martes, 8 de mayo de 2012

Como me lo contaron...

Como me lo contaron, se lo cuento:

Que subo hasta Cazadores, y una vez en lo más alto y bello de la isla, me voy hasta la casa de N..., que curiosamente, tenía -¡oh sorpresa!-, la visita de su anciana madre, pasados los 90 años, y que conversaciones aparte, con madre e hijo, la anciana conocedora de mis aficiones, me contó, lo que les voy a contar:

“Había un hombre, que estaba aburrido, y entonces la mujer le preguntó: ¿qué te pasa que estás aburrido? Y él dijo: ¡Voy a jugar al garrote aunque sea con el diablo! Se le presentó un caballero vestido de negro, y fueron a jugar al garrote. Cuando  el garrote hacía una cruz (+), se fijó que tenía las patas como las de un gallo: ¡Jesús, que estoy jugando al garrote con el diablo! Se asombró y duró tres días vivo”.

A lo que apostilla el hijo: “¡eso le pasó a un hombre que vivía aquí abajo; y donde sucedió esto, no crece ni la retama!” Sucedió este acaecido, detrás de la Montaña del Pleito.

Hasta aquí, lo relatado en una visita a un feligrés, por su madre: Doña M.... G..... (el 24 de abril del 2012). Pero, no acabó ahí la cosa, pues me preguntó si sabía lo del orobal, y aunque lo sabía, como lo del pata de gallo, pero en otra versión que sucedió bailando, y contado cuando no había televisión, los Domingos y Festivos, en los que sentados en los patios, se contaban éstas y otras historias, que tenían su moraleja o su intención pedagógica. Lo del orobal, me dijo:

“Una señora ofreció a un muchacho si le buscaba la flor del orobal, y le dio mucho dinero y un hermano que tenía por envidia lo mató; y lo enterró donde había cañas en un manantial. Pasó un pastor y cogió una caña para hacer un pito (una flauta), y cuando tocaba la pita, ésta decía: no me toques pastorcillo (ni me dejes de tocar), que mi hermano me mató, por la flor del orobal”.

Todavía, me contó una estrofa, que dice así:

“¡Válgame las Tres Marías,                  que el que vive y goza
del Pilar de Zaragoza;                       de las penas de la vida”

Pero antes de todos estos relatos y poesía, me contó, que de niña por Amurga –sus padres fueron pastores- dormía en una cueva –la conozco y sé que es de los guanches- sobre ahulagas y de almohada una piedra...

El Padre Báez.

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