Donde están las tabaibas…
“… nuestra esperanza ha
perecido, estamos destrozados…” (del profeta Ezequiel. 37,
1-14).
“… un desierto solitario…
pasaban hambre y sed, se les iba agotando la vida…” (del salmo
106).
“… el correr de las acequias
alegra…” (del salmo 45).
“… el trabajo… de cada día…”
(del himno de la Hora intermedia del viernes IV).
… solo quedan soldados (sepro y miedo), que las guarda.
Ellas son causas de muertos que no nos los cuentan (sí los de las carreteras
cuando puentes y fines de semana). De estos, de los suicidios del campo por
quien sabemos, éstos no nos los cuentan (repito), pero pueden preguntar a los
funerarios, que sí llevan la media mensual, y como está prohibido, yo tampoco
les doy el número. Pero, las tabaibas los matan. Ya en el campo, se acabó la
estabilidad, acabó la tranquilidad. ¿Quién hace algo en el campo? Todo está
prohibido. Muchos campesinos, han visto sus vidas desbaratadas, rotas, sin
sentido (por eso cogen la soga [ya no para cogerle comida a las cabras, sino…]).
Todo por la violencia desatada por parte del cabildo, que los mantienen huidos,
escondidos, asombrados. La lluvia, por más que venga, ya no riega sembrados ni
cosechas; tampoco pasto para los animales (en todo caso para incendios y, ¡Dios
nos libre de ellos!). Ejércitos paramilitares controlan la situación; el campo
está parado. Atacan fijo, ya no se puede sembrar; no te dejan, tienes que pedir
permiso; no te lo dan. La hambruna ya se ha establecido en el campo. Los
campesinos ahora, viven de Cáritas parroquiales. Personas hambrientas, que
devienen de los campos, de donde la comida sobraba. Sueño con aviones, que nos
tirarán la comida por los campos, para campesinos hambrientos. ¡Los veremos! La
crisis, va en aumento. La nuestra es, una guerra silenciada, olvidada, ignorada,
¡pero es real, y está aquí, entre nosotros! Cierto y verdad. El territorio ya
-todo- pertenece al cabildo de hecho (no de derecho). Él, lo controla todo. El
campesino no tiene otra opción, sino la de abandonar, sin más (¡o pagar
multas!). Los campesinos huyen y se refugian en las afueras de las grandes
poblaciones o capital, donde malviven, pero viven mejor que en el campo en la
actualidad (antes, eran ricos). Los que se resisten y se quedan, viven en
precarias situaciones, y ya mal-nutridos, y con grandes impactos familiares. La
cosa va de tragedia. Sin las tabaibas, ¡otro gallo nos cantaría!,
indudablemente…
El Padre Báez.
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Por supuesto, que anima comentarios como éste, a los de
un servidor. ¡Y son tantos, que no debo mostrar sino uno, para no
cansar!
“BUENAS PADRE BÁEZ.
FELICIDADES Y GRACIAS POR SUS MUY BUENOS Y LABRADOS COMENTARIOS; LOS LEO CADA
DÍA Y LOS REENVÍO A TODOS MIS CONTACTOS (unos 200) DE MAILS...” (G.
G.).
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