo que ir mirando al suelo –en lugar de mirar al frente, al fondo, al cielo- porque los pastuños de esos que representan al diablo (el “perro maldito” de los guanches, o guayota [perro], me tienen en vida en este infierno de mierda.

Y dice uno, ¿por qué esa obsesión con los canes?; ¿qué leche les saca?; ¿qué estiércol producen?; ¿qué peste no debe haber en esa casa?; con lo que alimenta a esas tres piezas, ¿cuántos pobres –económicamente (porque este desgraciado es pobre de espíritu [porque mira que amarrar su vida a tres perros, y vivir y desvivirse, sin otro oficio ni beneficio que sacar del orden de ocho veces o más al día a los perros, día y noche, y así todos los días, correr detrás de ellos, llamarlos, hablarles... ¡de locura, usted, de locura!]).

Pues dicho queda, y uno como que se libera en parte de lo que sufre y aguanta, al contarlo. Gracias por leerme. ¡Ah, me se olvidaba –como dicen los de pueblo en espakistania- uno es feo más que la muerte, es grande y canelo, lo tiene gordo como un cochino, va siempre despacio; el otro es negro retinto, más pequeño, y veloz como un rayo, de otra raza totalmente distinta, y el tercero es pequeño-pequeño, blanco, y sale mi hombre, con esas tres joyas (a mí me pagan para que lo haga, y antes, me pego un tiro usted, ¡qué vergüenza!; ¡no, no...!). Una cabra, no me importaría, y si no fuera que me denuncian -por tenerla-, la tendría...

El Padre Báez.

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