lunes, 17 de febrero de 2014

¡pobrecita!


Si en lo suyo se nace una tabaiba…

 

… por favor -no deja de ser una desgracia, fruto de la causalidad- pero no la arranque, ¡por favor, y por su bien como va a ver a continuación! Primero, porque es una -mala suerte que usted ha tenido- es una planta protegida, y por tanto usted comete un delito si la extirpa -cual si un grano fuera o cáncer en el peor de los casos- al estar altamente protegida, y usted nada puede hacer para librarse de ella. Segundo, no crea que nadie lo ve si usted cayera en la tentación de librase de ella, que las paredes ven, y si tiene usted -como casi todo el mundo- un mal vecino, no está libre de que avisen a los que le vendrán de inmediato a multar, y de cierto, encontrarán rastros de su delito, en contenedor, o en el mismo suelo. Tercero, sabe se arriesga a que la muela que le levanten no sea menos de 6.000.000 euritos de su escaso o escurrido patrimonio, que irán a parar en volandas a las manos del cabildo para pagar a los que ruedan carreteras de paseo todo el santo año aunque sean ateos [lo de santo]). Cuarto, muestra usted así su mala colaboración con la flora, y desatiende a tal alto organismo bruselil, que nos dice -y debemos ser obedientes- no dañar a las tabaibas, que están protegidas, por si no se ha enterado. Quinto, prohibido matar, ni abortar, ni extirpar vida alguna; así que deje viva la tabaiba, por más que su cercanía a hogar e hijos pequeños, sea de irreparable perjuicio. Sexto…, no sigo, porque con lo dicho -por hoy- es bastante. Resumen: su desgracia (le nazca una tabaiba), todo el mundo ve lo que usted hace con una pobre e indefensa tabaiba, te van a multar si no me hace caso, sea usted colaboracionista y ayude a la reproducción de las tabaibas (¡como tenemos pocas!), no las mate, y…

 

El Padre Báez.

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