sábado, 29 de diciembre de 2012

Popurrí 454 y Aquellos juegos de ayer.

POPURRÍ 454:
En el Año de la Fe (78): Porque sin Fe, ladran; que aquí a su padre, lo llamamos “perro maldito”.

Al habla el historiador (454):

Pena, noticia sea lo más importante...
... la temperatura, la fluidez del tráfico y el tiempo que hace.

¡Vaya con la que ha armado Olarte con Domínguez...
... salvo que sea una inocentada, que no creo!

Un dato más, para que el ckabildo...
... desaparezca, y deje la política en un solo presidente, el de la autonomía.

Bravo por cuarta vez, tendrá que remodelar el equipo...
... ¿a que termina Paco Santana de vicepresidente? Apuesto lo que quieran.

En todo caso, el ckabildo no debe gobernar...
... ni nada, solo deshacerse.

Los de Foresta, junto con el ckabildo...
... han sido dañinos con sus reforestaciones; solo han plantado basura.

Las firmas colaboradoras de foresta...
... deben ser castigadas, con no ir a ellas, por solo plantar pinos y basura, en lugar de árboles frutales.

¡Qué mierda de isla, que no hemos salido de las navidades...
... y ya están con las murgas del carnaval!

Los inútiles políticos que padecemos...
... han cambiado pastores y agricultores, por turistas (comeremos sus mierdas).

En la casa de colón, como en el tango...
... a media luz.

Todavía andan con las niñas del 1 de Noviembre...
... si yo fuera familiar de alguna de ellas, pediría no las traten de niñas, sino de jóvenes.

Pues si eran niñas, ¿cómo es que entraron en un lugar para mayores...
... y sin ser acompañadas de sus padres?

Si con más de 20 años son niñas...
... los niños, ¿qué son?

El odio de un periódico -que no cito- contra la Iglesia es más que claro...
... todavía anda con la burra y el buey y el Papa. ¡Ay que ver, Dios mío!

Las pateras, no cesan...
... (silencio por mi parte, como el de los políticos y periodistas cómplices).

Nos hemos urbanizados, y entongados unos encima de otros, encerrados entre cemento...
... a la par que la tierra queda lejos, vacía y apartada, y ello, está volviendo loca a la sociedad, y enfermándola gravemente, sin que nadie pare este estado de cosas totalmente desequilibrante

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“... que haya trigo abundante en los campos, y susurre en lo alto de los montes; que den fruto..., y broten espigas como hierba en el campo...” (Salmo 71).

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Aquellos juegos de ayer.

Hoy, debe andar sobre mi misma edad (65, caminado a los 66), y al saludar no sé a quién -¡tantos habían venido al funeral del último fallecido- que entonces recordó cómo jugaba con él, y las perrerías que mutuamente se hacían, y ello con separarse –no con el difunto- en la edad en cinco años. Supongo –y es un suponer- que podría ser uno de 10 años, y el otro de quince, o en esa proporción, en un más o menos, y es el caso que el mayor pastor o cuidador de las cabras de su padre, debía cumplir con su oficio en un desnivel del terreno, risco o ladera, y que pasando por lo alto el pequeño o menor, le tiraba piedras, y cuando no tuneras, de las que el primero se libraba como podía, al tiempo que el segundo o el más pequeño, corría y se escondía o simplemente escapaba librándose del castigo por parte del otro, hasta que esto ocurría, pues al acecho se vigilaban y cuando le tocaba al pequeño perder –que no siempre gana como se dice y canta en la lucha vernácula- lo cogía el mayor y como castigo, lo zorrovallaba en el suelo, y no conforme con ello, levantándolo de donde la tortura, le metía tierra entre la ropa y el cuero, con lo cual..., ya se pueden imaginar, la gracia que le haría al de las piedras y otros objetos (palas de tuneras),  cuando se notaba y veía lleno de tierra, por donde hubiera apertura, con el consiguiente rito de quitarse dicha tierra, quedando el cuerpo bien empolvado. Y vienen esto a cuento, por la originalidad del “juego”, o vaya usted a saber qué tipo de guerra o batalla mantenida, entre los niños y jóvenes, entre preadolescentes y muchachos con otros mayores en perfecta armonía, en medio de ingenio tal y agilidad y astucia, en la que se criaban y crecían en ese más de medio siglo atrás, y de los que –gracias a Dios- quedan tantos testigos y protagonistas, y al comparar y ver cómo juegan hoy, con maquinitas y ante el ordenador, cuando no con artilugios de difícil manejo –al menos para uno-, y a los que hay que sumar el móvil y no sé cuanto más, que los embobece, paraliza, engorda, aturde, asimplona, etc. ¡Qué distinto, en otro tiempo, cuando los elementos de juegos eran las tuneras y la tierra, proporcionándoselos la misma madre naturaleza. Y me viene a la mente el dicho –por otra parte cierto- se jugaba hasta con lo que se meaba, haciendo tacitas de tierra, orinando dentro, y lograr sacarla, sin romper cual si cerámica fuera puesta luego al sol y en hilera y a la porfía a ver quién más conseguía, y por supuesto, no eran los únicos juegos, que no serían todos como el señalado, porque entonces más de uno hubiera quedado descalabrado, pues habiendo piedras de por medio, y según y desde donde la caída, el peligro era más que grave, pero no se mató a nadie, porque tampoco se tiraba con esa finalidad, sino para asustar, y ver correr al así molestado. Quede como reflexión última de este mi comentario, que hasta el campo, con su agricultura y ganadería, daba lugar a estas escenas, que dignas son de ser hasta filmadas y llevadas al cine, como algo gracioso y original, donde el escenario, no puede ser más natural, ni más bucólico, pues piénsese en las cabras u ovejas pastando, el pastor –entonces sin radio u otro aparatejo donde oír o escuchar música, buscando nidos, tal vez siguiendo el rastro a los conejos, y acechando el ganado no entrara en lo del vecino, y que llegara el gamberrete de turno, a tirarle lo que pillara, ya fueran piedras o palas de  tuneras, con lo cual se ganaba más que suficiente la polvarada de tierra, que al fin y al cabo, al ser parte constitutiva del organismo humano, hasta lo engordaba o revitalizaba, pues sabido es, que ante cualquier herida que sangrara, se le echaba un puñadito de tierra, y no solo no había infección alguna, sino que hasta se curaba; por de pronto la pequeña hemorragia o salida de sangre, de inmediato se paraba, sin más. Pues, lo dicho, ¡que juegos aquellos, en aquellos tiempos, de los que quedan protagonistas o actores, que eran felices en los campos de esta tierra nuestra donde se criaban sanos, atletas, astutos, sagaces, listos, ingeniosos, mataperros...!, y me cabe la fortuna de oír estos y otros relatos que surgen sin querer, allá arriba, en lo más alto de Telde, pues hablo, como seguramente alguno habrá adivinado de ese legendario lugar, idílico como pocos, como es y se trata de Cazadores, por donde se toca el cielo, dado que las nubes con frecuencia lo envuelve; nubes de ayer, nebulosas del pasado, con brisas de recuerdos, y niebla borrosa que deja entrever detrás de las canas y encorvados, estas alegres y hermosas batallas, que nuca acababa en guerra, sino que creciendo se dejaban, y ya mayores afluyen a la memoria de ese tiempo ido, y que segura y difícilmente va a volver. Al menos, quede constancia de ello, en este pobre y breve escrito, para la posteridad.

El Padre Báez.

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