Pasividad ante las
tabaibas…
“… la tierra extenuada…”
(salmo 67).
“… suponed que un hombre
tiene cien ovejas…” (Jesucristo [Mt. 18, 1-14).
“… un becerro de tu casa… un
cabrito (bayfo) de tus rebaños… si tuviera hambre… carne de toros… un cabrito
(bayfo)…” (salmo 49)
“… jefes… príncipes…: ¿no os
toca a vosotros respetar el derecho, vosotros que odiáis el bien y amáis el
mal?...” (Profeta Miqueas, 3, 1-12).
“… está roto… el campo…” (del
himno de la Hora intermedia del martes II).
“… el silencio de los montes
duerme sin fin…” (del himno de Completas del martes).
“… tierra reseca…” (salmo
142).
… señal de la muerte de un pueblo, que no reacciona ante
tamaña tropelía y abuso gubernamental. Todo porque la tabaiba tenga total
vitalidad. Si alguien llevara la contabilidad del número de tabaibas, veríamos
la estadística cómo se eleva hasta la enésima potencia más elevada. Y no hay
razón alguna, para tal descomunal como imparable crecimiento de tabaibas por
todas partes y lados. Nadie sabe la percepción tan positiva que la clase
dominante gobernadora o política ve en la proliferación de tabaibales, salvo que
por las multas que ponen y las tienen como cebo. Pues, éstas son las razones
democráticas para el pueblo que vota y no se le consulta, sino que se le
masacra. En realidad, se trata de una dictadura, donde se hace lo que quieren,
sin el pueblo, que no participa en decisiones tan fundamentales como las de
acabar con la ganadería y la agricultura, por coparlo todo de tabaibas
(¡y pinos!). Ya que ningún bien social aporta la masiva extensión tabaibera, no
hay razón alguna para su súper protección a toda costa, cargándose de paso la
tradición tan rica de un pueblo varias veces milenario. Todo esto solo acarrea
la tristeza del campesinado que sufre callado y borreguilmente este atropello a
su identidad y razón de ser o existir. La persecución a los cristianos de todos
los tiempos, no ganan a la que el cabildo tiene sobre el campesinado, al que si
no martiriza -que también-, lo tiene acorralado, vigilado, castigado sin poder
dar un palo al agua. Ya falta el entusiasmo, pues nada se puede hacer, salvo
pedir permiso para todo y que para todo te lo denieguen. Falta ya la vitalidad
que caracterizó siempre al hombre del campo, que frenado, nada puede hacer, y
nada -mudo- dice. El cabildo, no es punto de encuentro, ni de diálogo, no es
instrumento de cercanía, sino de distanciamiento, y sobretodo, le falta
humanidad, pues mata a lo mejor de su suelo: el antes llamado alegre “canario”,
y ahora, triste y aburrido “tabaibero”. El cabildo no promueve la labor del
campo; el cabildo todos los días anuncia cursos del medio, de agricultura y
ganadería, pero todo es mentira y engaño, le dan palos de muerte al sector
primario, y si no, ¡levante usted una pared caída de un cercado!, y es un solo
ejemplo; el campesino emigra del campo (¡justo lo que pretende el cabildo); el
cabildo se mantiene en su rebeldía en favorecer la vuelta al sector primario;
por otra parte, nadie defiende el campo; excluidos, pobres, en paro y solo se
habla de fútbol y balón cesto (¡manda güevos!); el cabildo inaugura huertos
urbanos y en escuelas de niños; el cabildo impide la reinserción en el campo por
parte de la población hambrienta y en paro; el cabildo no da un solo paso a
favor del campo…
El Padre Báez.
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Un padre, antes de morir, le dijo a su hijo (obvio su
nombre) lo que van a leer. A un servidor se lo mandó ayer un señor (obvio
también su nombre), dice:
“… el último consejo que le
dio su padre ya en el lecho de muerte: "Hijo la tierra de generaciones de
familiares que nos han precedido no se vende, porque, si por desgracia, te
divorcias o te abandona tu mujer, siempre podrás volver a tus tierras, que ellas
te acogerán y te alimentarán, ya que si plantas en ellas un saco de papas,
depende cómo las hayas cuidado, te darán sustento. Y cuando se te acaben éstas,
vuelve de nuevo a tu tierra y, si la escarbas, ésta es tan generosa, que te
vuelve a alimentar de nuevo".
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