domingo, 9 de diciembre de 2012

¿Sabios y no les hacen caso?Son los expertos, pero con el diploma los callan. Pura hipocresía y engaño, dando a entender se les estima y protegen, y sin embargo les dan palos de muerte.
 Se hacen fotos con ellos, y quedan unos y otros tan contentos. Pero no hablan de las complicaciones, trabas y trampas, normas y leyes, artículos y leches en las que los meten los del miedo ambiente, que les persiguen a muerte. Ya la agricultura no es sostenible, tampoco la ganadería, porque ayudan a los de fuera antes que a los de nuestras tierras. Parece que los respetan y es todo un cuento con tal de salir en la prensa. Si quedan tres vacas, las pasean por todas las ferias, y les llenan las cuevas de copas de lata, que se oxidan cual chatarra, y los engatusan como a tontos, con un sobre y una botella. La verdad es que no les interesa la naturaleza, pero todos de campesinos se disfracen en romerías y en ferias. No les tienen en cuenta, ni consejeros son ni asesores a consulta, que tienen para eso a abogados y profesores, en la materia. Desprecian la raíz de la cultura nuestra, y se cargan la tradición más buena. Alaban su saber, y no se bajan a enseñar esa lengua. Antes el campo lleno de ganados y ahora no se ve ni una oveja. Enseñan a jardineros en lugar de pastores con rabadanes ejemplares. Los sustituyen con libros y con clases de quienes han nacido en el asfalto y no han olido a estiércol en sus vidas, y ni un surco han hecho sino que los han visto en fotos. No se prepara la vuelta, que lo moderno no es oler a mierda de vacas. Que la moda es, oler a desodorantes que marean y tiran patrás de tanta fuerza y química, que les come el cerebro y se los dejan vacíos. Hablan de sostenibilidad y se refieren a los barcos, que llegan a puerto con basuras de fuera. Y pudiéramos vivir sin comprar nada a nadie, solo con lo que produjera la tierra, si se la atendiera. Esclavos son de carnavales y fútbol y por si era poco nos han metido en el balón volea o lo que sea, que con tal de tener drogado al pueblo, pelotas que no falten, sí huevos para volver a la faena. Han gastado millones y millones en romper la tierra, con puentes, túneles y obras faraónicas, sin que al surco haya llegado un céntimo para ayudar a la vuelta; al contrario si tocas algo protegido –todo- más vale que te mueras. Todo sube y siguen en la despreocupación por asuntos del campo, como si no existiera. Llenan de mercadillos los pueblos, sin que nada del lugar te vendan, sino comprado a otros en cajas con nombres como si de aquí fuera. Se cierran negocios, empresas y tiendas; y no se abre el campo, cerrado con siete candados y grandes puertas. Saben de frío y calor, saben que por turismo los han cambiado, y de ellos se han olvidado. Les cambian sus casas y alpendres para hoteles rurales ya sin cabras en el corral y vació el cercado. Visitar y trazar rutas por los campos, ya no tiene sentido, porque ni fruta puedes coger por culpa de pitas, cañas, tuneras y zarzas. Se cargaron la costa, y vienen a por lo que queda en el campo sagrado. Ver trabajar a alguien en el campo es imposible, porque los tienen asombrados, que son vigilados, controlados y fotografiados. El paisaje en otro tiempo tenía vida, ahora solo y desolado. Ni siquiera se puede caminar por donde te plazca, porque por priorizar a un pájaro, pinos y escobones le plantan como locos por todos lados. De ninguna actividad propia del campo el visitante puede disfrutar, y caminar lo tiene difícil si se sale de lo trazado. Solo pinos puede ver quienes de bosque de ellos vienen huyendo, que de hartos que están pasan del campo y de las playas no se mueven.  Y eso que hay patrimonio arqueológico más que en Egipto, pero nada les enseñan celosos de lo nuestro todo lo esconden. La arquitectura guanche no enseñan, por ignorancia y por falta de criterio economista que en esto son suspendidos cuales burros y analfabetos. Que tenemos historia por escribir y no la enseñan no sea se suscite en el pueblo un sentimiento nacionalista que de espakistania se quiera escindir, como corresponde a un pueblo libre y noble, que por historia y geografía le pertenece más que a nadie y estamos en el olvido más absoluto premeditado. Nos rebosan con extraños, para que se pierda la raza. Nuestra gastronomía no cuenta sino la de todos los que aquí se asientan. Nuestra cultura no interesa y la callan; sabemos la de los de fuera, que para ellos todas las puertas abiertas. Y dimos de comer a Estados Unidos, Inglaterra, Holanda, Japón..., y ahora nos morimos de  hambre si de lo nuestro comiéramos. Por ahí queda el último en la tierra. Se muere y desaparecen libros y enciclopedias. Se pierde un oficio. Se borra la memoria. La sabiduría es una burla, cuando no se la retiene y extiende. Se acaba, se termina, nada se conserva. Solo queda la nostalgia, escritos y leyendas. Se extingue el campo...

El Padre Báez.

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