sábado, 15 de diciembre de 2012

Eran...

¡Eran, de los mayores (o peores) desperdicios!


Si se trata de comer, son los desperdicios, aquello que sobra, y como ejemplo vale éste, pero desperdicios son siempre, lo que se tira, tanto de un animal, de plantas, o lo que sea.

De lo que no estoy tan seguro, es que esto dicho de una persona, o de un grupo de ellas -sea una familia, o una pareja, o individualmente-, se tenga en uso tal expresión, que sin lugar a dudas, se usó mucho en mi infancia y juventud, con referencia a alguien que no merecía gran estima o consideración, por sus extravagancias, o modo no habitual de comportarse, como todo el mundo. Y así era un insulto, si se le decía directamente a alguien, y una definición de terceros, si te los presentaban, como lo más bajo u ordinario.

Lo cierto y verdad es, que anda uno, recogiendo datos, anécdotas, nombres, apodos, etc., de personajes de este segundo orden o lo que llamamos la infrahistoria o intrahistoria o la subhistoria, y no siempre ésta la conforman los intelectuales, ya sean abogados, médicos, militares, maestros, sacerdotes, o algún título nobiliario o de reconocimiento por su labor y trabajo, méritos o estudios; que los hay, que escriben la historia con minúscula, y son el escenario y el complemento, la otra cara de la realidad, y que merece ser contada, conocida y mantenida. Y así, otros personajes, han pasado a la historia popular de los pueblos, como son: Lolita Pluma, Pepe Cañadulce, Andrés el Ratón, etc., pues, que ando indagando sobre ciertos personajes, y auque de ellos en la actualidad han devenido personas famosas, populares y hasta de estudios, no dejan de tener esas “manchas” o procedencias muy humildes y humillantes..., pues, que me viene unos de estos dadores de datos, y adelantándome por otras fuentes, con nuevos personajes de una zaga, va y me dice, con la mayor de la naturalidad, y sin reparar en la frase -frase que de inmediato copié para que no se me olvidara-, y es la que encabeza este comentario.

Lo cual no quita, para que cada uno tenga en sus antepasados, algún familiar que no sobresalió, sino por sus tropelías, ya fuera un borracho (sucio, que se decía), o dado a otros vicios inconfesables, pero sabidos y conocidos, y no hay por qué citarlos, no sea sirvan de motivación para sus réplicas (aunque sería bueno reseñar uno muy curioso de estos personajes, muy dado a acostarse debajo de las camas de distintas casas, hasta ser pillado o sorprendido, por movimientos o ruidos, por parte de los cónyuges, y ya fuera en la primera noche de bodas, como en otras ocasiones.

Y a tal fin, había una frase muy recurrente, como para salvar la dignidad de quien procediendo o proviniendo, o siendo familiar (ya fuera en el orden que fuera (hijo, hermano, nieto, etc.), se decía aquello, de: “¡una oveja negra, da un cordero blanco!”, con lo cual se resarcía el prestigio de alguien que tuviera una cuna, no muy ejemplar por parte de sus progenitores o familiares.

De hecho, no faltarán los que avergonzados de tales raíces, ocultaban a su parentela, y nunca se presentaban con ella en público, como si nada tuviera que ver con él, sin darse cuenta que cuanto más humilde es la cuna, mayor la dignidad, pero...

... lo dejamos aquí, y quedémonos con esa frase un tanto en desuso, y que por llamar las cosas (personas), por lo que hacen o “son”, bonito es lo de: “¡es un desperdicio!”, o “¡son unos desperdicios!”

El Padre Báez, que recoge estas perlas de la socarronería del pueblo, o de la sabiduría del mismo, que dice con una frase como ésta, todo un tratado de sociología. Así es, el saber del pueblo.

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