Guerra tabaibera…
“… recibís la medida de
trigo, por medio de los administradores…” (de los sermones de san Fulgencio de
Ruspe, obispo).
“… el trabajo nos urge, nos
concentra y astilla…” (del himno de la Hora intermedia del jueves
I).
“… mis trabajos y mis penas…”
(del salmo 24).
“...
irracionales como caballos y mulos, cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte...” (del salmo 31).
“... nos
alimentó... con flor de harina... nos sació con miel silvestre...” (del
Responsorio breve de lasVísperas del jueves I).
“... me
saciarás...” (del salmo 15).
… una más de las muchas que al presente asolan el mundo.
Sobretodo el oriente medio y más allá es un polvorín, una matanza salvaje, y un
sin sentido; sin olvidar las de África, Rusia, y tantas y tantas que el mundo
está en vilo. Acojonado nos tienen y eso que callan más de cuatro. No parece la
evolución mental de la humanidad vaya creciendo, sino en un regreso a la edad de
piedra, donde el puro salvajismo, y ¡sálvese quien pueda! Un sin sentido,
anacrónico y a la vez súper-moderno, con sofisticados sistemas de matar y donde
la humanidad en guerra, como que sin principios, ni valores, ni amor. Bajo, muy
baja ha caído la historia (con minúscula) al presente, donde los gobernantes y
los poderes nada pueden hacer para evitar y mucho menos parar este sistema de
muerte, sufrimiento, hambre, huida, etc. La guerra entre nosotros, menos
sangrienta pero más fuerte entre hermanos, familias, vecinos, etc., que ni se
saludan, se odian a muerte y es el hombre al presente lobo para sus semejantes.
Un mundo que ha perdido el norte, y el matar es ley. Un mundo que sufre las
consecuencias de tantas guerras fratricidas, y todo por el maldito poder, que es
uno de los mayores pecados. Vivimos en la persecución religiosa mayor de los
tiempos. Padecemos paro, hambre, crisis, enfermedades, plagas, droga, robos
políticos, etc., etc. Un mundo de calamidades, y no dan ganas de enterarse uno
de las noticias, que por otra parte son parciales e interesadas, donde el mayor
comercio actual es el de armas de fuego o semejantes, artículos para matar o
para la guerra (lo mismo), y… cuando todo esto (¡y más!), esta pasando,
nosotros, dos millones de habitantes tenemos en las tabaibas al enemigo mayor:
ellas nos desplazan, ellas nos matan a hambre, ellas lo copan todo, ellas son y
están protegidas, ellas cuales si fueran divinas (nadie las puede tocar),
tocarlas es la ruina en salud y dineros, y al fin esta guerra tabaibera, nos
está ganando terrenos, nos están machacando, nos están arruinando. Al fin,
tendremos que emigrar, refugiarnos fuera de aquí, y dejarle las islas, para que
victoriosas, campeen a sus anchas, y todo esto alentado y mantenido por el que
dice ser y llamarse el gobierno de la isla, ¡vaya gobierno! ¿El cabildo?, el
enemigo número uno: nos tiene declarada la guerra, en la que va a caer el mismo
cabildo y cuanto bicho viviente escape en esta más que desgraciada isla (y en
las otras). Esta guerra, la está ganando -¡ya la tiene ganada!- la tabaiba,
porque ¿quién las hace retroceder?...
“… quiero
que sepa Padre Báez, que tiene mi total apoyo. Que sus correos no quedan en
nada, nos hace abrir los ojos y nos quita esa venda que muchos tienen puesta.
Por mi parte siempre que los recibo los imprimo y los pongo en el tablón de
anuncios de mi empresa y le puedo asegurar que muchas personas los leen o bien
los reenvíos a aquellas personas que me han pedido que no deje de
enviárselos...” (A. D. O.).
El Padre Báez.
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Esto es
lo que hacen tantos y tantos, y como es lógico, es de
agradecer:
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