Las tabaibas nos ciegan…
“… nunca volveré a comer
carne…” (de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 8,
11-13).
“… como ciervos que no
encuentran pasto, caminaban desfallecidos… todo el pueblo, entre gemidos, anda
buscando pan… mis doncellas y mis jóvenes han marchado… buscaban alimento para
recobrar fuerzas… (del comienzo del libro de las
Lamentaciones).
“… pastor que apacienta el
rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazo a los corderos y hace recostar las madres…” (del Cántico de Isaías 40,
10-17).
“… les diste a comer llantos,
a beber lágrimas a tragos… derribado su cerca para que la saqueen…, la
pisoteen…, y se la coman las alimañas…” (del salmo 79).
“... a sus
pobres los saciaré de pan... “ (del salmo 131).
… y ello, al margen de que brizna de su leche alcance a
tus ojos, y ello por el simple sudor y si te pasas la mano por la frente después
de que éstas hayan apartado o simplemente rozado por las tabaibas, te vas a
quedar sin ver por lo menos tres días, sin que haya colirio, ni otra medicina,
ni médico que te devuelva la vista; pero, mucho más allá que esto en el orden
físico, las tabaibas nos impiden ver más allá de la situación real de
sometimiento y de acabar con lo nuestro, para una total y absoluta dependencia
de fuera, es decir, nos tienen cogidos, no por los güevos, sino por las
tabaibas. Ciegos estamos, para no ver el genocidio que supone las tabaibas y lo
que las mismas ocultan o de cómo se valen o sirven de ellas para destruirnos.
Las tabaibas, al margen de las muertes que por su culpa ya se han vivido, nos
violan en nuestro derecho a tener la libertad de cultivar la tierra, y no de
entregarla a una planta que nos ciega doblemente. Desgraciadamente, nadie a
nivel periodístico (medios de comunicación en general), hacen alusión al
conflicto del hombre del campo con el cabildo y su doble ejército recaudador a
costa de miserables campesinos que arrastran su silencio y humildad sometida,
con una existencia de hambre, enfermedad y muerte. Nadie encabeza nada contra la
mafia que mal nos gobierna, para exigir libertad de cultivo y de ganado, sin
tanta legislación imposible aplicar en lugar tan restringido y pequeño, además
de lo escabroso y abrupto del terreno, que impide, frena y corta toda iniciativa
en el sector primario, con silencio absoluto, entretenidos todos con balón cesto
y fútbol, y sin ver -ciegos- otras realidades que claman al cielo. Tampoco nadie
analiza la situación alarmante y sin precedente -creo- en el mundo, en el que
muy mal vivimos y donde mayor es la pobreza, cuando seguimos en Las Hespérides o
Islas Paradisíacas para los griegos y romanos, y que si esto cayera en manos
japonesas, el mundo comía de lo que antes era Canarias (ahora convertida en Los
Tabaibales [o islas tabaiberas]). Parece como si todos estuvieran ciegos, ante
esta más que triste realidad. Nadie sacude las conciencias de un pueblo drogado
políticamente con el deporte que no practica, sino que aplaude y discute, como
si ello resolviera los problemas de la mesa (comer). Para un servidor, torturan
a mi pueblo; violan a mi pueblo; secuestran a mi pueblo; masacran a mi pueblo;
fuerzan a mi pueblo; total: un genocidio no reconocido por nadie, porque como he
dicho más arriba: estamos ciegos con tantas tabaibas.
El Padre Báez.
Esto, es un río constante, y cada vez más caudaloso, un
ejemplo más:
“Le felicito por el comentario diario sobre las tabaibas,
símbolo de toda esa basura que protegen, y no al campesino como usted predica.
Gracias y nuevamente felicidades. ¡Y siga, por favor, necesitamos a alguien que
hable por tantos que callan! (C. D. B.).”
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