Y los hay, que llaman “santuarios gastronómico” a nuestra comida basura.
Y los hay, que llaman “santuarios
gastronómico” a nuestra comida basura, al margen que vaciándose los
otros, los religiosos, sustituyen estas otras mesas por la eucarística, pero que
de lo que comíamos antes, nada de nada, pues todo viene de fuera, y por tanto ya
desnutrido, pasado, mustio y si lozano y fresco por lo que le añaden ¡y a saber
con qué consecuencias para la salud, que sí lo sabemos! Que recuerda uno su
infancia con la escudilla de gofio, azúcar y aceite con queso tierno, todo
amasado para la merienda, la juventud con aquellos potajes de jaramagos con
carne de cochino y gofio amasado, y ya adulto, de cuanto daba la tierra, y venía
de la huerta, y por descontado la leche de la cabra y alternada con la de la
vaca, que era todo un primor, de sopa fuera con pan bizcochado o con las
variantes con gofio, que no es de citar, no sea se me haga la boca agua, que lo
que es al presente, ya sin tierra de cultivo y prohibido cosechar algo, y con
las chozas vacías de cabras, y matándolas el cabildo a las mejores, y que son
las libres, y nos hablan de falsas comidas frente a lo que sí era comida-comida,
que no dudo, la hay para los de altos poderes adquisitivos, que comerán
exquisiteces, pero todo ello lejos de la huerta, de frutas sanas y de papas de
la tierra, y por descontado en platos tan finos, de los que imagino ausente al
pobre-rico gofio. Y es que el arte culinario pasa ahora por la vista antes que
por el paladar y son casi obras de arte y de filigranas, para engañar al
estómago, donde no faltan los pasteles y la cocina rara y extraña por
extravagante e imposible repetir plato al querer copiarlo o imitarlo, y ello
cuando el arte de cocinar de la abuela o madre, ya ha desaparecido, ¡y cómo olía
aquello, Dios mío!, que se chupaba uno hasta los dedos; que lo que es ahora; la
mesa con queso, y a saber de dónde porque sin cabras, sin vacas y sin ovejas,
¿qué queso podemos tener? ¡Quesos que asombrarían al mundo si saliera y llegara
más allá del que –cada menos- los hacen, pues ni son tantas las variedades, la
poco leche es de animales que comen lo mismo, con lo que el sabor o gusto,
paladar o cata, es lo mismo sea de donde sea, y cuando los viejos parrales se
secan y no se renuevan, los vinos generosos, cada vez vienen más de fuera,
cuando de aquí lo bebía Europa y otras partes del mundo, que los parrales
desaparecen y como pasa con las cabras imposible podamos beber vino fascinante
como el nuestro, al ser como el queso –cuando lo había- el mejor del mundo. El
campo está lleno de maleza, no se ven ya los parrales, y le pasan lo que a las
cabras, desaparecen y el cabildo las matan. Es el caso que en la carta, ya
vinos..., y en cuanto al café de Agaete, ¿alcanza un buchito el 1 % de la
población?, ¡mucho lo dudo!, y sin embargo, cual si tuviéramos toneladas de
granos, cuando vas por el Valle, ¿y los adivinas? Ya, ni siquiera el ron para
una medicina. Pues, ¡nada! que la cocina está en innovación, en creatividad, en
superación..., ¡y una m.....!, con perdón.
El
Padre Báez, Pbro.
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